Ariel Rot: "Lo último que he visto es el documental de las Kardashian. ¡Muy bueno!"

Ariel Rot (Buenos Aires, 1960) pasa por ser uno de los guitarristas más respetados no ya del rock, sino de toda la música en español de los últimos cuarenta años (que se dice pronto). Cuatro décadas, primero con Tequila, luego con Los Rodríguez, después en solitario, siempre compartiendo, también como cantante, su elegancia y su finura con el público y con los más ilustres compañeros de profesión.

No en vano, aparte de sus propios conciertos, otro de sus (siempre) interesantes últimos proyectos es Un país para escucharlo, una gira conjunta con Kiko Veneno que lleva al directo el aclamado programa de televisión que pudimos ver hace un par de temporadas en la televisión pública y en el que el argentino viajaba de ciudad en ciudad enseñándonos su escena musical y colaborando con los talentos locales más o menos conocidos.

Un músico reverenciado y un experto melómano con el que podríamos pasar horas hablando de bandas, canciones y los más importantes artistas que han marcado a lo largo de los años nuestras vidas. Pero como profundo conocedor que es de la cultura popular de nuestro tiempo que es, da también para la sorpresa Ariel, quien no duda en confesar a infoLibre, pase lo que pase, su más reciente placer culpable. 

"Lo último que he visto es el documental de las Kardashian. ¡Muy bueno! Además, dura 45 minutos, justo el tiempo de mi sesión de maquina de cardio", lanza el músico. Se refiere, concretamente, a Las Kardashian: una dinastía multimillonaria, serie documental con dos episodios de 45 minutos cada uno que acaba de estrenarse en Movistar Plus+ con la siguiente sinopsis: "La familia Kardashian es la más mediática de Estados Unidos y probablemente del mundo entero. Este documental destapa el brillante negocio familiar repleto de escándalos y dramas y ofrece una perspectiva diferente sobre ellas".

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Puede que no sea la historia de las Kardhasian lo que uno imaginaría que interesa a Ariel Rot en la intimidad, pero es que precisamente por eso estamos hablando de un placer culpable. Algo que, en su opinión, tampoco tiene "una definición como tal" y depende más de "una escala de valores personal". "No considero que porque tenga menos adeptos una obra tiene más calidad, ni tampoco lo contrario. Hay mucha mierda buena por ahí", afirma.

En esta línea, comenta divertido que le hace "gracia cuando algún personaje celebre de la cultura confiesa que están enganchados a algún culebrón". "Es una buena manera de desmitificar el rollo cultureta", bromea en serio, reconociendo a su vez que a él personalmente le encantaba "la época en que había revistas del corazón en las salas de espera", algo que lamentablemente cada vez se ve menos, pues "ahora los móviles las han suplantado".

Eso sí, destaca que con la lectura procura ser "más selectivo" que con otras creaciones culturales puesto que "hay demasiados libros maravillosos y poco tiempo para leerlos". Es por ello que asegura que prefiere recomendar "otras cosas" que no encajarían en lo que todos entendemos por placeres culpables y que, por otro lado, "tampoco hay razón para ocultarlos". "Cada cosa en su momento. Yo no vería una película de Orson Welles en el gimnasio", remata.