El PP sitúa los contactos con otros partidos en “la normalidad institucional” a sabiendas de su inutilidad

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La política tiene mucho de representación. Y el PP quiere hacer de la sesión de investidura y de sus prolegómenos una ceremonia en la que apuntalar la idea de que son ellos quienes ganaron las elecciones y, por consiguiente, quienes tienen derecho a gobernar. Aunque sepan desde el principio, a pesar de que Génova no lo reconozca en público, que la ronda de contactos que el equipo de Alberto Núñez Feijóo tiene previsto iniciar a partir del próximo lunes es un callejón sin salida.

Casi todos los aludidos (PNV, Esquerra, BNG, PSOE y Sumar) ya se lo han hecho saber, a la espera de que Junts confirme oficialmente que el encargo del rey a Feijóo no ha cambiado su intención, manifestada la semana pasada, de votar también en contra.

De ahí que Génova haya empezado a situar la ronda de contactos que quiere organizar a partir del próximo lunes en el terreno de la “normalidad institucional” más que en un intento serio de buscar los cuatro votos favorables que le faltan. “Vamos a intentar hacer algo normal, que es un proceso de conversaciones institucional con los grupos representados en la Cámara”, explicó este jueves el vicesecretario del PP Borja Sémper en declaraciones a RNE.

“Eso no prejuzga nada, simplemente es intentar recuperar una institucionalidad y una normalidad, con luces y taquígrafos, con una fecha clara, sabiendo de qué se está hablando, con todas las formaciones políticas representadas en el Congreso de los Diputados”.

Un acuerdo imposible

Porque, por mucho que se hable, “todo el mundo sabe dónde está el Partido Popular y dónde están el resto de formaciones políticas, entre otras Junts”, admite el que fuera portavoz electoral del PP dando por imposible un acuerdo con el partido de Carles Puigdemont. “Obviamente, todo el mundo sabe lo lejos que estamos Junts y el Partido Popular y lo materialmente imposible que es llegar a acuerdos”. Sobre todo “porque el objetivo prioritario de Junts es conseguir la independencia de Cataluña. Eso hace muy difícil, por no decir imposible, cualquier tipo de acuerdo”.

A pesar ello, y en nombre de la “normalidad institucional”, el PP se dispone a hablar con los independentistas catalanes. El mismo partido al que el también vicesecretario del PP Esteban González Pons defendió el martes pasado diciendo que sus diputados, “más allá de las acciones que cuatro personas, cinco, diez, las que fueran, llevaran a cabo, representan a un partido cuya tradición y legalidad no está en duda”.

Feijóo quiere utilizar esas reuniones, que los interlocutores del PP consideran inútiles, para mostrar lo conveniente que, en su opinión, sería un gobierno de la derecha aunque no tenga mayoría en el Congreso. “Llevamos demasiado tiempo hablando de autodeterminación, de amnistías, de insultos; llevamos demasiado tiempo hablando del ombligo de los políticos y no estamos hablando de las necesidades del país y yo creo que la agenda hay que corregirla”, argumenta Sémper. “Para eso vamos a utilizar este proceso de conversación con el resto de formaciones políticas y el debate de investidura, para poner otra vez el protagonismo donde tiene que estar, que es en España y en los españoles”.

Con todo, el guion redactado por el equipo de Feijóo para ignorar la aritmética parlamentaria y tratar de presentar a su líder como un candidato al que los demás partidos quieren robar su derecho a presidir España, no gusta a todo el mundo en el Partido Popular. El presidente del partido en Cataluña, Alejandro Fernández, advirtió este miércoles del riesgo que corre su partido: “Se avecinan movimientos (y fotos) que van a destruir la reputación de quien los impulse. Porque no hay nada más valioso que ser coherente con tu pasado, tus principios y tus opiniones”.

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Conscientes de que no hay nada que hacer con Junts, con Esquerra o con el BNG, y de que el PNV difícilmente cambiará de opinión y se sumará a una mayoría en la que esté Vox, los estrategas de Génova quieren aprovechar las próximas semanas para presionar al PSOE en busca de cuatro tránsfugas con los que sumar la mayoría absoluta que las urnas les negaron. No tanto porque confíen en encontrar diputados socialistas dispuestos a traicionar a su partido como por alentar una supuesta incomodidad de una parte del PSOE con la posibilidad de resolver la situación judicial de las personas que afrontan procesos en los tribunales por su participación, directa o indirecta, en la declaración unilateral de independencia del 1 de octubre de 2017.

Feijóo ya ha anunciado que planea hacer girar su investidura en torno este asunto, no sobre la situación económica, el desempleo o los fondos euros. Los “pilares básicos” de su candidatura, explicó el martes, después de entrevistarse con Felipe VI, serán “la defensa de la Constitución, el impulso del Estado autonómico”, preservar “la independencia de las instituciones y la igualdad de todos los ciudadanos” y “el respeto escrupuloso a las sentencias judiciales y a los procedimientos judiciales”.

La idea que el PP tratará de proyectar en las próximas semanas y meses es que Feijóo no se queda “cruzado de brazos en casa” resignado a ver cómo se constituye un nuevo gobierno de Sánchez apoyado esta vez por Junts y que sería, afirman, “muy perjudicial para España”. El presidente del Gobierno, aseguran siguiendo el mismo argumentario que Génova utiliza desde hace cinco años, no persigue “el interés general” sino única y exclusivamente mantenerse en el poder. 

La política tiene mucho de representación. Y el PP quiere hacer de la sesión de investidura y de sus prolegómenos una ceremonia en la que apuntalar la idea de que son ellos quienes ganaron las elecciones y, por consiguiente, quienes tienen derecho a gobernar. Aunque sepan desde el principio, a pesar de que Génova no lo reconozca en público, que la ronda de contactos que el equipo de Alberto Núñez Feijóo tiene previsto iniciar a partir del próximo lunes es un callejón sin salida.

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