Tiempo para pensar

Jordi Gracia

Pocas personas están en mejor disposición para saber en qué pensamos o en qué estamos pensando que dos editores de ensayo de la relevancia de Silvia Sesé, directora literaria de Anagrama, y Miguel Aguilar, director literario de Random House, Debate y Taurus. Ambos han trabajado en el corazón del ecosistema editorial español desde hace más de veinte años y por sus manos han pasado y pasan centenares de manuscritos que, muy a menudo, no ven la luz, pero responden a inquietudes y estímulos de escritores, profesores, intelectuales, periodistas y pensadores con propuestas sobre el presente, en clave estatal pero también en clave global. Por dónde van esos manuscritos, cuáles encuentran una vía de publicación, por qué, o qué los hace relevantes son algunas de las cuestiones que les hemos planteado desde TintaLibre.

Silvia Sesé.- Sin sistematizar mucho lo que propones, un poco de intuición y un poco de experiencia me llevan a decir que sí puede ser que en los últimos años se haya pasado de un ensayo más político hacia ensayos sobre lo que le afecta al individuo de una forma más concreta. Hablo por ejemplo de la precariedad, del cambio climático, hay un montón de textos que se refieren a esto y de una forma más globalizada. Hay un ensayo que está en relación constante con lecturas universales, de otros países, mundiales.

Miguel Aguilar.- Yo me atrevería a abrir un poco más el foco y si pensamos bien en los últimos 20-25 años, al final el ensayo refleja las preocupaciones de la sociedad, las puede conformar en parte, pero sin duda las refleja. Me parece que hace 25-30 años el ensayo paradigmático era El fin de la historia de Fukuyama, ya que era un momento de mayor optimismo de la sociedad occidental. Parecía que con la caída del comunismo teníamos las respuestas a los problemas de prosperidad y gobernanza y que el futuro era un camino con ciertos baches, quizás, pero bastante expedito a un mundo en el que viviríamos en sociedades más o menos democráticas y más o menos prósperas. Eso tiene varias quiebras, una primera que se produce con el ataque a las Torres Gemelas, sin duda alguna, donde se demuestra que la historia no se había acabado y que había gente que no estaba de acuerdo con esa visión y que lo iba a decir bastante alto. Y luego, con la crisis económica de Lehmann Brothers en 2008 que sume a todo Occidente en una crisis monumental. Hasta entonces quizás el ensayo en términos globales era más optimista, más de la forma en que íbamos a resolver nuestros problemas… Algunas cosillas que quedaban por ahí sueltas, cosillas importantes pero que eran superables. Pensábamos en cómo íbamos hacia la prosperidad infinita: El fin de la pobreza, por ejemplo, era un libro de Jeffrey Sachs. Y de ahí pasamos a un entorno en el que el pesimismo se empieza a adueñar de la conversación pública. Creo que hay un libro muy importante, de Piketty, El capital en el siglo XXI, que pone la desigualdad en el centro del debate y muestra cómo la acumulación de capital acaba explicando las divergencias y donde el Estado es fundamental para modularlo. Y luego empiezan a sucederse los problemas: el auge del populismo, la guerra de Ucrania y el conflicto de Gaza en los últimos tiempos. Todo eso tiñe el debate público de un color más bien oscuro y pone sobre la mesa temas como los problemas específicos de España, como la crisis climática, y cosas que quizás hasta ese momento o en los últimos 15 años anteriores se veían desde una perspectiva más optimista, o apenas como dificultades que íbamos a superar. Ahora, sin embargo, tanto la emergencia de la inteligencia artificial como el cambio climático parecen amenazas existenciales para la humanidad y eso se refleja en los ensayos.

Jordi Gracia.- ¿Es como si hubiese un cierto contagio de un clima apocalíptico y que, por tanto, las amenazas reales y tangibles y nada inventadas estén propiciando una especie de mentalidad sombría?

