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Política frente al caos, la impresionante recreación de ‘Los últimos tres días’ (de Milošević)

Imagen de la serie 'Los últimos tres días'.

Los últimos tres días es una serie corta que se adentra valientemente en la fisura provocada por las guerras de la antigua Yugoslavia. Lo hace a través de una recreación densa, sólida, con peso, de las jornadas en las que Slobodan Milošević se atrincheró en su residencia ante su inminente detención.

Filmin aloja esta magnífica miniserie de cinco episodios de unos cuarenta y cinco minutos cada uno. La plataforma acaba de ser elegida la mejor iniciativa cultural digital de España en 2021, en votación realizada por 358 personalidades de todos los campos de la cultura, convocadas por la Fundación Contemporánea.

Entre su amplia oferta de ficción europea es poco frecuente poder acercarse a una producción televisiva serbia. En este caso resulta especialmente estimulante, ya que se trata de una impecable propuesta que tiene la osadía de revisitar un pasado traumático reciente. Los hechos narrados se remontan a veintiún años atrás.

Un Milošević acorralado

Tras contribuir decisivamente a que Yugoslavia se desangrara y se desintegrara en varias guerras atroces, Milošević perdió las elecciones generales serbias del año 2000. Su intento de pucherazo fue desarticulado por la protesta ciudadana. El exmandatario quedó en un limbo sin sentido, atrincherado en una villa en Belgrado, cada vez más protegido por una guardia militarizada de leales.

El nuevo gobierno de Zoran Djindjic se vio atrapado por este despropósito, a la vez que presionado por Estados Unidos y la comunidad internacional para entregar a Milošević al Tribunal Internacional de La Haya, que había solicitado su detención. El miedo a nuevas situaciones violentas paralizaba a un gobierno que no podía mirar por más tiempo hacia otro lado.

Este es el punto en el que comienza la historia. A partir de él, la acción se sitúa principalmente en la residencia-bunker de Milošević. En su interior reina un ambiente insano. Acompaña al expresidente su esposa, su mitad, Mirjana Markovic, conocida como la Lady Macbeth serbia.

Una pareja tenebrosa

Juntos desde la juventud, con orígenes acomodados ambos y tragedias familiares en sus biografías, unieron sus vidas y sus estrategias desde el principio. Ella era hija de una partisana que luchó contra los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y fue asesinada después, se sospecha que por sus propios compañeros. Los padres de Milošević se suicidaron juntos cuando él tenía 20 años.

En la serie, Mirjana está imponentemente interpretada por la actriz Mirjana Karanović, protagonista entre numerosos títulos de dos películas del cineasta serbio Emir Kusturica, ganadoras las dos de la Palma de Oro del Festival de Cannes, Papá está de viaje de negocios y Underground. También había trabajado previamente con el creador de esta serie, Bojan Vuletić.

Actriz y director han compuesto juntos un personaje tremendo, que genera enorme tensión constantemente. Por dar un dato de la persona real tras el personaje, la viuda de Milošević es buscada como inductora del asesinato de su padrino de boda, Ivan Stambolić. El que ya había sido presidente de Serbia osó enfrentarse en unas elecciones contra su marido y desapareció mientras hacía deporte corriendo. Su cadáver fue encontrado tres años después y ella huyó a Rusia, con su hija, donde se le concedió el estatus de refugiada y se cree que vive hoy.

Junto a ella, Boris Isaković interpreta a Milošević. Isakovic es uno de los principales intérpretes en el film bosnio de 2020 Quo vadis, Aida? sobre la brutal matanza de Srebrenica, en la guerra de Bosnia de 1995. Es una pena que en esta serie, por lo demás de producción muy correcta, las prótesis en su rostro no lleguen a estar bien cubiertas por el maquillaje.

Una tragedia shakesperiana

Sobre su personaje, Vuletić explica en una entrevista en Nacional Neovisni News Magazin: “Milošević es a la vez un hombre corriente, un padre y un marido. Un expresidente y un negociador. (…) La vida de otras personas vuelve a depender de sus decisiones. Todo está entrelazado, lo público, lo secreto, lo privado y lo general. Por eso esta historia tiene todos los elementos de una tragedia de Shakespeare”.

Ambos actores recrean la versión del director y guionista de la serie, quien se documentó sobre los hechos y los personajes, pero no quiso hablar directamente con los testigos sino elaborar una versión personal artística. Como el propio Vuletić afirma: “La mayor preparación fue sin duda la experiencia que todos vivimos como ciudadanos durante la década de 1990, fue insustituible”. Señala además que los propios testigos de la casa en la que se refugiaba Milošević no se ponen de acuerdo sobre lo que pasó.

