En los últimos años del régimen de su padre en Egipto, Gamal y Alaa Mubarak eran dueños de su mundo, lleno de foros de inversión, reuniones políticas y chalés de lujo en Egipto y en el extranjero. La economía liberalizada bajo el mandato del presidente Hosni Mubarak estaba en auge y los hermanos tenían los contactos necesarios para sacar provecho.
Se privatizaron empresas estatales y el Gobierno vendía a bajo precio suelo de su propiedad, todo ello para que se lucrasen las personas adecuadas. Los hermanos acumularon cientos de millones de dólares en villas, coches de lujo y acciones en importantes empresas egipcias, una riqueza llamativa en un país en el que una cuarta parte de la población vivía con menos de 3,20 dólares al día.
Sus familiares y socios empresariales también prosperaron. Los tratos de favor dispararon los beneficios de las compañías propiedad de la familia política y de los aliados de Mubarak. Y la situación sólo iba a mejorar: Gamal, que había encabezado las reformas económicas, era el favorito para suceder a su padre como presidente.
Todo ese mundo se derrumbó en tres semanas de 2011, cuando millones de personas protestaron en el mundo árabe, exigiendo responsabilidades a una clase dirigente que había acaparado la riqueza y la había enviado al extranjero durante décadas. Mubarak dimitió en febrero, y en media hora las autoridades suizas habían congelado cientos de millones de dólares de activos vinculados a él y a los miembros de su gobierno.
Comenzó entonces una caza mundial en busca de los millones de Mubarak. En los meses y años siguientes también se congelaron activos vinculados a otros funcionarios en Yemen, Siria y Libia. Pero el inventario completo del dinero escondido en el extranjero ha seguido siendo difícil, especialmente en las jurisdicciones donde predomina el secreto.
Ahora, los datos filtrados de Credit Suisse ofrecen una nueva perspectiva de la riqueza que los Mubarak y otras élites tenían en el banco con sede en Zúrich en los años anteriores a la Primavera Árabe, y después de que ésta empezara a poner en peligro su control del poder.
Esta información sobre las cuentas en Suiza de líderes y empresarios árabes forma parte de la investigación periodística Suisse Secrets, basada en una filtración realizada hace más de un año al periódico alemán Süddeutsche Zeitung por una fuente anónima. Se trata de datos sobre más de 18.000 cuentas abiertas en el banco Credit Suisse. En la investigación han participado 48 medios y 163 periodistas de 39 países, coordinados por la organización OCCRP (Organized Crime and Corruption Reporting Project) y el Süddeutsche Zeitung. infoLibre es el único medio español que forma parte de este proyecto. [Puedes ver aquí la lista con los medios que participan en Suisse Secrets y las claves del proyecto, leer aquí las motivaciones que llevaron a la fuente a realizar la filtración y consultar aquí la versión oficial del banco].
Los datos muestran que los hermanos Mubarak tenían seis cuentas en Credit Suisse. Una de ellas a nombre de Alaa se abrió ya en 1987, cuando tenía 27 años. Otra cuenta conjunta de los dos tuvo un saldo máximo de 277 millones de francos suizos, cantidad sugerida en su día por declaraciones de las autoridades egipcias, pero que nunca fue confirmada.
Los activos de los hermanos en el banco sí parecen haber sido congelados tras la Primavera Árabe, aunque nadie lo ha reconocido expresamente. A través de sus abogados, los Mubarak aseguraron que todos sus activos "fueron plenamente declarados y adquiridos a partir de sus actividades empresariales profesionales" y "se originaron a partir de fuentes totalmente legítimas y legales".
La información de Suisse Secrets también descubre cuentas no declaradas anteriormente a nombre de los suegros de ambos hermanos, Mohamed Magdy Rassekh y Mahmoud Yehia El-Gammal, algunas con millones de francos suizos. Otras cuentas estaban a nombre de algunos de los socios empresariales de la familia, incluidos algunos implicados en juicios por corrupción tanto antes como después de la Primavera Árabe.
Los datos filtrados tenían más cuentas de Egipto que de cualquier otro país árabe. Pero muchos personajes ricos y poderosos de la región también aparecen en los datos: presidentes, familias reales, ministros, espías y magnates con estrechos vínculos gubernamentales. Los titulares de las cuentas proceden de más de media docena de países donde prendieron las protestas de la Primavera Árabe, como Siria, Yemen, Libia, Argelia, Marruecos y Jordania. Estas cuentas, que ofrecen una visión de la riqueza que las élites árabes poseían en el extranjero en la década anterior a la revuelta, tenían en conjunto un valor de al menos 1.000 millones de dólares.
