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La orquesta confinada

Alfredo Anaya: "Que la música clásica es aburrida es un prejuicio, una asignatura pendiente de nuestra educación cultural"

La música y el cine han sido dos refugios indispensables para millones de personas en los días más crudos del confinamiento y la crisis sanitaria. Alfredo Anaya tiene la suerte de conocer de primera mano ambos mundos. Este reputado percusionista forma parte de la Fundación Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM) desde 1998. Pero su trayectoria incluye no solo música de cámara, sino también de estudio en grabaciones discográficas y de cine: Todo sobre mi madre, Los fantasmas de Goya o Juana la Loca son algunas de las películas en las que ha participado. Su apuesta para esta sección en la que varios integrantes de orquesta dan a conocer sus instrumentos e interpretan algunas de sus piezas musicales favoritas no podía ser otra, por tanto, que algunas de las obras musicales más empleadas en el cine, la televisión o la publicidad.

Cuatro piezas únicas y eclécticas. Una heterogeneidad que Anaya traslada a su propia vida, y a la música que hizo más llevadero su encierro: "Ha habido momentos que solo me apetecía escuchar música muy tranquila y otros en los que necesitaba ritmo para poder levantar el ánimo". El músico halla un resquicio positivo en la interrupción de la actividad habitual, ya que según cuenta "al no poder tocar con mis compañeros en la orquesta he tenido más tiempo para escuchar otras músicas en casa, me refiero a jazz-latino, rock progresivo o música folk". No obstante, reconoce abiertamente que están siendo y serán unos meses desoladores: "En las salas de mayor envergadura no vamos a poder interpretar grandes obras hasta que haya un control del virus y se pueda garantizar la salud de músicos y público, por lo tanto, creo que tardaremos algún tiempo en poder desarrollar nuestra actividad con la normalidad de antes".

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Las dificultades que esperan al sector convierten en una necesidad más acuciante que nunca la superación de las falsas convenciones contra la música clásica, de forma que cada vez más personas se acerquen a ella. Anaya lo explica de esta forma: "Sobre la música clásica existen muchos prejuicios en este país como: ‘eso es muy aburrido’, ‘menudo coñazo’, ‘a mí eso de los violines me aburre’… Son definiciones que he escuchado en multitud de ocasiones y considero que es una asignatura pendiente en nuestra educación cultural". Desde su punto de vista, "el desconocimiento es muy grande", lo cual conlleva que "la música que triunfa en radios y entre jóvenes sea de muy poca calidad".

Se trata de unas consideraciones injustas con un arte de posibilidades infinitas. El ejemplo más ilustrativo es el propio Alfredo Anaya: a las varias facetas ya mencionadas de su actividad profesional habría que añadir su labor desde el año 2000 como músico y delegado en la ONG Voces para la Paz. "Hemos realizado conciertos para recaudar fondos destinados a proyectos de ayuda humanitaria en todo el mundo y he realizado algunas performances cómico-musicales que han tenido gran relevancia y millones de visitas en YouTube", explica. Otra muestra de la cantidad de proyectos a los que da pie la música, especialmente si, como en el caso de este instrumentista, la vida está consagrada a ella desde tempranísima edad: "Comencé con la percusión por tradición familiar, mi padre era percusionista profesional y mi abuelo trompeta aficionado. Con 8 años ya formaba parte de la banda de música de mi ciudad natal, Alcorcón".

Desde entonces, su carrera y sus intereses han estado ligados a los tambores, los timbales o los xilófonos: "Debido a mi instrumento suelo escuchar más música romántica y contemporánea, donde la percusión toma más relevancia, aunque también a los clásicos (Mozart, Bach, Beethoven, etc)". Las cuatro piezas que interpreta (Así habló Zaratustra, de Richard Strauss; Bolero, de Maurice Ravel; Danza del sable, de Aram Khachaturian y O fortuna, perteneciente a la colección Carmina Burana, de Carl Orff) comparten precisamente este protagonismo de la percusión, además de su ya referido uso en los medios audiovisuales. A estos grandes nombres, Anaya suma una última recomendación estival: "las sinfonías de Gustav Mahler". Buena música para un verano de cine.

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