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Zenet estrena mañanas

Imagen promocional de Toni Zenet.

El primer videoclip de Toni Zenet (Málaga, 1967) ya da una pista. Menos blanco y negro, más color; menos humo y ambiente nocturno, más luz del mediodía. En Si sucede, conviene (El Volcán), el músico ha hecho algo más que plantearse su carrera profesional. El cambio de tonalidad –aún canalla, pero más callejera— es consecuencia de un cambio vital del que no teme hablar. Y más ahora, que sale de su retiro –su último disco con canciones originales es La menor explicación, de 2012—para comenzar a hablar de su recién nacido, que verá la luz oficialmente el 28 de septiembre con un concierto en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid.

Mientras el guitarrista José Taboada y el trompetista Manuel Machado apuran un vermú en la mesa contigua, él toma dos cafés americanos. “He abandonado ciertas costumbres más nocturnas, más tóxicas. Estoy más sano, hago mucho deporte, leo más, investigo… ¡Pinto más! Estoy en otra vida”, explica, exultante. Quizás todo eso tenga que ver con el refrán zen que lleva por título su álbum y con ese aire de mañanas frescas que exhalan las canciones. Se ve en las salsas, en los tonos de bossa, en temas como "Cuando te enfadas", "Prefiero", "Mereció la pena" o "Despiértame".

Si sucede, conviene está hecho, explica, desde las mañanas. Las que comienzan con dos religiosas horas de deporte y siguen con otras dos o tres de composición, “algo que antes era imposible”. No era la música la que le pedía un cambio: “Cuando eres papá, la vida te lo pide. Estás conciliando la vida de músico por la noche con ser papá, y te das cuenta de que no es conciliable. Ahora, cuando se termina una actuación nos vamos para casa, cosa que antes no hacíamos”, admite. La camisa clara y el sombrero de verano, esa prenda que se ha convertido en su marca, contradicen esa sonrisilla que se le escapa rememorando los viejos tiempos. Es cierto que ahora, a la espera solo de la promoción, todavía no ha podido probarse de nuevo en los teatros, pero no parece que vaya a cambiar de opinión. "Estoy bien, estoy muy bien"

Y así, al menos, desde mayo de 2015, cuando empezó, junto a Taboada, a “jugar” con los versos de su letrista habitual, Javier Laguna. “Componíamos en mi casa, nos fuimos viendo un par de días en semana, e íbamos probando con las canciones. Si alguna se nos resistía, la dejábamos para otro día”, cuenta. Sin estrés. Incluso decidieron posponer la fecha de lanzamiento de junio a septiembre: “Las prisas nunca son buenas”. Y eso lo dice alguien que ha ido a disco cada dos años entre 2008 y 2012, a los que se suma un recopilatorio en 2013. Eso de tomarse un respiro no es cosas solo del músico: hasta Laguna se ha retirado al campo, a gestionar una casa rural en Algar de Mesa, un pueblo de Guadalajara de 67 habitantes. "Está encantado, ahí tiene tiempo para escribir", dice su amigo. 

Los ajustes de letras tenían que ser por teléfono. Había que "pulir las esquinas" de los versos que les mandaba Laguna para que encajaran en las melodías que iban tramando Taboada y Zenet. "A la misma canción la toreamos con distintos pases. Vamos por un género y luego por otro, la vamos vistiendo de una manera u otra. Ella misma va pidiendo su terreno", rememora, alzando la mano para pedir otro café. El guitarrista actúa como red de seguridad para el cantante, animándole a seguir cuando se adentran en terrenos inexplorados: "Hay veces que no me identifico con lo que estoy cantando, porque de repente una armonía se va fuera de mi mundo armónico, y se va al pop, a la bossa nova… Y entonces digo 'Jose, ¿a ti qué te parece, se está yendo para otro lado?". Pero Jose le guía: "Tranquilo, sigue por ahí" o "Esta la vas a componer con base de piano". 

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Describe a los músicos como "familia". Les van creciendo los niños, y Zenet describe un verano de barbacoas todos juntos en torno a las que corretean los pequeños. Un ambiente de clan que les animó a independizarse de Warner Chappel, el sello con la que ha publicado sus anteriores trabajos. El último lo firma, junto a El Volcán, una "nueva pieza" del engranaje creativo del malagueño: Factoría Zenet, la nueva empresa del artista. Según el músico, todo el mundo ha entendido su marcha, hasta Juan Ibáñez, director creativo de la multinacional y amigo —"Sus hijos juegan con los míos", dice Zenet, para medir el grado de cercanía—. "Era un proceso natural", cuenta. 

Natural y económico. Warner maneja "plazos de multinacional", es decir, liquidaciones cada seis meses. Eso significa que hasta que llega el gran ingreso de la compañía, los músicos tienen que vivir de adelantos, lo que genera una facturación un tanto complicada. "Lo hemos podido ir haciendo hasta ahora, pero era absurdo seguir así... Esa matemática es extraña para nosotros, y Warner no la podía cambiar", explica. Solución: irse de casa. Para pagar la mudanza tuvieron que recurrir al crowdfunding, un proceso de micromecenazgo con el que recaudaron 26.585 euros. "Pagamos a los músicos, sufragamos la gira, subcontratamos al road manager...". Y asumen los riesgos de alquilar un teatro "por 5.000 o 6.000 euros", el 21% de IVA, el transporte, los hoteles, las dietas y los sueldos. Por ahora va bien, asegura, con la mirada puesta en el Nuevo Apolo y su capacidad para 1.200 personas. 

Hasta entonces, lo de siempre. Correr por la Casa de Campo, nadar, rodearse de niños y barbacoas, hacer números, grabar el nuevo videoclip, conceder alguna entrevista, ensayar, pintar, volver temprano a casa. Ese "siempre" que huele a nuevo. 

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