SS.- No solo sombría, yo creo que también propositiva. Hay muchos ensayos que estamos recibiendo y publicando que realmente hacen una diagnosis, pero son propositivos. A mí eso me alegra mucho, porque no creo que estemos en un momento de un ensayo, y hablo del ensayo de los autores españoles, sólo de señalar lo que no está bien, de emitir un diagnóstico, sino también de proposiciones, lo cual creo que es una buena noticia.

JG.- Yo lo comparto, pero no sé si Miguel lo comparte.

MA.- Sí, sí, estoy de acuerdo. Yo creo que, además, lo que hay es una mayor presencia de discursos críticos. Antes estaban más en los márgenes y ahora, debido a las crisis del sistema, han entrado. Estoy pensando en el turismo: hace 15 años era la panacea que nos iba a llevar a España a ser la séptima economía del mundo y entrar en el G7 y todo iba a ser maravilloso. Había algunas voces críticas que alertaban sobre ciertos problemas, y esas voces críticas ahora están en todas partes. Por ahí va el ensayo de Anna Pacheco y recuerdo un libro de Debate, que publicó Constantino Bértolo hace mucho, de Patricia Goldstone contra el turismo, pero que era una voz disidente en un océano de entusiasmo. Ya ahora, sin embargo, lo que tenemos es la realidad de un fenómeno que trae riqueza, riqueza discutible, pero sin duda riqueza, que a la vez afecta al medioambiente, al entorno urbano o al coste de la vivienda para los habitantes de las ciudades.

SS.- Incluso al éxodo de las ciudades a otras más pequeñas.

MA.- Sí, y esas voces que antes eran marginales ahora tienen un papel central, y coincido con Silvia en que sí que aportan. No es una cosa lúgubre de que vamos directos al abismo, hay propuestas muy interesantes, algunas más disparatadas, otras menos, pero sí que creo que hay un esfuerzo para aportar soluciones. Por ejemplo, cómo defiende Marta Peirano, para luchar contra el calentamiento global lo primero sería que todos fuéramos vegetarianos porque la industria que más consume es la de alimentación. O en el tema de la ropa Marta Riezu y su cuaderno La ropa justa.

SS.- Otro tipo de consumo.

JG.- La pregunta que me viene es ¿de qué está hablando la marginalidad? Eso que a vosotros no os llega en la medida que sois sellos muy potentes o muy institucionales.

MA.- Marginalidad suena un poquito despectivo, yo no diría tanto marginalidad…

JG.- No lo decía despectivamente. Aludo a aquello que no entra en los circuitos comerciales más evidentes y visibles, es decir, marginalidad en el sentido de que no están en el centro de la conversación. La pregunta en el fondo sería, dado que tu diagnóstico era que lo que antes era periférico, marginal, minoritario, ahora está en cauces mucho más centrales, como pueden ser vuestros sellos, ¿de qué están hablando en esos lugares marginales?

SS.- Yo creo que se comparten, que lo que quizás antes estaba situado en los márgenes y no salía de ahí, ahora llega a editoriales como las nuestras y son los mismos temas, es decir, cómo luchar contra un sistema que tiene pinta de estar agotado. Creo que temas como la precariedad o las soluciones alternativas se pueden plantear en estas editoriales más radicales o combativas, pero también en las nuestras que de alguna manera son más centrales. MA.- Hay una cuestión que también ha entrado en el debate mainstream que es la del género, sin ninguna duda, pero parece que hay otra cuestión que, por motivos sociológicos o demográficos, en España todavía está en los márgenes, que es el tema de la raza. Temas como la interseccionalidad o el racismo en la sociedad española no se tratan tanto porque muchos de los inmigrantes de segunda generación todavía son muy jóvenes y no han entrado en el sistema editorial. Por ejemplo, hablando con Margarita Yakovenko, que es de origen ucraniano, aunque se crio en Murcia, en su instituto más o menos la mitad de los estudiantes eran de origen inmigrante. Cuando llegó a la universidad eran un 5% y en el máster era la única que estaba ahí. Eso es un proceso que llevará mucho tiempo. En Francia, Reino Unido y Estados Unidos, esas minorías ya tienen una presencia importante allí donde se les puede escuchar, pero en España eso no ocurre. Si me preguntas qué discurso ahora mismo está en los márgenes, te diría que ese. Es una España muy distinta a la que era. De los 47 millones de españoles, no tengo las cifras, pero debe haber un 10% nacidos fuera; si ahí sumas a los hijos de los nacidos fuera pues es un porcentaje bastante alto. En el deporte se ve más claro, porque la capacidad de atletas y deportistas de origen foráneo es muy elevada. Ahora bien, en editoriales o en el periodismo es mucho menor.

