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Sabiduría adolescente

Sabiduría adolescente

Bárbara Celis (Ctxt)

A veces el día se te cruza sin motivo aparente, como si hubieras bebido aguarrás, ladras en exceso y tratas mal a todo incauto que se te ponga delante, tu hija, tu marido, el panadero, cualquiera. El mundo ha encogido de repente, tanto que te crees que sólo tú y tus problemas caben en él y de repente zas, llega un chaval de 16 años, que encima se ha muerto el día de tu cumpleaños y te pega tremendo bofetón. Eso sentí al encontrarme con el artículo de Max Edwards, al que llegué por casualidad, como suele ocurrir cuando navegas por Internet buscando otra cosa.

El título “Tengo 16 años y hace cinco meses me diagnosticaron cáncer terminal” me indujo a pensar que sería un artículo lacrimógeno de esos que se publican para acumular muchos clics. Aun así, la curiosidad, el morbo o la inercia me llevaron a leerlo. El primer párrafo terminaba así: “Creo que es sorprendente lo fácil que es adaptarse a este tipo de noticias (la noticia de tu muerte). Después de un tiempo, aunque no niego el significado personal, la verdad es que lo importante no cambia”.

Me quedé enganchada. No sólo estaba tremendamente bien escrito. Encima decía cosas inteligentes sobre la muerte, cosas que uno rara vez escucha por boca de un adulto. Por una vez, pese a su título, no era la clásica ñoñez que puebla las listas de artículos más leídos de periódicos serios y menos serios. “Pronto me di cuenta de que da igual morirse dentro de diez años o de dos meses: en cualquier caso te despiertas, te das una ducha y te tomas un café por la mañana”. Ser capaz de banalizar el acto más temido por todo ser humano, el momento que, al margen de culturas y religiones, aterroriza a todos los habitantes del planeta, me pareció un ejercicio de sabiduría tan poco común que quise saber más sobre su autor. Sobre todo tras llegar al final de aquel texto, que publicaba The Guardian: “Pena, dolor y simpatía son emociones naturales y tienen su lugar pero para mí ha sido más efectivo el mensaje 'Deja de quejarte y asúmelo'. El estoicismo, creo, es más efectivo que la pena: un simple test de realidad que te ayuda a poner las cosas en perspectiva. Ayuda pensar que aunque me estoy muriendo, no todo gira alrededor de mí. Al final soy sólo uno entre 7.000 millones, un número que, como mi cáncer, seguirá creciendo y multiplicándose en los próximos meses. […] Así puedes llegar a la inevitable y extrañamente reconfortante aceptación de que todos vamos a morir: yo, tú, todos. Asúmelo”.

Pero resulta que este joven pelirrojo de York, al que su cáncer derrotó el pasado sábado, mientras yo celebraba mi cumpleaños (yo, yo, yo), no sólo ha escrito sobre su propia muerte sino sobre marxismo. Llevaba dos años escribiendo un blog titulado The anonymous revolutionary, del que recientemente se publicó un libro con el mismo nombre y el subtítulo "A Collection of communist writings". Que alguien de 16 años –15 cuando empezó el blog– se declare marxista, leninista e internacionalista me impresiona. La mayoría de la gente de su edad no tiene ni idea de lo que significan esas palabras y si Marx le suena seguramente piense que es un cantante de moda, o quizás un político trasnochado. Para Max Edwards, en cambio, era importante discutir sobre socialismo revolucionario en el contexto político de hoy, dos décadas después de la caída del muro de Berlín, cuando lo que domina el planeta es el capitalismo.

En su blog se hace preguntas, algunas sesudas, otras naíf, todas inteligentes, habla de Cuba, de Rusia, de Tsipras, de Vietnam, de China, recorre el planeta política y geográficamente y lo cuestiona todo, incluido a Jeremy Corbyn, el líder del Partido Laborista, ese que el establishment británico se empeña en tachar de "radical" y que para este inglés de 16 años era demasiado light porque aunque “ataca el capitalismo no se comprometería con la alternativa comunista”. ¿Estaba él dispuesto a ir a las barricadas para conseguir un mundo más justo? Lo mejor es su sinceridad, su honestidad, y su capacidad para cambiar de perspectiva, para reconocer sus debilidades, algo que debería servir de lección para todos esos políticos ciegos y sordos que pueblan nuestra vida diaria. En su último post Max contaba que le habían invitado a dar una vuelta en un jet privado. “A riesgo de parecerme a Donald Trump” quería demostrar que pese a criticar el capitalismo y sus consecuencias, él disfruta de muchos de los privilegios de vivir en una sociedad capitalista como uno de sus miembros aventajados. ¿Eso le convierte en un hipócrita? ¿Lo eran Marx, y Lenin, y Trotsky, todos procedentes de clases aventajadas? “Creo en la redistribución justa de la riqueza, aunque viva una vida acomodada dentro de los límites de una casa con calefacción. Para mí es fácil hablar de problemas que no sufro, aun así lo hago. ¿Me convierte eso en un hipócrita? Posiblemente. Pero quiero al menos reconocer la ironía […], reconocer que soy deshonesto, sin renunciar a la vida que vivo. Es lo más decente que puedo hacer”. A ustedes la reflexión final. 

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