Los datos también revelan el rol que Credit Suisse desempeñó durante años, permitiendo que las élites árabes ocultaran su riqueza en el extranjero, incluso cuando ellos y sus gobiernos eran acusados de perjudicar a toda una región a través de corrupción y nepotismo. Quejas que se encuentran en el corazón de las protestas de la Primavera Árabe.
Algunos clientes tuvieron cuentas a pesar de años de escándalos, como ocurre con Hussein Salem, un estrecho colaborador de Mubarak cuyo nombre se convirtió en sinónimo de corrupción y amiguismo. Otros, entre ellos algún jefe de los servicios secretos, se vieron implicados en violaciones de los derechos humanos, como la tortura y las entregas extralegales de prisioneros patrocinadas por Estados Unidos.
Expertos afirman que los bancos suizos y otras entidades financieras internacionales participaron en el movimiento de los mismos fondos que los manifestantes de la Primavera Árabe querían recuperar. Waleed Nassar, un abogado que trabajó en la recuperación de activos de Egipto, denuncia que los bancos extranjeros construyen regularmente relaciones personales con los clientes ricos de Egipto, a menudo ayudando a enviar dinero fuera del país de manera que no saltasen las alarmas.
"Usted y yo no podemos ir a un banco ahora mismo y salirnos con la nuestra en algunas cuestiones básicas que son atípicas desde el punto de vista del protocolo, pero estos tipos sí pueden", destaca Nassar. "De no ser por su conducta, para empezar gran parte del dinero nunca habría podido ser transferido fuera de Egipto".
En un comunicado, Credit Suisse rechazó "las acusaciones e inferencias sobre las supuestas prácticas comerciales del banco" y aseguró que estaba trabajando continuamente "para reforzar su marco de cumplimiento y control". El banco añadió que las cuentas de la investigación periodística eran "predominantemente históricas" y "basadas en información parcial y selectiva sacada de contexto, lo que resulta en interpretaciones tendenciosas de la conducta comercial del banco".
"Aunque Credit Suisse no puede hacer comentarios sobre las posibles relaciones con los clientes, podemos confirmar que se han tomado medidas en línea con las políticas aplicables y los requisitos regulatorios en los momentos pertinentes, y que las cuestiones relacionadas ya se han abordado", afirmó la entidad financiera suiza.
La riqueza de un exvicepresidente sirio
Durante los años que estuvo abierta su cuenta en Credit Suisse, el ex vicepresidente sirio Abdul Halim Khaddam consiguió acumular decenas de millones de dólares en efectivo, acciones de empresas y mansiones palaciegas, una fortuna sorprendente para alguien que fue funcionario público toda la vida.
Khaddam ocupó cargos gubernamentales de alto nivel entre 1970 y 2005, primero como ministro de Asuntos Exteriores y luego como vicepresidente bajo el mandato de Hafez Al-Assad. Saltó a la fama en la década de 1980, cuando ayudó a diseñar la participación de Siria en la guerra civil del vecino Líbano y su posterior ocupación del país.
Con el objetivo de respaldar a los políticos libaneses pro-Damasco, Khaddam entabló una amistad con el rico empresario Rafik Hariri, apoyando su exitosa candidatura a primer ministro de Líbano en 1992. Hariri era conocido por engrasar sus relaciones con dinero, y su amistad con Khaddam no fue una excepción.
Un antiguo funcionario sirio de alto nivel confesó a OCCRP que Khaddam había "dominado el Líbano a través de Hariri", quien a su vez le pagó con favores. Recordó haber conocido a Khaddam en Damasco, donde el vicepresidente "llevaba una vida de leyenda". El nivel de corrupción de Khaddam era tan evidente que "no necesita documentos" para ser probado, señaló el exfuncionario.
Nuevas acusaciones contra Khaddam surgieron después de que Hariri fuera asesinado durante su segundo mandato como primer ministro en 2005, un asesinato del que se culpó ampliamente al régimen de Damasco.
Al año siguiente, Khaddam desertó del gobierno sirio dirigido por su actual presidente, Bashar Al-Assad, y huyó a París. Como represalia, los funcionarios sirios comenzaron a filtrar detalles de sus negocios previos.