SS.- Sí, está empezando. Hay algunas iniciativas de concursos, en institutos…

MA.- Totalmente, hay una que hizo el CCCB que no me acuerdo quién lo publicó.

SS.- Blackie Books y Villalobos estaba en ello [Històries del Raval, editado por Miqui Otero y Juan Pablo Villalobos, en 2022].

MA.- Pero sí que hay ahí un fermento. Ahora son jóvenes, pero de aquí a diez años si me dices qué discurso crees que va a entrar yo te diría que ese.

JG.- ¿Sois conscientes de haber rechazado manuscritos por el nivel de irreverencia, de rebeldía, de desafío, de provocación, que hubieseis calculado que no era fácil que vuestro lector admitiese?

SS.- No, la verdad es que no por esos motivos, quizás por motivos…

MA.- Del público al que interpela.

SS.- Sí, o que tratan un tema muy de nicho.

MA.- Si solo interesa, o piensas que solo va a interesar a 35 personas.

SS.- Pero no por el tono ni por la irreverencia.

JG.- ¿Tenéis la percepción de que la chispa provocadora o la capacidad de enfrentar a un lector con un lenguaje más corrosivo está un poco desaparecida del discurso del ensayo y del pensamiento? Por el tono, por la radicalidad de la propuesta, por el lenguaje.

SS.- No, ojalá recibiéramos más textos en ese sentido con ese tono, porque todo el mundo se despierta cuando aparece un manuscrito así. Pero claro, tiene que abarcar un tema que resulte en ese momento necesario.

MA.- Y tiene que tener una solidez. No puede ser solo un uso deslumbrante del insulto para justificarse. Yo diría más en cuanto a irreverencia, a partir sobre todo de la crisis del sistema y de los primeros apuntes de Guillem Martínez sobre la cultura de la Transición, realmente han aparecido ensayos contra todo y contra todos. Si repasas una bibliografía reciente, encuentras de todo: contra el rey anterior, contra el actual, contra las instituciones. No creo que haya todavía puntos de resistencia o puntos intocables. Ahora, en cuanto a críticos que tienen un lenguaje florido y con una capacidad de argumentación o de uso del lenguaje que arrastre, no lo he visto, pero no lo he rechazado, y por lo que dice Silvia, tampoco ella. De hecho, y hablando de cambios, creo que ha habido uno importante en los últimos 20 años y es que los gatekeepers, el papel del editor como el que controla qué se lee ha cambiado por completo. El mundo de las redes sociales y de internet hace que todo el mundo tenga acceso directo a muchísimo contenido que ya no está controlado por un editor o por el director de un periódico o por un productor de televisión. En YouTube no sé cuántos millones de vídeos se suben al día con las opiniones y los criterios más diversos, igual ocurre con los blogs, igual ocurre con las cuentas de Facebook, con libros que se publican en otros países… El acceso de la gente ahora mismo es mucho más libre y mucho más fluido, con lo cual la capacidad que tenemos los editores para determinar la conversación pública es más reducida, o hay un porcentaje que se sigue manteniendo, pero hay otro que va por otro lado y que es completamente incontrolable.

SS.- Yo diría que más que determinarla lo que intentamos hacer es intervenir o dejar que afloren en nuestros catálogos esas conversaciones.

JG.- Intentar que no sean mundos separados.

SS.- Totalmente, porque es imposible que sean mundos separados.

