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El futuro del PSOE

La mecánica de las primarias suscita dudas entre dirigentes socialistas

La sombra de Óscar López se proyecta sobre la imagen de Elena Valenciano, el pasado 25 de abril en Madrid.

Primarias. Dícese de la palabra más recurrente en el vocabulario socialista de los últimos meses (y antes). Término que no tiene un solo significado, y que es controvertido. Porque designa dos procesos distintos: uno, la elección, por parte de los ciudadanos progresistas, del candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno (las llamadas primarias abiertas), y dos, el nombramiento del secretario general por todos los militantes. Y son estas últimas primarias, anunciadas el jueves en un desayuno informativo, las que suscitan ahora un respaldo generalizado, pero también incipientes dudas en dirigentes del partido. 

El principio suena fácil: todos los afiliados votan a su líder. La arquitectura, sin embargo, es mucho más compleja. La principal incógnita tiene que ver con la legitimidad. Cómo casar la enorme autoridad que ganará un líder aupado por las bases con el poder de unos órganos de dirección elegidos por los delegados en un congreso. O cómo impedir que la fuerza de un secretario general querido por la militancia derive "en el cesarismo, en el presidencialismo", en el poder absoluto. O cómo evitar que las agrupaciones se tensionen en exceso por los procesos internos. O qué hacer si el candidato y el jefe, ambos nombrados por una amplia base electoral, son personas distintas. 

Las dudas se corresponden con la magnitud del giro copernicano emprendido por la dirección del PSOE. El jueves pasado, Óscar López, secretario federal de Organización, lanzó una bomba informativa que nadie esperaba (tan pronto), incluidos muchos dirigentes que ocupaban el salón del Ritz de Madrid. La dirección federal, anunció, defenderá que los militantes puedan elegir directamente al líder en primarias. Un cambio de raíz, porque hasta ahora eran los delegados, en congresos, los que nominaban a su jefe de filas. 

Pequeña advertencia de Griñán

Puro terremoto. La noticia venía a disolver el conflicto en Galicia pero, a la vez, suponía "poner patas arriba el PSOE", en el análisis de una dirigente de peso. Enseguida suscitó aplausos. Los barones regionales se adhirieron en masa a la propuesta de Ferraz. Estaba claro que dos lo harían sin pestañear, el madrileño Tomás Gómez y el valenciano Ximo Puig, los dos que defendieron eso mismo, sin éxito, en el congreso federal de Sevilla, hace un año. Aunque el respaldo se sintió generalizado, hubo quienes –singularmente el presidente del partido, José Antonio Griñán– verbalizaron sus cautelas. En resumidas cuentas: de acuerdo con el principio, pero ojo con la letra pequeña, que no hay que "reinventar el PSOE todos los días" ni dar "saltos en el vacío", en palabras del jefe de la Junta de Andalucía. 

Días después, el partido aún está digiriendo el anuncio de López, cocinado con los secretarios de Organización regionales de su confianza en la tarde anterior. El respaldo es muy amplio, pese a los pronunciamientos de algún miembro de la vieja guardia, caso del expresidente extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Pero las dudas sobre el procedimiento están ahí, máxime cuando aún no se ha despejado el diseño de las otras primarias, las abiertas, que se convocarán –en teoría, en 2014– para designar al cartel socialista de 2015. 

Son cautelas ante un terreno absolutamente desconocido para el mundo socialista. Porque igual que las primarias para elegir candidato han sido testadas en Italia y Francia –por no hablar de Estados Unidos–, el sufragio universal para designar al jefe del partido no está tan ensayado, aunque destacan las experiencias de Reino Unido y, otra vez, Francia. Ni siquiera entraba en los planes hasta hace unas semanas. El congreso federal tumbó esa idea, incluso, por el voto mayoritario de los delegados. Y lo que los dirigentes consultados por infoLibre ingobernablecomo dijo ayer en una entrevista en La Razón el manchego Emiliano García-Page

"El debate estaba abierto en las agrupaciones, y la dirección lo ha asumido. ¿Que hay matices? Pues sí, miles. Vamos a discutirlo cómo hacerlo, cómo sería. Pero no hay que tener miedo a cambiar", reclama un importante barón regional. Un juicio este último –"No hay que tener miedo"– que machacan sin cesar otros secretarios generales y Ferraz. 

Fórmulas de salida

Fuentes de la dirección federal reconocían el sábado a este periódico que, en efecto, hay que "pensar bien" toda la arquitectura y "trabajar los equilibrios" internos, pero que todo se iría viendo a su tiempo. Para ello, está el foro temático sobre democracia del 18 de mayo en Oviedo y el Comité Federal del 20 de julio que elevará el documento de debate a la Conferencia Política de octubre. 

Entre las fórmulas estudiadas por Ferraz para crear "contrapoderes" a la fabulosa autoridad del número uno, se hallan reforzar los órganos colegiados (las ejecutivas o los comités regionales y federal), o que el secretario general "sólo pueda decidir el 49% de la dirección", o que algunos miembros del comité "sean votados también por los militantes".

