Talento a la fuga
“Me siento traicionada por el sueño que nos vendieron: si sacas buenas notas tendrás un futuro”
Cumplir con todos los mandamientos del mantra neoliberal que promete el éxito a través de la formación, los méritos y el emprendimiento no bastó para que Elena Sánchez-Vizcaino pudiera asegurarse un presente en una España devastada por la crisis. De poco le ha servido a esta joven madrileña de 32 años todo el esfuerzo depositado en sus dos licenciaturas, tres másteres, su doctorado en Comunicación, educación y sociedad, y siete años como empresaria. Después de intentarlo todo y, tras comprobar que, hiciera lo que hiciera, España sólo le ofrecía el vacío laboral, acabó optando por marcharse a Estados Unidos. Allí termina ahora su cuarto máster y ha logrado hacerse con un contrato laboral de profesora asistente en el área de las artes teatrales.
“Al final serán otros países los que se aprovechen del talento de nuestra generación. Y Elena es un claro ejemplo de eso”, dice Ignacio Gallego, un licenciado en Historia de 36 años, compañero de máster de la joven madrileña y que, tras dos años en EEUU, de momento, declina la posibilidad de establecerse en el extranjero y prepara su viaje de regreso a España.
“No espero encontrarme un país recuperado por más que los políticos exhiban esos datos macroeconómicos. Solo mantengo la esperanza de que la situación política cambie, de que haya un gobierno que apueste por la educación y lo público”. Una frustración que comparte con su compañera Elena: “Me siento traicionada por el sueño que nos habían vendido: si sacas buenas notas y estudias todo lo que puedas, tendrás un futuro. Y de pronto llegas y te ves en España buscando trabajo y engañando con tu currículum por el temor a que te digan que estás sobre cualificado”.
“El patriotismo es llorar de rabia desde el extranjero viendo las noticias”
Jóvenes y con un grueso currículum a sus espaldas, ambos agotaron todas sus posibilidades laborales en España antes de decidirse a partir a EEUU. De licenciado en historia a profesor de español en Auburn (Alabama), Ignacio también ha probado suerte como camarero, guía turístico, arqueólogo y monitor de gimnasio. Un rosario de trabajos en precario que no le apartan de su sueño de ser profesor en la educación pública.
Un camino que ve cada vez más inaccesible por la incesante política de recortes del Gobierno: “Da igual si eres un arquitecto o un científico brillante, como no seas torero, tertuliano o futbolista tienes muy mal futuro en España”, explica con un humor que no logra ocultar la tristeza e indignación que le producen las noticias que le llegan desde su país: “Cuando la gente habla de patriotismo, pienso que es lo que me pasa a mí: llorar de rabia desde el extranjero viendo las noticias, viendo cómo la gente lo pasa mal mientras otros roban”.
Mientras Ignacio cuenta ya en días el tiempo que le queda para regresar a España, Elena se prepara para iniciar su nuevo empleo en una universidad de Arizona como profesora e investigadora en su especialidad: la producción teatral. “De repente me he dado cuenta de que dar clases de producción de teatro en los EEUU no solo no es imposible, sino que además te pagan y puedes hacer investigación y cosas que para mí eran inaccesibles”.
Lo cuenta entre la alegría que le produce poder dedicarse por fin a lo que le apasiona y la tristeza de tener que abandonar su país natal: “Lo que me da pena es que España no va a saber nada de mí y que no voy a poder enseñarle nada de lo que he aprendido, que además lo he aprendido allí”.
“En España el pequeño empresario está muerto”
Y no es que Elena no lo haya intentando. Durante siete años se sirvió de sus dos licenciaturas en la Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid y en Publicidad y Relaciones Públicas, para hacer funcionar una empresa de producción teatral que no sólo le permitió dar salida a sus aspiraciones profesionales, sino crear empleo. Un proyecto que se vino abajo cuando “la crisis llegó como un huracán”, arrasando con las pequeñas y medianas empresas: “En España el pequeño empresario está muerto”, asevera. “De repente, me vi sin derecho a paro, con 27 años, rezando a todo lo que podía para que no me enchironaran por falta de pago”, explica con la misma sonrisa con la que ha ido sorteando todas las dificultades que se ha ido encontrando por el camino que finalmente la ha llevado hasta EEUU.
Educación pública a tiempo parcial
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El cierre de su empresa no mermó ni el optimismo ni las ilusiones de Elena, que vio en la formación la vía definitiva para encontrar un hueco en el mermado y competitivo mercado laboral. “Empecé a estudiar y a hacer la tesis para intentar trabajar en una universidad”, explica. “Lo intenté en la Universidad Europea, y de las públicas olvídate, porque para empezar no existe la rama de producción teatral como una carrera y era complicado”.
Fueron unos años en los que llegó a completar tres máster y un doctorado. “Intentas salir de la crisis y reinventarte y vas siguiendo los consejos de la gente que te recomienda seguir estudiando”. Pero el empeño de esta joven madrileña apenas dio resultados. “En España creo que daba igual que en tu currículum figuraran tres o cinco máster. Daba exactamente lo mismo, y eso es una desgracia y una pena”, sentencia.
Tanto Ignacio como Elena dicen reconocerse en la llamada generación perdida. Esa que según él, probablemente acabe siendo la mejor preparada en décadas, porque las venideras tendrán un acceso cada vez más restringido a la educación pública. “Esa de cuyo talento se van a aprovechar otros países”, lamenta, la misma que según Elena “se ha tirado por el retrete”.