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la carrera hacia el 8M

Mujer y trans: ¿cuál es mi sitio en este 8M?

Concentración frente al Ministerio de Igualdad para demandar la aprobación urgente de la ley estatal trans.

El activismo feminista tiende a hablar en plural. Habla deliberadamente de feminismos y de mujeres con el propósito de ensanchar el espacio de militancia para que todas tengan su lugar. Que ninguna se sienta excluida. El acalorado debate que envuelve este año al 8M, sin embargo, abre varios interrogantes que apelan directamente a las personas trans. ¿Tienen cabida en el movimiento feminista?, ¿debe ser su espacio o deben ocupar otras luchas diferentes? Dentro de los feminismos, en plural, las respuestas son variadas.

El debate bebe de uno previo, nacido a finales del siglo pasado. Ya entonces el movimiento reflexionaba en torno al sujeto del feminismo y la discusión, lejos de quedar resuelta, vuelve si cabe con más fuerza. ¿Están las mujeres trans llamadas a las concentraciones del 8M? La Comisión 8M, organizadora de las grandes convocatorias de los últimos cuatro años, no lo duda: lo están igual que su participación ha sido fundamental para preparar todos los actos. En el otro extremo, 8M Movimiento Feminista de Madrid –constituida por organizaciones clásicas como el Consejo de las Mujeres del Municipio de Madrid y otras contrarias a la Ley Trans como la Plataforma Contra el Borrado– insiste en que "jamás en las acciones que ha hecho el movimiento feminista se ha vetado a nadie". Si el apoyo será simbólico y desde fuera o activo y desde dentro, será algo que habrá de resolverse más allá del 8M.

En España, con una Ley Trans que no termina de arrancar y que ha servido para apuntalar las brechas en el feminismo, las activistas de la Comisión 8M rechazan la misma existencia del debate. Julia Riesco es una de sus portavoces. "Por supuesto que somos una asamblea transinclusiva, no necesitamos ni siquiera nombrarnos así porque las mujeres trans forman parte del movimiento feminista", dice al otro lado del teléfono. Laura Rivas, activista en Espacio Feminista Radical –plataforma integrada en 8M Movimiento Feminista de Madrid–, cree por el contrario que el debate está tan presente que ha ocupado la agenda feminista, desplazando asuntos prioritarios hasta ahora. Una "maniobra perfecta de desactivación del feminismo", lanza.

Rivas argumenta que el foco del feminismo no debe ser otro que las mujeres. Incorporar otros sujetos, como las personas trans, diluye su razón de ser. Lo explica: cuando habla de mujeres se refiere también a las transexuales de sexo femenino, pero no a todas las personas trans, donde se ubican también las de sexo masculino. "El feminismo aparece porque las mujeres toman conciencia de que están oprimidas por los hombres debido a su sexo y su potencial capacidad reproductiva", razona.

La activista no habla de inclusión o exclusión, se inclina sencillamente por ir de la mano. El feminismo defiende los derechos humanos y por tanto se solidariza con "el sufrimiento de cualquier colectivo por su condición". Pero no es lo mismo tender la mano que "perder de vista los objetivos propios para adoptar unos ajenos". Durante la segunda mitad del siglo pasado, el movimiento ya "se solidarizó con las demandas del colectivo transexual, que en gran medida iban orientadas a asegurar una asistencia médica y a paliar la discriminación y la violencia". Sin embargo, matiza, "no se compartía ni lucha, ni objetivos políticos concretos". No se trata, a su juicio, de "pertenecer o dejar de pertenecer a un club de amigas. Se trata de a quiénes atañen la teoría [entendida como la búsqueda de objetivos políticos] y la práctica política [la pelea por la consecución de esos objetivos]".