Se trata, pues, de mecanismos de control para poner coto al nuevo hiperliderazgo, que también invocan en las federaciones del PSOE. Un importante barón propone, por ejemplo, que se perfilen aquellas decisiones que, forzosamente, han de pasar bajo el escrutinio de la militancia, que tengan que ser sometidas al referéndum de las bases. Desde Andalucía, se plantea que el número uno tenga mando para elegir a su ejecutiva –como un presidente designa a su Gobierno–, pero luego podría crearse una especie de legislativo, de parlamento con funciones de control de la dirección. 

Quedan otros detalles por cerrar, como la misma elección del líder. ¿A una vuelta, lo que podría hacer que fuera nombrado con un apoyo del 25% si hay más candidatos en liza? ¿Mejor en dos vueltas, como en Francia? En el entorno del secretario general castellano-manchego preferían esta última posibilidad. 

"El partido pertenece a los militantes"

También late un cierto vértigo a que las primarias tensionen y dividan por dentro al PSOE y a sus agrupaciones. "Podría pasar, sí, pero, ¿no está igual de fraccionado ahora el partido? Dejémonos de tonterías, lo que divide a un partido es la derrota, igual que las victorias electorales cohesionan", señalan los colaboradores de Page. Otros barones creen que la clave reside en que se asuman las reglas del juego, en que el que pierde debe ponerse del lado del ganador desde el primer minuto. "Hay que ser serios. Las guerras tienen un principio y un final. Esto no puede ser un partido de partidas. Hay que lograr que estos procesos no sean traumáticos ni encuadren permanentemente a la gente en bandos", reclama un máximo responsable de los socialistas valencianos. 

Al principio costará, pero luego "se naturalizarán" las luchas por el poder, sin que suponga un enfrentamiento radical, auguran varios dirigentes consultados. El modelo se halla en Estados Unidos, donde el vencedor de las primarias (Barack Obama en 2008) fue capaz de situar como secretaria de Estado a su rival, Hillary Clinton. Una dirigente próxima a Rubalcaba también cree que el nuevo sistema no incrementará las rupturas: "Al contrario. El secretario general sería ampliamente apoyado", justo porque su fuente de legitimidad son las bases. 

En el partido se asume que complicaciones "las habrá, pero se encontrarán salidas", y que al final se actuará con el método científico, a base de prueba y error. El camino, convienen varios responsables, merece la pena. A la cabeza de la manifestación, Madrid. "El cesarismo es mejor incluso que el hecho de que cuatro dirigentes cocinen quién será el siguiente secretario general. El sistema actual es de bonapartismo. Pensemos en que el partido no pertenece a los dirigentes, sino a los militantes y simpatizantes. Esta fórmula multiplica los liderazgos y erradica la perpetuidad de los aparatos. La tensión interna la fomenta el bonapartismo, la endogamia orgánica, la estupidez intelectual y el alejamiento de la sociedad. La democracia representativa está bien, pero es del siglo pasado. Lo que pasa es que hay pánico a abrirse", asevera Antonio Miguel Carmona, secretario de Economía del PSM.

Un dirigente del PSOE aragonés y profesor universitario coincide con Carmona en que no valen pegas, que los problemas de estas primarias "no son mayores que los problemas de la democracia en sí", y que al final siempre se encuentran "salidas". Añade que el temor procede de los cuadros intermedios, los más renuentes a ceder poder, conscientes de que en muchas ocasiones ellos ponen y quitan líderes. 

Ferraz: "Muchos no lo creen, pero cambiaremos el PSOE"

Otro elemento de debate son los tiempos. Ferraz señala que habrá que definir con nitidez "la estructura con controles y con equilibrio de poderes" en los próximos meses, pero ello no significa que sea una decisión improvisada, porque lleva trabajando en la propuesta "mucho tiempo". De hecho, los colaboradores de Ramón Jáuregui en la Conferencia Política admiten que la idea estaba plasmada en los documentos de trabajo desde semanas atrás. 

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La federación andaluza entiende, por el contrario, que el anuncio fue "precipitado", cuando aún el debate no está maduro, y se lanzó por el "desconcierto que reina en Ferraz", en opinión de un alto cargo del equipo de Griñán. "Vamos de bandazo en bandazo", reprueba. Otros responsables censuran que "se abra otro melón nuevo" cuando no está resuelto el de las primarias abiertas y encima se anunciara "el día de la EPA de los 6,2 millones de parados". "Todo esto me parece muy bien, y yo lo defiendo, como lo defendí en el congreso de Sevilla. Estoy encantado y no pondré objeciones, pero también digo que no importa al ciudadano medio. Que no es la panacea y que esto no nos hará ganar elecciones", juzga un barón de una federación pequeña. Otros insisten en que el debate interno no debe eclipsar la crítica a la gestión de un Gobierno, el del PP, que "ha renunciado a pelear".

El debate aún se prolongará semanas, meses. Pero, si finalmente cuaja la propuesta, supondrá una revolución interna en un partido de 130 años de historia. Los dirigentes analizan que si hay tanta presión por el cambio es porque el PSOE es visto por la ciudadanía como "el partido capaz de cambiar la realidad".

La cúpula federal, mientras, envía un mensaje de determinación: "Vamos a cambiar el PSOE. Sabemos que muchos no lo creen, pero lo vamos a hacer". 

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