Aniversario del 'Sábado santo rojo"
El PCE cumple 40 años desde la legalización con una mirada crítica de su papel en la transición
Era también un 9 de abril, pero del año 1977. Ese día, en el que media España estaba de vacaciones de Semana Santa, quedó marcado en el calendario como el de la legalización del Partido Comunista de España (PCE) tras 40 años en la clandestinidad. Este domingo se cumplen 40 años de aquella fecha, con un PCE mucho más pequeño y menos influyente que entonces, pero que continúa existiendo silenciosamente a la sombra de la marca IU y, sobre todo, de un hermano mucho más joven pero también más fuerte: Podemos.
2017 está siendo para el PCE un año de celebración, dado que el partido está organizando charlas y actos para conmemorar el primer centenario de la Revolución Rusa, a través de la cual los bolcheviques tomaron el poder en Rusia en 1917. Hace cuarenta años la situación era muy diferente: señalado por el régimen franquista como uno de los grandes enemigos del país, el PCE luchaba por hacerse hueco en una democracia incipiente tras cuatro décadas en las que había sido el principal partido de oposición a la dictadura.
Y es que "no estaba ni mucho menos claro que fueran a legalizar el partido antes de las elecciones" de 1977, que configuraron las Cortes constituyentes, explica Víctor Díaz Cardiel, entonces secretario general del Partido Comunista de Madrid y miembro del Comité Central y de la ejecutiva del PCE. Desde que fue nombrado presidente del Gobierno en 1976, el Ejecutivo de Adolfo Suárez y el líder del PCE, Santiago Carrillo –en España de manera permanente desde febrero de ese año–, habían mantenido algunas comunicaciones, pero, según explica Díaz Cardiel, Suárez no veía clara la legalización del partido.
"[El canciller alemán] Willy Brandt y [el primer ministro sueco] Olof Palme vinieron a España en diciembre de 1976 para apoyar el congreso del PSOE, y aprovecharon para reunirse con Suárez y recomendarle que dejase la legalización del PCE para después de las elecciones", rememora el exdirigente comunista. De hecho, durante ese mismo mes, tanto Díaz Cardiel como otros siete miembros de la cúpula del PCE, entre los cuáles se encontraba Carillo, fueron detenidos a la salida de una reunión de la dirección del partido y puestos en libertad días después. "A Carrillo le llegaron a decir que le ponían un avión para que se marchase a París. Él se negó", cuenta el antiguo líder comunista madrileño.
La matanza de Atocha
Pero en aquellos meses, los acontecimientos se sucedían muy rápido. Y hubo uno que, según todos los exdirigentes del PCE consultados, desequilibró la balanza para que los comunistas pudieran entrar en la legalidad: la matanza de los abogados laboralistas de Atocha, en enero de 1977, por parte de un grupo ultraderechista. El sepelio posterior fue multitudinario, y al mismo acudió la plana mayor de un partido que, pese a estar ilegalizado, demostró tener una fuerte capacidad de convocatoria: miles de personas abarrotaron las calles de Madrid en un desfile fúnebre en el que no faltaron los puños en alto y en el que, incluso, se exhibió la hoz y el martillo.
"El PCE asumió la responsabilidad de controlar la movilización y también de controlar a una masa nerviosa y con rabia en su interior", rememora José Alcázar, entonces militante de base del PCE y uno de los ocho sindicalistas de Airbus encausados y absueltos el año pasado. No hubo incidentes en la marcha, aunque eso, según defiende la actual dirección del PCE, no fue el elemento definitorio para la legalización del partido: "Reconocer esta actuación, no nos puede llevar a admitir que el PCE se ganó la legalización esos días y que de forma especial, se la ganó en la manifestación que supuso el entierro de los abogados, por haber demostrado capacidad de contención y autocontrol", señala la formación, que afirma que "la realidad es que al PCE se le legaliza porque su lucha de 40 años frente a la dictadura hacía imposible legitimar unas elecciones sin la participación de la fuerza más numerosa, organizada y con influencia social".