En una sesión informativa con periodistas, los funcionarios dijeron que Khaddam había recibido unos 500 millones de dólares de Hariri a lo largo de dos décadas, parte de ellos en forma de casas, yates y fondos depositados en cuentas bancarias francesas, libanesas y suizas. Los medios de comunicación sirios también informaron de que Khaddam había aceptado sobornos en la década de 1980 para permitir que Francia y Alemania enterraran residuos radiactivos en el desierto.
Los detalles de la cuenta en Credit Suisse de Khaddam, de la que era titular junto con su esposa y sus tres hijos, confirman que la familia efectivamente acumuló una riqueza sustancial mientras Khaddam estaba en el cargo. La cuenta fue abierta en 1994 y alcanzó su mayor saldo, de casi 90 millones de francos suizos, en septiembre de 2003.
Khaddam murió en 2020. Sus hijos no respondieron a las llamadas telefónicas ni a las repetidas solicitudes para conocer su versión enviadas por correo electrónico y mensajes telefónicos de texto.
El exvicepresidente fue sólo uno de los muchos miembros de la élite árabe que utilizó Suiza para acumular su riqueza. Durante años, el secreto financiero y la relativa estabilidad del país lo convirtieron en un destino popular para fondos legales e ilegales.
"La percepción de que era un refugio seguro para ocultar la riqueza de una manera que proporcionaba altos niveles de confidencialidad convirtió a Suiza en un destino atractivo para muchos individuos", explica a OCCRP Jackson Oldfield, un investigador del Foro Civil para la Recuperación de Activos.
Suiza y otros países europeos también se consideraban "estables en el sentido de que el dinero no iba a desaparecer por culpa de las fluctuaciones monetarias, a causa de potenciales gobiernos inestables en el futuro".
Cinco líderes árabes con cuentas en el banco
Al menos cinco jefes de Estado o de gobierno árabes disponían de cuentas en Credit Suisse, según muestran los datos filtrados del banco suizo.
El rey Abdullah II de Jordania, receptor de miles de millones de dólares en ayuda estadounidense y europea, tenía cuentas con cientos de millones de francos suizos. Su esposa y el máximo responsable económico del palacio real también eran clientes del banco.
Los abogados que representan a la familia real jordana confirmaron a The Guardian –uno de los medios que participa en Suisse Secrets– que el rey había tenido múltiples cuentas en Credit Suisse y que seguía operativa una de ellas, abierta en 2014 y con un saldo máximo superior a 15 millones de francos suizos en 2016.
Dichos abogados indicaron que las "cuentas se utilizan para la adquisición de activos, inversiones, gastos operativos y personales y desembolsos generales, incluida la financiación de ciertas iniciativas reales". Además, señalaron que el rey y la reina "nunca han desviado fondos del Tesoro, de los activos públicos, de la ayuda internacional o del presupuesto gubernamental hacia cuentas situadas en el extranjero o para su enriquecimiento personal".
El antiguo sultán de Omán, Qaboos bin Said, tenía dos cuentas, entre ellas una abierta en 1971 cuyo valor máximo llegó a superar los 177 millones de francos suizos. Las autoridades omaníes no respondieron a las reiteradas peticiones de comentarios sobre la cuenta.
El empresario y político iraquí Ayad Allawi tuvo cuentas a partir de la década de 1980, coincidiendo con el tiempo en que dirigió un partido de exiliados iraquíes apoyado por Occidente y como primer ministro de Irak tras la invasión estadounidense. El saldo máximo de una de las cuentas superó los cinco millones de francos suizos. Allawi no respondió a las solicitudes por correo electrónico para conocer su versión.
El hombre fuerte de Argelia, Abdelaziz Buteflika, que se vio obligado a dimitir tras las protestas masivas contra su candidatura a un quinto mandato en 2019, mantuvo una cuenta junto a otros miembros de su familia que se solapó temporalmente con gran parte de su mandato como presidente. El saldo máximo alcanzó más de 1,4 millones de francos suizos. Buteflika murió en 2021.
Samir Rifai, el ex primer ministro de Jordania, que dimitió en 2011 en medio de manifestaciones populares, también tenía varias cuentas. Rifai aseguró a los periodistas de Suisse Secrets que los fondos procedían de fuentes legítimas, como la venta de propiedades familiares, y que habían sido declarados a las autoridades competentes. Descartó "total, inequívoca y absolutamente" cualquier sospecha de que esos fondos tuvieran un origen ilícito.