JG.- El vuestro siendo un entorno, por decirlo así, más formal, más respetuoso y cuidado.

SS.- Lo que tiene de formal es que los datos sean veraces e intentar que haya una solidez y un planteamiento que no se evapore en un simple enunciado.

MA.- Sí. En un libro de historia las fuentes deben ser buenas, y el autor debe tener una legitimidad que lo sostenga, que esté bien redactado: son criterios que me parecen importantes. Un youtuber puede con su propio teléfono grabarse diciendo barbaridades de cualquier tema y tener muchísima más difusión que cualquier libro que publiquemos nosotros. A cambio, lo que ofrecemos al que nos lee es esta serie de garantías de calidad o al menos lo intentamos. Pero sí, sí hay un aspecto de formalidad que me parece importante para diferenciarnos del torrente de información, porque mucha es muy útil y muy apreciable, y otra mucha es basura.

JG.- Una pregunta un poco insolente. ¿Tenéis temas seguros que acaban saliendo publicados aunque el libro no sea demasiado bueno pero acabará funcionando?

MA.- Lo que no tenemos son certezas. Pero, por ejemplo, la ciencia es un tema en el que tienes un nicho de lectores estable más o menos garantizado.

SS.- O la historia.

MA.- La historia también. Ahora que hago un poco de ficción también me parece que la diferencia está en que los libros de no ficción generalmente interpelan a un público. Por ejemplo, un libro de mariposas, pues tienes un grupo de entomólogos que le va a interesar. Publicando ficción corres el peligro de que no le interese a nadie, el techo de ventas es mucho más elevado, pero el suelo es mucho más bajo también. En la no ficción una biografía de un personaje famoso tienes la intuición de que más o menos vas a tener cierto eco. Pero certezas no.

JG.- ¿Qué ha de tener un ensayo sobre el cambio climático para que verdaderamente digáis: “esto tengo que publicarlo”?

MA.- Nosotros acabamos de publicar un libro de Miguel Ángel Criado, periodista de El País, que se llama Calor, donde intenta explicar el cambio climático a través del impacto del calor a nivel individual. Intentar crear la conciencia de un problema grave general a través del efecto sobre personas concretas. Pero sí, no hay temas seguros, porque en cuanto lo hay publicamos 400 libros sobre ese tema y ya, como una plaga de termitas, lo dejamos superado.

JG.- Pero está bien que lo reconozcáis, porque es una percepción que tiene el lector o el consumidor que no da abasto a leer todo lo que publicáis, porque es imposible, pero sí tiene la percepción de que hay temas que se ponen de moda de forma frenética y casi siempre con repeticiones y argumentos muy parecidos.

MA.- Pero es el mercado también. Salió 50 sombras de Grey y de repente salieron 8 trilogías eróticas.

SS.- Y Sapiens, que publicaste tú, y ahora recibimos manuscritos de la evolución…

MA.- Pero es un poco inevitable en el sistema en el que vivimos: si aparece una veta, la aprovechas hasta que peta.

JG.- Silvia ahora apelaba a una de las partes que a mí más me interesan de vuestro oficio que es la parte oscura, la parte que no sabemos, lo que no trasciende y no se publica. Y la pregunta va orientada hacia esos temas repetitivos o constantes pero que no acaban de cuajar.

SS.- Sí, hay, hay. Nosotros en el Premio Anagrama de Ensayo lo notamos cada año porque los manuscritos que llegan van por sitios muy variados, realmente no puedes pensar en tendencias o no de una forma muy científica porque los temas son variados. Hay desde filosofía, política, historia etc. pero también, no sé, granjas de pollos.

JG.- ¿Granjas de pollos?

SS.- Sí, sí, también lo hay, cómo elaborar algo que sea más productivo. Es decir, los temas son variados y a veces hay una dificultad para entender qué es exactamente un ensayo. O igual es que se ha abierto mucho el campo y el ensayo también es algo que se está probando, que no tiene realmente una consolidación como género.