Julia Riesco insiste en enmendar este discurso: "Todas son mujeres y son nuestras compañeras". La Comisión 8M de Madrid no se ha movido de esta posición desde su nacimiento y así lo defiende en asambleas, actos y manifiestos. Desde hace tres años, la comisión habla en sus argumentarios de la "violencia institucional" que sufren las personas trans y reclama que "se despatologice la transexualidad, ofreciendo garantías a quienes quieran hacer un proceso de tránsito y autonomía para construir sus identidades". Aunque el feminismo acoge en su seno "muchas posturas respecto a muchos temas", lo cierto es que "trabaja en base a consensos y esto ha de ser un consenso", defiende la activista. Riesco apuesta por un movimiento diverso que acoja a "cientos de miles de mujeres que pasan por diversas opresiones, a fin de reconocerse en sus especificidades y en su diversidad". Ahí, apunta, está la fortaleza del movimiento. "Cuestionamos el carácter feminista de quien excluye a compañeras mujeres por ser mujeres trans". La activista madrileña recupera el plural: "Los feminismos nos hablan de la defensa de los derechos de todas las mujeres, los feminismos son diversos, son plurales y contamos todas".

"Queremos ser sujetos políticos"

En medio del debate, las mujeres trans se preguntan si las puertas están abiertas para ellas. "Cuando se están movilizando discursos de odio contra las compañeras trans, entendemos que se sientan violentadas", reconoce Julia Riesco. Y recuerda: las personas que se "salen de la normalidad sexo-género son enemigas del patriarcado y por tanto nuestras aliadas". Niurka Gibaja es portavoz de la comisión Feminismos, igualdad y derechos humanos perteneciente a la FELGTB. Las mujeres trans están dentro de esta lucha, afirma la activista, precisamente porque perciben un consenso sobre sus derechos. Sin embargo, admite, es importante formular una "gran pregunta, urgente, por respeto y honestidad con los movimientos feministas: ¿Qué ha pasado? ¿Cuándo se ha roto el movimiento feminista?", plantea. La respuesta, dice sin titubeos, tiene que ver con una brecha entre el movimiento feminista clásico gestado por "mujeres blancas privilegiadas" y aquel otro alimentado por "mujeres en plural: migrantes, racializadas, trans, precarias, discapacitadas, gitanas". Todo este grupo de mujeres, reflexiona, "en algún momento no se ha sentido escuchado". Pero a lo largo de los últimos cuatro años ha ido dando pasos adelante porque considera que ha llegado su turno, pese a las tensiones que emanan de su intervención.

Difiere Carmen Domingo, escritora y feminista. "El movimiento feminista ha ayudado siempre a hacer reivindicaciones LGTBI", incluidas aquellas que conciernen a las personas transexuales. El problema, subraya, es que ahora hablamos de trans como algo que la gente siente e incluir los sentimientos de quien tú quieras es desvirtuar el movimiento". Ahí está, en su opinión, lo problemático. Las mujeres transexuales "han hecho un cambio de sexo y por tanto son mujeres", pero los "hombres transfemeninos siguen siendo hombres". El 8M, considera, "necesita forzosamente reivindicar a la mujer trabajadora", el riesgo de perderla de vista es que las mujeres "vuelvan a desaparecer". "Si nos preocupa más el tipo de pronombres que, por ejemplo, las trabajadoras de la fruta", el movimiento pierde de vista su razón de ser y su propósito. Lo demás es entretenimiento, resume la escritora, "pan y circo".

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Gibaja señala al patriarcado como enemigo común. "Las situaciones de discriminación, violencia, también atropellan los derechos de las mujeres trans, leídas también como mujeres" y por tanto susceptibles de "correr el mismo peligro que otra mujer". La activista invoca además a la sororidad como arma: "Somos compañeras, somos feministas y debemos estar unidas porque siempre hemos estado en el movimiento feminista".

Y si siempre han estado, la activista se pregunta qué ha ocurrido para que se cuestione ahora su presencia. Ella misma resuelve. "En el momento en que luchamos por la autodeterminación, por la despatologización, es cuando surgen mensajes biologicistas y discursos de odio". Es, a su entender, "una lucha de poder" porque lo que enmarca como feminismo clásico pierde autoridad con el auge de nuevas olas feministas pilotadas por generaciones más jóvenes. "Ya no queremos ser a las que se acompaña, queremos ser sujetos políticos", zanja la activista trans.

Laura Rivas habla también de lucha de poder, pero desde otra óptica. Con el auge de la cuarta ola feminista, asociada a la denuncia contra la violencia sexual durante el último lustro, "comenzamos a oír de forma muy generalizada que hablar de nuestra anatomía y experiencia vital era tránsfobo. Eso marcó el inicio de la cultura de la censura y el chantaje emocional que actualmente campa a sus anchas".

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