El ex vicepresidente de Yemen Ali Salim Al-Bidh también tuvo una cuenta con un saldo máximo que superó los siete millones de francos suizos. Su hijo, contactado por el OCCRP, no respondió a las preguntas planteadas.
Otros clientes famosos
Junto a jefes de Estado o de gobierno, los datos filtrados también incluyen nombres de jefes de espionaje o personas conectadas con los servicios de inteligencia.
En Siria, estos clientes del banco incluían a Mohammad Makhlouf, el hermano de la esposa del ex presidente Hafez Al-Assad, que actuó durante años como testaferro de su cuñado mientras aprovechaba sus vínculos políticos para crear un imperio comercial que abarcaba el tabaco, los inmuebles, la banca y el petróleo.
El magnate egipcio Hussein Salem, un viejo aliado de Mubarak con vínculos en las agencias de inteligencia del país, fue cliente de Credit Suisse durante más de tres décadas. Era titular de al menos doce cuentas con saldos que a menudo ascendían a decenas de millones, a pesar de haber sido vinculado públicamente con escándalos de corrupción durante años, tanto antes como después de la Primavera Árabe.
Incluso Libia –sancionada por Naciones Unidas en 1992 para obligar a Muammar Gaddafi a cooperar con las investigaciones sobre el atentado contra un avión en Lockerbie (Escocia)– le proporcionó numerosos clientes, incluyendo un grupo de individuos acusados de saquear un fondo público de desarrollo durante dos décadas.
Salem murió en 2019 y Makhlouf en 2020. El OCCRP envió mensajes al abogado de Salem por correo electrónico y al hijo de Makhlouf, Rami, a través de sus cuentas en las redes sociales, pero no recibió respuesta.
Élites conectadas entre sí
Desde su posición de alto nivel en el gobernante Partido Nacional Democrático de Egipto, Gamal Mubarak supervisó muchas de las reformas económicas de su padre en los años anteriores a la Primavera Árabe. La liberalización fue muy popular entre los inversores, pero apenas mejoró las condiciones de vida de la mayoría de egipcios: las tasas de pobreza aumentaron desde el 17 al 25 por ciento en los tres lustros anteriores a 2011.
Al mismo tiempo, élites vinculadas a los Mubarak se beneficiaron del nuevo entorno empresarial, comprando propiedades estatales y otros activos a bajo precio y familiares, y que habían sido declarados a las autoridades competentes. Descartó "total, inequívoca y absolutamente" cualquier sospecha de que esos fondos tuvieran un origen ilícito.
El ex vicepresidente de Yemen Ali Salim Al-Bidh también tuvo una cuenta con un saldo máximo que superó los siete millones de francos suizos. Su hijo, contactado por el OCCRP, no respondió a las preguntas planteadas.
Élites conectadas entre sí
Desde su posición de alto nivel en el gobernante Partido Nacional Democrático de Egipto, Gamal Mubarak supervisó muchas de las reformas económicas de su padre en los años anteriores a la Primavera Árabe. La liberalización fue muy popular entre los inversores, pero apenas mejoró las condiciones de vida de la mayoría de egipcios: las tasas de pobreza aumentaron desde el 17 al 25 por ciento en los tres lustros anteriores a 2011.
Al mismo tiempo, élites vinculadas a los Mubarak se beneficiaron del nuevo entorno empresarial, comprando propiedades estatales y otros activos a bajo precio y Ø procedía "de su trabajo y de los ingresos por las participaciones que tenía en las empresas en las que asumió un papel directivo".
Los juicios por corrupción celebrados tras la Primavera Árabe demostraron que, además de los vínculos familiares y la copropiedad de algunas de las mayores empresas del país, muchas de estas élites también estaban conectadas entre sí a través de acuerdos sospechosos entre bastidores.
Uno de los beneficiados fue Mohamed Magdy Rassekh, cuya hija Heddy estaba casada con Alaa, el hermano de Gamal. A lo largo de la década de 1990, Rassekh acumuló numerosos activos, incluso en el sector del gas. También invirtió en el sector inmobiliario, siendo presidente no ejecutivo del promotora egipcia SODIC.
