Susana Díaz
La mujer de hierro señalada para suceder a Griñán
Cuando anoche saltó la noticia de que José Antonio Griñán anunciaría este miércoles que ya no volvería a ser más candidato, automáticamente emergió el único nombre casi posible: Susana Díaz. La mujer llamada a convertirse en la próxima aspirante a la Presidencia de la Junta de Andalucía.
No cabían, ni caben, muchas dudas. Díaz ha crecido y ha dado pasos de gigante a la sombra de Griñán, hasta consolidarse como su indiscutible número dos, con permiso del otro número dos (orgánico), Mario Jiménez (Moguer, Huelva, 1971).
Pero Díaz (Sevilla, 18 de octubre de 1974), licenciada en Derecho y diplomada en Alta Dirección, no nació ayer en el partido, ni cuando Griñán se hizó con la Presidencia de la Junta tras el vertiginoso proceso de sucesión de Manuel Chaves. De hecho, ella ha desplegado toda su carrera profesional en el partido –sin conocérse más carrera profesional extramuros del PSOE– bregándose en mil batallas orgánicas de las que siempre ha salido airosa. En todas... menos en la que apostó por Carme Chacón frente a Alfredo Pérez Rubalcaba, en el congreso federal del PSOE en Sevilla, hace poco más de un año. Pero el tiempo ha demostrado que aquella guerra no se le volvió en contra y que no se dejó en la gatera más pelos de los necesarios.
Sus compañeros recordaban sus primeros forcejeos en política. Allá por finales de los noventa, cuando se convirtió en la secretaria de Organización de las Juventudes Socialistas de Andalucía (JSA). Una mujer de su generación, hoy diputada, que entonces también tenía mando en plaza en la organización juvenil federal, la dibujaba hoy como una mujer rocosa, "un animal político", muy dura. Un hueso nada fácil de roer. Al poco, en 1999, fue elegida concejal en el Ayuntamiento de Sevilla, apadrinada por José Caballos, portavoz en el Parlamento andaluz de 1994 a 2004. El regidor, Alfredo Sánchez Monteseirín, la hizo delegada de Juventud y Empleo (1999-2003) y posteriormente teniente de alcalde de Recursos Humanos y del distrito hispalense de Triana-Los Remedios (2003-2004). En 2004, dejó el Consistorio para marchar a Madrid como diputada en el Congreso (2004-2008), para después regresar a Andalucía y tomar posesión de su escaño como parlamentaria autonómica, desde 2008 hasta hoy.
Con Viera y enfrentada a él
Díaz subió los peldaños de la escalera institucional al mismo ritmo con que los subía en la escalera orgánica. La cocina, los fogones del PSOE donde salir sin rasguños de las contiendas internas es una proeza. Se hizo con la Secretaría de Organización del PSOE de Sevilla en 2004, una agrupación grande (la mayor de toda España, de hecho), pero con un largo rosario de guerras intestinas. Número dos, por tanto, de José Antonio Viera, el hombre que, con el paso del tiempo, se ha visto implicado en la trama de los ERE. por su cargo como consejero de Empleo.
El salto mortal llegó en 2010, cuando Griñán le entregó la Secretaría de Organización del PSOE andaluz. El golpe de suerte le vendría con la caída, meses después, del vicesecretario general, Rafael Velasco, cuya salida de la dirección el presidente amortizó potenciando a Díaz. Rendija descubierta que ella supo explotar.
La guerra definitiva se produjo en los prolegómenos del congreso federal de Sevilla. Ella apostó a las claras por Chacón –y Griñán también, pese a que se escudara en su posición de teórica "neutralidad activa"– y movió todos los resortes posibles para que así fuera. Enfrentándose a Viera que al final, viéndose en minoría en su propia agrupación, dimitió como secretario general, forzando la creación de una gestora. Rubalcaba ganó ese cónclave. Por muy poco. 22 votos.
Griñán encaraba así, en las peores condiciones posibles, su reelección como candidato a la Junta. Pero se sobrepuso a unas encuestas que le daban por liquidado. Su partido cayó, pero no tanto como para perder el Gobierno. Izquierda Unida, que capitalizó el desgaste del PSOE, hizo el resto.
La muñidora del acuerdo con IU
Y en esa travesía también intervino Díaz. Ella, como secretaria de Organización del PSOE-A, fue la que pilotó las negociaciones con IU y, en concreto, con José Luis Centella, mano derecha de Cayo Lara y secretario general del PCE. El diálogo fructificó: un acuerdo de 28 leyes y 250 medidas y un Ejecutivo de coalición. En él, Griñán le encargaría la Consejería de Presidencia e Igualdad, la de mayor peso político y la que tiene encomendada la coordinación del Ejecutivo. A cambio, hizo descansar la vicesecretaría general del PSOE regional en Jiménez.
Griñán apremia a Rubalcaba a aclarar su futuro como candidato
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Díaz se concentró en su escalera institucional. Sin perder el pie en la piscina orgánica, claro. Para ello, se volvió a enfrentar a Viera y a su delfín, Antonio Gutiérrez Limones, alcalde de Alcalá de Guadaíra. Y venció. Se proclamó nueva secretaria provincial del tormentoso PSOE sevillano en julio de 2012.
Ahora las puertas se vuelven a abrir para ella en Andalucía (igual que las de Ferraz no dejaron de estar nunca cerradas para Jiménez). Los elogios hacia ella abundaron. Uno, significativo, el de Amparo Rubiales, presidenta del PSOE-A y una de las grandes colaboradoras de Griñán: la consejera de Presidencia, dijo, reúne "todas las condiciones del mundo" para ser candidata, tendrá su apoyo "sin ningún género de duda" porque es "una grandísima mujer, una grandísima política y también una grandísima amiga".
Todo esto con 38 años. Si es nominada candidata –y no parece que los críticos con Griñán tengan suficiente fuerza como para imponerse a la aspirante prevista–, Díaz cumplirá con la promesa de relevo generacional formulada por Griñán. Una obsesión que, pese al anuncio de este miércoles, ya había trabajado hace meses al colocar en los puestos de salida a la propia Díaz y a Jiménez. Como decía una persona de la confianza del jefe de la Junta, "el presidente no da puntada sin hilo". Todo, pues, responde a un guión. Sólo que este nuevo capítulo conmueve por completo el serial del debate sucesorio de Rubalcaba.