JG.- O su consolidación es la variación constante.

SS.- Exactamente. Ensayos que no son realmente ensayos y que están mezclando la vida propia con la reflexión a partir de un tema estamos publicando muchos, y me atrevería a decir que le han dado también al ensayo, estas propuestas más narrativas, una dimensión que quizás en otros momentos no tenía.

MA.- Yo ahí creo, porque no es solo en España, en otros países ha pasado también, desde luego en Alemania y en los países escandinavos, que ha habido una influencia muy buena del ensayo angloamericano y esa tradición de que el gran experto académico tiene una voluntad de llegar al gran público que en otros países en Europa continental no era el caso, donde el académico hacía sus cosas y monografías y no tenía tanta voluntad de llegar al gran público. Yo creo que, en esos entornos, en Estados Unidos y en el Reino Unido, un académico demostraba que era grande porque era capaz de escribir libros que podían apelar a un público muy grande. Y yo creo que ahí los ensayistas o los escritores españoles de ensayo, y ya os digo que en otros lugares de Europa ha ocurrido también, han aprendido mucho y muy bien a incorporar elementos narrativos, y contar una buena historia. No cuentas la caída de Constantinopla con tres fechas y dos batallas, sino que haces el gran libro, ahora se me ha olvidado aquel autor que recuperó Javier Marías en Reino de Redonda [alude a La caída de Constantinopla, 1453, de Steven Runciman]. Hay un ejemplo muy claro, que es el libro sobre el intestino de Giulia Enders [La digestión es la cuestión, en Urano], que es un best-seller mundial y donde realmente te cuenta la historia del intestino como si fuera un cuento.

SS.- Es tomar un tema para a partir de ahí reflexionar sobre nosotros.

MA.- Y tener al lector en la cabeza: no contra el lector, sino con el lector.

JG.- En España se ha vivido algo parecido en las dos o tres últimas décadas, como si la academia española hubiese empezado a perder el miedo a que te miren mal dentro de la Universidad por practicar ese tipo de ensayo.

SS.- Yo eso no lo sé, si han perdido el miedo a que te miren mal, porque no sé cómo miran, pero lo que sí sé es que están interesados en que toda esa investigación y todo ese conocimiento llegue a un público más amplio porque quizás la academia se queda un poco estrecha a la hora de difundir conocimientos interesantes.

MA.- Creo, además, que ahora todos han viajado mucho. Ya son catedráticos, han hecho sus estancias de investigación en muchos sitios, han visto cómo se trabaja en otros lugares y creo que ese intercambio y ese flujo ha debido de contribuir también a esto.

SS.- Y que hay ensayos que salen también de la academia y la universidad con otro tono más narrativo. Pienso por ejemplo en Remedios Zafra: llegan a explosionar y contribuir al planteamiento de un tema caliente y que a partir de ahí resuenen y sean una caja de difusión.

MA.- La España vacía es un ejemplo, aunque Sergio del Molino no viene de la academia, pero es un libro narrativo que logra poner una realidad que está a la vista de todos en el debate.

JG.- Mi impresión es que estas últimas reflexiones apuntan a una pérdida de solemnidad, de envaramiento, de gravedad. Es decir, el ensayista ha dejado de actuar como el que trasmite una verdad más o menos sagrada y que restituye lo que Silvia recordaba antes, es decir, esa naturaleza tentativa del ensayo, sin la voluntad de imponer una determinada versión.

SS.- Estoy muy de acuerdo con eso. No en todos los casos de los que podemos leer, pero sí en algunos, pienso ahora en Curar la piel, de Nadal Suau. Un tema que puede resultar lateral o incluso marginal termina por llevar el tatuaje a hablar de la posibilidad de una vida distinta, de una vida más pausada, de una vida con peso. Eso me parece interesante, cómo a partir de temas absolutamente laterales, se puede llegar a reflexionar sobre una manera de estar en el mundo distinta.

JG.- Seguramente sea talento literario.

SS.- Pues sí, absolutamente.