Después de la Primavera Árabe, un tribunal determinó que Rassekh había conspirado con un antiguo ministro de Vivienda para obtener parcelas en las afueras de El Cairo a precios inferiores a los de mercado. En 2012, Rassekh fue condenado a cinco años de prisión, aunque el año pasado consiguió llegar a un acuerdo de "reconciliación" con las autoridades egipcias por el que él y el ministro pagaron uno 80 millones de dólares a cambio de que se les retiraran los cargos.
Los datos de Suisse Secrets muestran que Rassekh fue cliente de Credit Suisse ya años antes de la Primavera Árabe. Una cuenta abierta en 2005 tenía más de tres millones de francos suizos al año siguiente. Fue cerrada en 2015, más de cuatro años después de que su nombre apareciera por primera vez en las listas de personalidades cuyos activos fueron congelados tras el levantamiento en Egipto. Credit Suisse declinó hacer comentarios sobre la cuenta, pero destacó que siempre se adhirió a las políticas y leyes aplicables y abordó cualquier problema que surgiera.
El rastreo de los activos de Rassekh y de otros miembros de la familia Mubarak muestra lo profundamente entrelazados que estaban los vínculos familiares, empresariales y políticos en vísperas de la Primavera Árabe, y cómo muchas de las figuras clave del sistema disponían de cuentas en Credit Suisse.
- Tanto Mallawany como Alaa Mubarak tenían acciones en otra promotora inmobiliaria de lujo, Palm Hills, dirigida por el multimillonario Yasseen Mansour, quien también era titular de múltiples cuentas en Credit Suisse. Los activos de Mansour fueron congelados brevemente en 2011 por cargos de corrupción, pero estos se archivaron al año siguiente. Es público que ese archivo se produjo después de pagar una importante cantidad a las autoridades.
- Una de las cuentas de Credit Suisse de Mansour estaba a nombre de varias personas, entre ellas otro magnate inmobiliario egipcio, Hisham Talaat Moustafa. Los datos muestran que el nombre de Moustafa aparecía en múltiples cuentas de Credit Suisse, incluida una de su familia que permaneció abierta después de que fuera condenado en 2009 por el asesinato en Dubai de su amante, una cantante pop libanesa. Moustafa no respondió a las llamadas y mensajes enviados a sus números personales y de empresa para conocer sus explicaciones.
- El suegro de Gamal Mubarak, Mahmoud Yehia El-Gammal, que fue condenado por cargos de enriquecimiento después del levantamiento de la Primavera Árabe, también fue titular de una cuenta en Credit Suisse entre 2006 y 2013 que llegó a tener fondos por valor de casi 20 millones de francos suizos. Gammal no respondió a las repetidas solicitudes de comentario enviadas a su abogado.
- El ministro de Información de Mubarak, Anas El-Fekky, condenado por soborno y malversación de fondos públicos en 2014, tenía una cuenta que llegó a acumular más de tres millones de francos suizos en 2007. (En 2011, Fekky indicó a los investigadores egipcios que había depositado dos millones de dólares en un "banco suizo", pero no se dieron detalles. No está claro si se refería a la cuenta del Credit Suisse o no). Fekky tampoco respondió a las peticiones para conocer su versión, realizadas tanto a través de sus cuentas en redes sociales como en llamadas a su empresa.
¿Cómo terminaron todos estos personajes, conectados entre sí, en la misma entidad financiera de Suiza? Un antiguo ejecutivo de alto nivel de Credit Suisse explicó a OCCRP que en los mercados emergentes el banco solía centrarse en la contratación de personal de "buenas familias" que "tuvieran acceso a familias ricas" y pudieran proporcionar referencias para otros clientes de posición similar.
A menudo, añadió ese exdirectivo, el acceso a las conocidas como PEP –persona expuesta políticamente– se producía a un nivel directivo “muy alto" y permitían al cliente "saltarse el procedimiento normal", mientras que los encargados de gestionar las cuentas eran "burócratas o funcionarios del banco" que "no hacían preguntas, no tenían conocimiento de la región ni de la banca".
"De cara al exterior, el banco se ajusta a la letra de sus normas y leyes, pero en realidad lo que importa es el tamaño de su chequera del cliente. En ese caso, mirarán en otra dirección", concluyó el ex ejecutivo.
