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Tiempos de hipérbole una vez más: desmontando el “España se rompe”

Cientos de personas convocadas a través de las redes sociales protagonizan una protesta contra la ley de amnistía y el Gobierno este sábado cerca de la sede del PSOE de la calle Ferraz.

Donald Trump suele utilizar un vocabulario equivalente al de un adolescente de sexto de primaria. Así lo demostró un estudio de la Carnegie Mellon University de Pensilvania en la campaña presidencial de las elecciones de Estados Unidos de 2016. Estos días, sería muy interesante realizar este mismo estudio a los políticos de la derecha que alertan de forma catastrófica sobre la amnistía.  

Como las palabras más repetidas por Trump (fallido, desagradable, triste, débil...), la mayoría del léxico que utiliza la oposición para criticar los acuerdos entre el PSOE y los partidos independentistas catalanes es simple y directo y tiene una fuerte carga emocional negativa. “La democracia se vende” o "Sánchez es un peligro para España y hay que actuar” son frases que han utilizado esta semana, por ejemplo, la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el expresidente José María Aznar.  

Desde que, a finales de los noventa, Aznar popularizase el “España se rompe”, ha sido una idea a la que han recurrido todos sus sucesores cuando no son ellos los que pactan con el nacionalismo para llegar al poder. La hipérbole discursiva es su zona de confort. Y lejos de llevar a cabo una crítica legítima y necesaria a la cuestionable amnistía, han vuelto a calentar la calle, provocando escenas y gritos como los de la protesta en Ferraz de este fin de semana, con la mísmisa Esperanza Aguirre cortando el tráfico. 

Héroes y villanos, salvadores y peligrosos

Durante esta última legislatura, el marco discursivo que ha alimentado el Partido Popular se ha basado en construir un relato de contraste entre el ellos y el nosotros. Todo un clásico en la comunicación política. Una estrategia que se reforzó en la campaña al 23J creando la trampa discursiva de la falsa disyunción entre “Sánchez o España”, a la que se refirieron en innumerables ocasiones Feijóo y otros líderes del partido.

Como explican los célebres sociólogos Snow y Benford en su teoría de los campos de identidad, el PP intenta transmitir que Sánchez y los partidos independentistas son los villanos, los antagonistas, los malos, cuyo único objetivo es romper España. Mientras, el héroe es Alberto Núñez Feijóo junto a su compañero de bloque, Santiago Abascal, y su líder más fuerte, Isabel Díaz Ayuso. Ellos intentan proteger y alertar a la ciudadanía de las supuestas fechorías del peligroso líder del PSOE. 

El eslogan “España se rompe” es perfecto para reforzar este marco discursivo del PP, que se ha intensificado desde la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno. “Es una metáfora muy expresiva. El verbo ‘romper’ tiene connotaciones negativas y es una frase que se suele utilizar en contextos lingüísticos con una intención amenazante, no es descriptiva”, explica Carmen Llamas, directora del Departamento de Filología de la Universidad de Navarra. 

Un “España se rompe” cada vez más endeble

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A juzgar por cómo se ha repetido este mantra, España se habría roto infinidad de veces durante estos últimos treinta años. Pero, lo cierto, es que nunca ha ocurrido. Esta idea que ha calado tan hondo es una respuesta nacionalista a un problema complejo como la diversidad territorial. Además, esconde una idea patrimonialista del poder, ya que generalmente el PP suele utilizar esta amenaza cuando son los otros y no ellos los que pactan con los partidos nacionalistas e independentistas. Así, Aznar pronunció el “España se rompe” poco antes de llegar a un acuerdo de investidura con Jordi Pujol. 

“Esta frase ya no funciona discursivamente. El efecto más emocional se ha perdido porque el ciudadano ha visto que España no se ha roto en las tres décadas en las que lleva utilizándose. Puede volverse contra quien lo está utilizando porque se ha desgastado”, añade Carmen Llamas. Entre algunos sectores de la población, incluso ha llegado a resignificarse en forma de meme. 

La catedrática de Lingüística de la Universidad de Valencia, Beatriz Gallardo Paúls, ya alertó en su libro Tiempos de hipérbole, inestabilidad e interferencias en el discurso político (Tirant, 2018) cómo las exageraciones que observamos diariamente en el tono de los discursos y “las retóricas de desinhibición de la derecha” tienen como último objetivo erosionar los logros asentados en el imaginario democrático, suponiendo un problema para la salud del discurso público. 

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