JG.- En España puede haber calado también una toma de conciencia clara del ensayo como género literario.

MA.- Yo creo que ahí se produce una hibridación también. La ficción toma elementos de la autoficción y el ensayo, a su vez, propicia una polinización, una hibridación, un mestizaje que conduce una contaminación mutua.

SS.- Es una mezcla de géneros realmente. Nosotros podemos poner en la colección de narrativas el libro de Dysphoria mundi, de Paul B. Preciado, que es un ensayo, pero también es una autoficción, pero también es poesía y filosofía. Es un libro monumento de esta capacidad de pensar y de filosofar, pero utilizando distintas técnicas.

JG.- ¿Y no hay ningún riesgo, como alguna vez he leído, de que estemos empezando a saturarnos de autobiografismo testimonial como anclaje para el pensamiento?

SS.- Sí, pero pasará.

MA.- Se satura el mercado de trilogías eróticas y aparecen los youtubers, pero pasará y a la vez soslayar la experiencia personal a la hora de pensar también tiene un coste. Es lo del testigo, ¿quién cuenta mejor, quien ha estado o quien no ha estado?

JG.- Pues no lo sé. El historiador te contará que quien no ha estado.

MA.- Fabrizio del Dongo no se entera de nada, pero está en la batalla de Waterloo. Hay una pelea que me hace bastante gracia porque en un espacio de tiempo bastante corto estuve con el hijo de Orwell, porque cada cierto tiempo van a Barcelona a hacer un tour Orwell, y con Paul Preston. El hijo de Orwell odia a los historiadores porque considera que el único que realmente entendió la Guerra Civil y la cuenta bien es Orwell, y Preston, como todos los historiadores, desprecia profundamente a Orwell, porque le molesta mucho que la versión de la Guerra Civil que se ha impuesto sea la de Orwell, ya que realmente hubo muchas cosas de las que no se enteró en absoluto. Por lo que ese debate es interminable y nadie tiene razón realmente.

SS.- Yo creo que se va a mantener también, ojalá, esta hibridación de géneros. Es decir, que un ensayo también pueda ser una crónica en algún sentido, y que una crónica pueda tener páginas y capítulos dedicados a una reflexión más profunda. Y esto es difícil que se elimine, porque ha conseguido tocar a muchos lectores y hacer algunos temas comprensibles e interesantes.

MA.- El coste ahí al final es considerar que la experiencia personal del autor es representativa de una experiencia generalizada, lo cual no es siempre el caso. Eso llevado al extremo es perjudicial para como pensamos porque entonces lo que le pasa a Olivia Laing es lo que le pasa a todo el mundo. Ahora, al mismo tiempo, hay un valor en que Olivia Laing, a partir de lo que pase, reflexione y piense.

JG.- ¿Han crecido de forma visible los lectores de ensayo en España?

SS.- Bueno, sí. Nosotros tenemos la colección de Nuevos Cuadernos que muestra un poco esto y quizás por muchos factores: porque son breves, porque son rápidos, porque son intervencionistas…

MA.- Y los autores no están mal.

SS.- Los autores son lo primero. Pero también por esa falta de solemnidad que decías y que provoca este formato, que no hace falta que aquello esté terminado, que es un inicio. Y yo creo que en ese sentido sí que se convoca a gente joven que está siguiéndolo y leyendo muchos de los temas que se proponen y con interés también por esta narratividad que incluye el ensayo actual.

MA.- Yo el otro día contesté a unas preguntas de un periodista que estaba haciendo un tema sobre el auge del ensayo. Debe ser la séptima vez que contesto un cuestionario así en los últimos 15 años. Así que es imposible que el auge del ensayo sea constante.

JG.- Igual sucede desde hace precisamente esos 15 años.