Credit Suisse rechaza esta descripción del funcionamiento del banco: "Como institución financiera líder a nivel mundial, Credit Suisse es profundamente consciente de su responsabilidad, ante los clientes y ante el sistema financiero en su conjunto, para garantizar que se mantengan los más altos estándares de conducta". Además, en referencia a las preguntas planteadas por los periodistas de Suisse Secrets, sostiene que "estas acusaciones de los medios de comunicación parecen ser un esfuerzo concertado para desacreditar al banco y al mercado financiero suizo, que ha experimentado cambios significativos en los últimos años".
Conozca al nuevo jefe
Hay evidencia de que muchas de esas élites de Oriente Medio enviaron dinero a Suiza y a otros lugares de Europa para ponerlo a salvo mientras los manifestantes golpeaban en sus países los muros de sus privilegios.
Las autoridades suizas informaron de un aumento de las "transacciones sospechosas" –aquellas potencialmente asociadas a sobornos, blanqueo de capitales u otros delitos– procedentes de países árabes hasta superar los 600 millones de francos suizos en 2011. Atribuyeron el aumento tanto a unos requisitos de información más estrictos como a los disturbios de la Primavera Árabe.
En septiembre de 2011, el Banco de Pagos Internacionales, una institución financiera con sede en Suiza que es propiedad de los bancos centrales, señaló que en los tres meses anteriores las entidades financieras internacionales habían comunicado un aumento de los pasivos con los residentes egipcios de más de 6.000 millones de dólares y con los residentes libios de más de 2.000 millones de dólares. Ello reflejaba muy probablemente, según señaló, que "fondos nacionales se trasladan fuera de los dos países como resultado de los elevados niveles de incertidumbre política y económica".
Los datos de Suisse Secrets no muestran cuántas de estas transacciones, si es que hay alguna, involucraron al banco suizo. Pero al menos un cliente de élite movía dinero al extranjero a través de Credit Suisse. Los documentos de una investigación judicial en España muestran que la familia de Hussein Salem, el viejo socio de Mubarak, transfirió 3,5 millones de euros desde Egipto a una cuenta en Credit Suisse el 24 y el 26 de enero de 2011, justo cuando las protestas comenzaban en Egipto.
A medida que avanzaba la Primavera Árabe, quedaba cada vez más claro que las demandas de los manifestantes para acabar con la corrupción sólo se cumplirían con medidas parciales, si es que se cumplían.
En Libia, Siria y Yemen, las revueltas se convirtieron en guerras civiles, lo que acabó con cualquier esperanza de reforma. Las monarquías de Jordania, Marruecos y los Estados del Golfo se mantuvieron firmes mientras instauraban reformas cosméticas.
El experimento democrático de Egipto terminó abruptamente en el verano de 2013, cuando un militar llamado Abdelfatah El-Sisi derrocó al primer presidente elegido libremente en el país, Mohamed Morsi. El optimismo dio paso a la constatación de que la mayoría de los activos suizos congelados tras el levantamiento no serían devueltos.
En Egipto, una serie de acuerdos de "reconciliación" provocó que se retiraran muchos cargos de corrupción. En 2017, las autoridades suizas anunciaron que ponían fin a su programa de asistencia legal con El Cairo y descongelaban los activos relacionados, aunque unos 430 millones de francos suizos bajo investigación criminal en Suiza –la mayor parte aparentemente relacionados con los hermanos Mubarak– permanecieron congelados.
En noviembre del año pasado, un tribunal egipcio emitió una resolución que anulaba la congelación de activos de los hermanos Mubarak. A través de su abogado, los hermanos dijeron que en diciembre el fiscal federal suizo "notificó a las partes la inminente conclusión y cierre del caso".
Jackson Oldfield, del Foro Civil para la Recuperación de Activos, denuncia que aunque la Primavera Árabe trajo una nueva atención a los flujos financieros ilícitos entre Europa y el norte de África, "nada ha cambiado demasiado sustancialmente".
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"El tema subyacente sigue siendo que es relativamente fácil ocultar la riqueza ilícita en Europa, que es un lugar relativamente acogedor para hacerlo. No es un problema que haya terminado. Todavía está muy presente", mantiene el activista.
Nassar, el abogado que trabajó en la recuperación de activos en Egipto, cree que los esfuerzos comenzaron a perder fuerza a medida que la voluntad política de encontrar y devolver los activos retrocedía. Y recuerda que incluso bajo el mandato de Morsi muchos funcionarios cuestionaban el éxito del programa.
"Siempre se mostraron escépticos sobre si podríamos recuperar algún dinero. En retrospectiva, creo que fueron clarividentes", se lamenta Nassar.