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Benjamín Prado: "Creo que con el covid-19 hemos cambiado de era"

El escritor Benjamín Prado.

Clara Morales

Benjamín Prado (Madrid, 1961) ha estado confinado, pero en absoluto aislado. El novelista y poeta, autor de obras como Los treinta apellidos o Más que palabras no ha dejado de colaborar con los medios de lo que es habitual. Iba "a La Sexta cada martes, aunque fuese muerto de miedo", cuenta; sus colaboraciones en la Ser las hizo por teléfono antes de regresar al estudio, mientras mantenía  su colaboración semanal en infoLibre y quincenal en El País Semanal... Encontró incluso tiempo para colaborar con distintos poetas en un poema colectivo que acabó transformándose en canción de Vetusta Morla, y eso que estaba a la espera de la salida de su nueva novela. En esta sección en la que preguntamos a distintos creadores sobre sus vivencias durante la pandemia, el escritor se toma unos minutos para mirar a estos meses extraños. 

Pregunta. ¿Cómo ha pasado profesional y creativamente el confinamiento?

Respuesta. Al principio, dedicándome a hacer actos virtuales, participar en lecturas, dar conferencias y demás, para tratar de acompañar a la gente en sus casas durante el confinamiento. Luego, formando parte de creaciones solidarias y colectivas, como el poema El vals de los salvavidas, que empezamos Elvira Sastre y yo y al que se sumaron diferentes colegas y que luego se convirtió en la canción de Vetusta Morla Los abrazos prohibidos. Después, aproveché para volver a darle un vistazo a la novela que iba a publicar en mayo, luego en junio y que ahora saldrá en octubre, Todo lo carga el diablo, el quinto episodio de la serie del profesor Juan Urbano. En las últimas semanas he podido dedicarme a seguir con el próximo libro de poemas... Y por supuesto, he continuado con mi trabajo en los medios de comunicación.

P. ¿Cree que lo vivido en estos meses le ha cambiado? ¿De qué manera?

R. Espero que como me gustaría que nos pasara a todas las personas: para mejor. Me hubiera gustado ser el autor de esa frase que dice que lo que distingue a las cosas verdaderamente importantes es que no son cosas. Hay que cuidar a las personas, cada uno a las suyas y los Estados a todas.

P. En estos meses de enclaustramiento y "nueva normalidad", ¿ha cambiado su relación con su propia imagen pública, y en particular con las redes sociales?

R. Sólo en la frecuencia, las peticiones han sido innumerables y he creído que era mi obligación estar en algunas de ellas. Y desde luego, nunca pensé que tendrían una vídeovida tan intensa... Hay que acostumbrarse, creo que esto también ofrece ventajas, que no desaparecerá y que a partir de ahora habrá que combinar lo presencial con lo virtual. Y que eso abrirá posibilidades que estaban cerradas. A fin de cuentas, un auditorio con doscientas personas es un éxito para una lectura de poemas y en algunas de las que hacía por la red había más de cuatro mil... Eso no debe desaprovecharse.

P. ¿Y cree que el mundo a su alrededor ha cambiado de una forma profunda, más allá de las alteraciones obvias?

R. Creo que hemos cambiado de era.

P. El mundo del libro, como otros muchos, se ha visto paralizado durante meses. ¿Cómo imagina el futuro de este sector a medio plazo?

R. De momento, el consumo de libros digitales ha subido notablemente. Las y los amigos libreros están muy contentos con sus ventas tras la reapertura con pies de plomo de sus locales. ¿Habremos aprendido a reconocer el valor de la cultura, por fin?

P. ¿Se ha planteado en algún momento escribir algo relacionado con las experiencias de estos meses? ¿Cree que es demasiado pronto, o que la literatura tiene el deber, de alguna forma, de contar también esto?

R. Creo que la literatura es más meditación que acción, que se necesita tiempo para procesar lo ocurrido. Si quieres encontrar el tesoro, primero hay que estudiar el mapa.

P. ¿Ha aprendido algo de la crisis sanitaria y de la cuarentena que no hubiera aprendido de otra forma?

R. A afirmar mis convicciones: hay que fortalecer la Sanidad pública, no privatizarla; hay que defender y promover la industria nacional, porque las mascarillas y los respiradores que nos van a salvar son los que fabriquemos nosotros. Y hay que arrancar los geriátricos de las manos en las que están.

P. Si tuviera que inclinarse por una opción: de esta, ¿saldremos mejores o peores?

R. Seremos los mismos, pero no iguales. En algunas cosas volveremos tal vez a las andadas, pero creo que en general habremos aprendido qué resulta imposible defender y quiénes son un peligro con sus teorías neoliberales. Yo tengo mucha fe en la gente de este país que, en su mayoría, ha reaccionado que inteligencia, cuidado y solidaridad. Y a quienes se comportan como irresponsables, habrá que educarlos y tener prudencia con los mensajes que se les manda: aquí se dijo al principio que esta pandemia sólo mataba viejos y eso no parece que haya favorecido que los más jóvenes, que ya tienden de forma natural a sentirse invulnerables, se sientan como hay que sentirse en esta situación: amenazados y una amenaza, en riesgo y peligrosos para los demás.

P. ¿Y tiene alguna certeza sobre qué será clave para superar la crisis? ¿Cuáles cree que deben ser nuestras prioridades o nuestros valores fundamentales en estos momentos?

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R. Los de la propia democracia: no se puede dejar a nadie atrás; hay que luchar por el bien común, por lo público; no se puede tratar a las personas mayores como un lastre, porque en este terreno hemos sobrepasado todas las líneas rojas de la dignidad.

P. ¿Qué le ha servido a usted, personalmente, para seguir a flote en los peores momentos del confinamiento y la crisis sanitaria?

R. Lo de siempre: la lectura y la escritura. En ese sentido, el tiempo que no tenía y que de pronto tuve, lo aproveché para eso. En mi caso, la frase también puede decir: lo que distingue a las cosas que más importan después de las personas, es que son libros.

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