MA.- Estas cosas suelen ser más concretas. Yo pienso que sí, y que tiene que ver un poco con lo que decía al principio de que a partir de la crisis de Lehmann Brothers y que el mundo en el que vivimos se complejiza de repente empiezan a aparecer grandes nubarrones, la gente empieza a intentar encontrar explicaciones o soluciones, y al principio los libros de economía vendieron mucho, con la crisis política hubo un auge de libros de política, con la pandemia un auge de libros científicos… Creo que sí hay una cierta recuperación del ensayo. En general, de todas maneras, lo que hay es una recuperación del libro desde la pandemia.

JG.- Seguramente en España no habíamos tenido nunca tanto público para el ensayo como el que hay ahora.

MA.- Es que yo me recuerdo hablando con Beatriz de Moura y yo creo que la experiencia de Jorge [Herralde] debía ser parecida, las dos [Tusquets y Anagrama] empiezan como editoriales de no ficción en la España del tardofranquismo… y Toni [López de Lamadrid] siempre decía que se fueron un junio de vacaciones y cuando volvieron ya no había público.

SS.- Y abrió colecciones de narrativa, igual que hizo Jorge Herralde.

MA.- Porque no tenían otra. Entonces, sí que a lo mejor hubo un momento dado de eclosión…

JG.- Salía de la dictadura, era ensayo político, revolucionario, subversivo.

MA.- Y era ensayo, de marxismo analítico y tal, que lo lees ahora y es como el cine de arte y ensayo: expulsan…

JG.- Pero se leían como una religión para acabar con el capitalismo y de paso con el franquismo, pero el objetivo real era el capitalismo. La última pregunta llega en clave un poco más de broma. ¿Cuál ha sido la mayor alegría que habéis tenido cada uno como editor de ensayo? Si queréis dar dos o tres alegrías también vale.

SS.- Yo muchas, no tienen por qué tener una correlación con las ventas.

JG.- Claro que no.

SS.- Pues no sé, yo te diría una autora turca, Ece Temelkuran.

MA.- Maravillosa.

SS.- Que me parece estupenda y da en la clave con los temas. Publicamos primero un libro titulado Cómo perder un país, en el que hablaba de totalitarismos y populismos y, como te decía antes, proponía cuáles podían ser las soluciones. Y ahora está escribiendo sobre refugiados, que me parece también un temazo.

JG.- Miguel, ¿alguna alegría te ha dado tu oficio?

MA.- Muchas, hombre, es verdad que las ventas no lo son todo en la vida.

JG.- La pregunta no era esa.

MA.- El libro de Harari, Sapiens. El problema es que nunca voy a publicar nada que venda tanto.

JG.- Dame una respuesta menos obvia.

SS.- Le has preguntado por alegrías, eso es un alegrón.

JG.- Pero esa es demasiado fácil.

MA.- El libro de Preston El Holocausto español es muy importante por lo que tiene de recopilar toda la represión en los dos bandos, en la retaguardia de los dos bandos en la Guerra Civil, y me enorgullece haberlo publicado. Y luego, hay una cosa aparte, que es lo más bonito, supongo que Silvia estará de acuerdo, que es publicar autores españoles, porque las traducciones están muy bien y uno se alegra de publicar grandes libros en traducción, pero hay una parte que como editores no podemos descuidar que es la parte de fomentar la escritura. Digamos, las traducciones las vendes, los autores nacionales no los cultivas porque no son lechugas, pero sí los estimulas, los propicias, los recomiendas.

SS.- Una conversación, a veces encargos de temas, ese estar atento a temas en los que están trabajando.

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MA.- Y ahí he tenido grandes alegrías. El libro de Marta Peirano, los de Pedro Bravo, los de Miguel-Anxo Murado. Hay realmente libros que luego comercialmente funcionan mejor o peor, pero el libro en sí es muy satisfactorio y muy reconfortante.

SS.- Nosotros lo hemos tenido últimamente con Clara Serra, con Anna Pacheco, que ya hemos mencionado, pero también con Marta Riezu, que fue y es estupenda, y Paul Preciado, que a mí me parece que es un libro monumental.

JG.- Acabar en modo depresivo hubiera sido imperdonable: gracias a los dos.

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