Creadores de rodríguez
El Teatro Kamikaze amuebla la casa
El Teatro Pavón espera. El suelo de la sala madrileña está cubierto aún de una fina capa de polvo, acumulado desde el pasado enero, cuando la Compañía Nacional de Teatro Clásico lo abandonó después de 13 años de alquiler para regresar al Teatro de la Comedia, su sede original, clausurada por obras durante todo ese tiempo. En el hall están desparramados los restos de las obras y la limpieza que ocupan al edificio desde hace un mes. Las butacas aguardan, cubiertas con viejas lonas, a que abran de nuevo las puertas de este inmueble levantado en 1925 y que afronta a partir del 27 de agosto una nueva etapa. Una que, de entrada, le ha rebautizado. El Teatro Pavón es ahora el Teatro Kamikaze.
Quien esté algo versado en el panorama teatral, reconocerá de inmediato ese apellido. Es el de una peculiar familia escénica, la formada por el director Miguel del Arco y el productor Aitor Tejada, que ha parido hitos del último teatro español como La función por hacer (desde 2010), Veraneantes (2011) o, más recientemente, Hamlet. A ellos dos se han unido Israel Elejalde (actor principal de la compañía desde aquella primera función, versión de Seis personajes en busca de autor, de Pirandello, que les dio la fama) y Jordi Buxó (productor, en el carro desde el Misántropo de 2013) para volver a dar vida a la sala. El proyecto, un teatro de repertorio de la compañía con programación de proyectos externos, además de talleres, conferencias y conciertos, ha sido recibido con entusiasmo por la profesión desde su presentación en julio.
Pero después de aquella calurosa bienvenida, venía el trabajo. Aitor Tejada fuma un cigarrillo, pegado al móvil, en un banco a las puertas del Pavón, que es ya su segunda casa. Ha cometido el error de vivir a dos pasos de la sala, y además le toca la guardia de agosto (cuando hablamos todavía queda todo el mes por delante): Del Arco está descansando y escribiendo, todo a la vez, y Elejalde está en la Bienal de teatro de Venecia. Le toca al productor, por tanto, sacar adelante el inmenso trabajo técnico que queda por delante. Tic, tac. En unos días empiezan los ensayos de IdiotaIdiota, obra en la que Elejalde se estrena como director y que abre la temporada oficialmente el 8 de septiembre, y no sobra tiempo.
"Lo suyo hubiera sido tener a 10 personas trabajando desde hace un mes", se lamenta Tejada en el Ambigú, todavía vacío —un par de botellas de vino a medio empezar adornan la barra— y sucio, que albergará a partir de septiembre piezas más pequeñas que las de la sala principal. Pero hasta ahora han sido solo dos. "Lo estamos llevando bien, ¿eh? Me quejo, pero porque estoy agotao", suspira. La compañía, una de las más relevantes del panorama, no es ningún gigante de la producción. "Cuando llaman a la oficina, preguntan: '¿Puedo hablar con el relaciones públicas?', 'Soy yo'. '¿Prensa?', 'Soy yo'. '¿Personal?', 'Soy yo", bromea. Ahora han tenido que contratar a otras dos empleadas. Por muy grandes que hayan sido las obras que han abordado hasta ahora, confiesa el productor, llevar un teatro está en otra liga.
"Hay cosas que controlo y cosas que no. Cosas que hemos hecho ya y cosas que no. Estamos en construcción: el espacio y nosotros", resume. Los propietarios, José Maya y Amaya Curieses, se han encargado de reponer el material técnico después de que el Clásico se llevara el suyo; han vuelto a instalar las butacas del gallinero que la compañía anterior retiró; insonorizarán una sala que se encuentra en la última planta y que pretende utilizarse para talleres y conferencias; han despejado la segunda y tercera planta, antes compartimentada para albergar las oficinas... Pero queda trabajo. Y alguna tarea insólita para alguien que, en algún momento, se definió solo como "actor": "Me veo hablando con el de Prosegur o el de la desratización. Cosas muy locas".
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Porque eso de ocupar un teatro nunca estuvo en sus planes. O sí: "Esto era un sueño. Pero un sueño que jamás nos planteamos realizar". Si ahora están aquí, es porque andaban buscando, el pasado invierno, un espacio para ensayar Hamlet, que se estrenaría en febrero en el Teatro de la Comedia. "Madrid está muy mal de locales de ensayo", asegura Tejada, y se les ocurrió que quizás podrían alquilar el Pavón durante mes y medio. No pudo ser, porque el Clásico ocupaba aún el espacio, aunque ya no representara en él, y ahí quedó la cosa. Pero Jordi Buxó leyó un artículo en El Mundo, firmado por José Luis Romo, titulado "El incierto futuro del Teatro Pavón". Después de más de una década funcionando, los propietarios no sabían si iba a caer de nuevo en desuso. Y el catalán hizo la pregunta: "Oye, y el Pavón, ¿qué?".
Visitaron el espacio: les enamoró. Y aquí están, comprando mobiliario de oficina, evaluando los riesgos laborales, contratando a otras dos empleadas, seleccionando personal de sala... y con un préstamo a cuestas. Pero ilusionados. En septiembre van a "probarse" con Idiota, con texto de Jordi Casanovas y la interpretación de Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert, y La función por hacer, el regreso de la obra que les dio fama tras una larga gira por Latinoamérica. Se representará en el ambigú, un espacio parecido al humilde hall del Lara que la vio nacer, y que luego ocuparán obras con pocos medios que esperan ser descubiertas como lo esperaron ellos. "Desde que esto se hizo público, que saltó a la prensa cuando ni habíamos firmado", cuenta Tejada, "fue un aluvión de propuestas. Porque ahora mismo en Madrid los teatros del Ayuntamiento están parados; el CDN y el Clásico son de difícil acceso…".
El Teatro Pavón aspira a convertirse, más que en un centro de exhibición, en un referencia para el sector. Pero Tejada no se veía en ese papel. Aunque tampoco se veía en el de productor. Su relato de lo que ocurrió en el invierno de 2009 da vértigo. "Escribimos La función por hacer, ningún teatro al que se lo llevamos lo quiso; lo hicimos porque nos dio la gana, y cuando estrenamos Miguel y yo poníamos las sillas para el público. Cuando salió la crítica de Marcos Ordóñez el 9 de enero, sábado —recita de memoria esa fecha fundamental de su biografía—, ese domingo ya me llamaron del Teatro Español, el lunes me llamaron de dos teatros de Barcelona y en una semana teníamos 40 bolos contratados. Lo que menos imaginaba es que yo iba a ser el productor de una compañía que iba a tener 200 bolos en un año. Jamás, jamás lo pensé". Lo dicho: da vértigo, y esperanza.