Pese al oscuro retrato de Milošević y su familia, no resulta maniqueo su perfil psicológico, sino complejo. “Hemos ganado, ¿verdad? Hemos ganado” se dice la pareja protagonista de forma que resume la patología del fanatismo. La realidad se reajusta o se retuerce si es necesario hasta que encaja en un pensamiento rígido. 

La familia es el título original de la serie. La completan los dos hijos de la pareja. Marija se encuentra presente en la casa, idolatra a su padre y se convierte en una bomba de relojería. Marko, el hijo, no acompañaba a sus padres aquellos días, se comunicó por teléfono con la casa. Se había convertido en una de las personas más odiadas de Serbia. Contrabandista, corrupto, relacionado con la mafia y violento, se premiaba con todos los lujos. Se jactaba de haber destrozado dieciocho Ferraris en accidentes.

Un gobierno bajo presión

La acción se centra tanto en el grupo de la casa, en la que además de la familia pululan miembros del partido comunista, servicio y personal armado, como en la sala de crisis del gobierno. Allí, los ministros tratan de acometer la misión del arresto de la mejor manera posible en un país que no podía permitirse más violencia. En ambos emplazamientos se produce un drama intenso.

Por parte del gobierno, no hace falta recordar a cada participante real para reconocer ciertas dinámicas. Entre ellas, la dificultad de garantizar la lealtad de cuerpos militares que pasan de un régimen con el que habían llegado a complicidades a uno nuevo. O la inacción de algunos líderes en situaciones urgentes personificada en estos días por el presidente de la República Federal de Yugoslavia, Vojislav Koštunica.

Emerge como protagonista el elegido para negociar la entrega de Milošević. En la serie es la representación de la inteligencia y la adaptabilidad. En la vida real, Čedomir Jovanović no tenía aún treinta años cuando se le encomendó la misión. Había sido una de las caras destacadas de las protestas estudiantiles contra Milošević, y fue víctima de varios ataques y atentados antes y después de esta operación.

Unos medios de comunicación intoxicadores

Como en casi toda serie política, los medios de comunicación juegan un papel destacado. En esta crisis, las informaciones que se transmitieron a los ciudadanos fueron contradictorias y llenas de intoxicaciones. Las distintas posiciones de los periodistas en una emisora televisiva ejemplifican esta conflictiva cobertura en la serie.

Y, además, Los últimos tres días muestra cómo vivieron los hechos algunos ciudadanos de a pie. Entre todos ellos se establece la dialéctica entre dos Serbias. Una delirante, peligrosa, ya prácticamente muerta pero aún capaz de dañar. La otra es el nuevo país que trata de surgir, abrumado por el pasado y reclamando trazar un camino nuevo.

Visualmente, la serie elige una fotografía fría, con textura, coherente con la historia y la época. La cámara refuerza por momentos la angustia psicológica, en ocasiones dando vueltas en torno a personajes que conversan, otras pegándose a los habitantes de la casa que pasean por un sofocante pasillo circular. Puntualmente se recurre a grandes angulares deformantes que refuerzan la anormalidad de los comportamientos.

Una juventud con derecho a conocer su pasado

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Vuletić tenía en la cabeza al planear la serie revisar este conflictivo pasado, buscando un momento significativo de aquel tiempo que le sirviera para que los jóvenes que no vivieron los hechos se hicieran preguntas y se acercaran a la historia reciente. Es muy probable que el mismo efecto se produzca en una parte de la audiencia española.

El director explica la controversia generada por la serie: “En Serbia, el debate principal sobre la serie fue si había suficiente distancia como para abordar estos temas. La madurez de una sociedad y la distancia temporal no se miden por el número de muertos, sino por el número de nacimientos que tienen derecho a conocer su pasado inmediato. (…) Estos jóvenes serán los pilares de la sociedad dentro de diez años y no se les debe ocultar el pasado traumático”.

La serie es magnífica por sí misma y como ejemplo del poder del audiovisual para refrescar la memoria histórica. Y de paso, despertar la necesidad de indagar más en episodios que en su propio momento no se pudieron conocer en su complejidad. Casi siempre la prensa termina añadiendo piezas al puzle y con ello permite a los guionistas una aproximación mejor contextualizada.

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