"La movilización del partido era fruto de la movilización de la sociedad civil, y eso se reflejó en el entierro de los abogados de Atocha", coincide Díaz Cardiel, que no obstante sí que considera que la manifestación influyó decisivamente en la legalización del PCE. "Carrillo se entrevistó con Suárez a finales de febrero de 1977", apenas un mes después del sepelio: fue en esa reunión en la que los comunistas pactaron su legalización a cambio de aceptar explícitamente la bandera rojigualda y la monarquía.
"Dictadura o democracia"
El acuerdo se ratificó en abril: el 9 de ese mes, el Gobierno anunciaba el registro del PCE como partido político, lo que ocasionó una dura queja por escrito de la cúpula militar y la dimisión del almirante Pita da Veiga como ministro de Marina. El 16 de abril, el Comité Central aprobaba con sólo 11 abstenciones aceptar la bicolor como bandera nacional y la monarquía como sistema político si actuaba "de manera decidida para restablecer la democracia", tal y como anunció Carrillo en rueda de prensa. "Si no fuera así, no tendríamos ningún compromiso en ese sentido. Hemos defendido la república, y las ideas de nuestro partido son republicanas; pero hoy, la opción no es entre monarquía o república, sino entre dictadura o democracia", zanjó entonces el secretario general comunista.
Para Díaz Cardiel, aquellas renuncias del PCE fueron un "trágala" necesario para conseguir la legalización y continuar el proceso de transición a la democracia. Pero, aunque minoritarias, hubo voces en el partido que no estaban de acuerdo con "los criterios que se formulaban" entonces por parte de la dirección sobre ese proceso, según explica Manolo Monereo, exdirigente de IU y el PCE y actual diputado en el Congreso por parte de Unidos Podemos. Monereo acababa de dimitir de la dirección granadina del partido cuando se anunció la legalización, que según él se produjo "porque no podía producirse una apertura democrática sin el PCE".
"La gran mayoría del partido estaba de acuerdo en la estrategia que se siguió, y quienes nos opusimos éramos una minoría muy minoritaria", admite el diputado. No obstante, Monereo señala que esa minoría estaba unida en la idea de que "el PCE tenía un mal análisis de la realidad". "Sobrestimamos nuestra fuerza, y subestimamos al franquismo", lamenta el exdirigente del PCE, que señala que el partido no pudo conseguir la "ruptura democrática" que planteaba y, con la "amenaza de las armas" presente, "legitimó la reforma e hizo concesiones gratis". La república es una de las cesiones que critica Monereo, que no obstante también se opuso al "pacto social de salida del régimen" en los términos en los que se planteó.
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Pero la voz del que fue la mano derecha de Julio Anguita durante su etapa como líder de IU no es la única crítica con el papel del PCE en la transición. El propio coordinador federal de IU, Alberto Garzón, también se ha distanciado públicamente de las acciones que llevó a cabo la dirección comunista de Carrillo durante aquellos años. "El PCE trajo la democracia en un momento muy difícil", pero lo hizo a cambio de ser poco exigente y abandonar sus postulados originales, lamentó Garzón hace apenas unos días en el programa La Sexta Noche.
"Imaginemos que el PCE pide diez, y en una correlación de fuerzas en la que desgraciadamente la izquierda no es suficientemente fuerte, consigue cinco. Bueno, pues es lo que hay [...]. Pero el problema viene cuando uno asume que cinco es exactamente lo que querías conseguir", criticó Garzón, que señaló que Carrillo tomó esta posición "y entonces empezó a asumir unas posiciones de defensa de lo que se había constituido muy poco críticas con la Constitución de 1978".
Y, 40 años después de su legalización, ¿dónde se encuentra el PCE? Según Garzón –que además de coordinador de IU está en la dirección comunista–, la formación "recoge toda la tradición histórica del PCE que trajo la democracia" y en él se mantiene "un colectivo muy amplio con mucha esperanza que mira hacia el futuro para construir un país mejor". No obstante, Monereo no lo tiene tan claro: "El PCE, como un partido en sentido estricto, como organización que agrupa a las fuerzas transformadoras, se presenta a las elecciones, tiene un comité central, células... hace años que no lo veo", señala. Pero eso no implica, según el diputado, que "el ideario comunista" desaparezca: quienes mantienen "ese ideal", sostiene Monereo, terminarán siendo una "corriente ideológica" de una organización más amplia: Unidos Podemos.