Héroes

Raquel Alonso, la mujer que se enfrentó a la yihad para salvar a sus hijos

“El día que perdí todo, perdí el miedo”. Fue la noche en la que la policía echó abajo la puerta de su casa para detener a su marido, el hombre con el que había estado casada veinte años, por pertenecer a una célula yihadista. Desde entonces, Raquel Alonso (Madrid, 1970) ha hecho muchas entrevistas, pero esta es una de las primeras en las que su hija pequeña, de trece años, la escucha detrás de las cámaras. A su lado, en un parque de un barrio del este de Madrid, le da la mano su abuela Mari Carmen, la madre de Raquel. Solo ellas tres, de mirada profunda y verdosa, saben lo que han sufrido y luchado desde que el yihadismo entró a formar parte de su vida: “Un viernes estaba dando una rueda de prensa en una entidad bancaria muy importante y el lunes estaba en Soto del Real buscando a mi marido”.

Han pasado siete años. Él cumple condena en la cárcel y tiene prohibidas las llamadas y las visitas a sus hijos. Y ella se ha convertido en una de las pocas mujeres en España que, tras sufrir un proceso de radicalización en su entorno familiar, se ha enfrentado al terror de la yihad con su testimonio y su valentía como únicas armas. Sin temor a represalias. Aunque haya tenido que cambiarse de casa, siga recibiendo amenazas, e incluso hayan intentado sacarla de la carretera. “Tenía que dar la cara y luchar por mis hijos. Yo era la mujer del terrorista y ellos los hijos del terrorista. No podían cargar con la mochila que les había dejado su padre”, afirma apartándose la melena rubia de la cara.

Con un optimismo admirable como brújula y el brazo de su madre, que la acompaña siempre, como principal punto de apoyo, Raquel ha conseguido seguir adelante con sus hijos. Durante cuatro años, Adán y Yaiza (nombres ficticios), tuvieron que convivir con un padre que empezó a radicalizarse en la mezquita de la M-30 y acabó condenado por el Tribunal Supremo. Cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, fingió una conversión al islam para que su exmarido centrase el adoctrinamiento en ella en lugar de en sus hijos. “Pero en el sumario, averigüé muchas cosas”, hace una pausa, “al mayor, que entonces tenía doce años, quería llevárselo a Siria a luchar en el Estado Islámico y le enseñaba vídeos de decapitaciones. A la pequeña, la llevaba a cementerios y la dejaba sola… Solo tenía seis añitos, ¿cómo le explicas por qué se llevan a su padre a una niña de esa edad?”.

A pesar de haber vivido una situación tan traumática siendo tan pequeños, Raquel se esforzó desde el principio por crear un hogar en el que los dos crecieran con la mayor normalidad posible. Compensando el dolor con cosas tan pequeñas y cotidianas como “los desayunos especiales de los domingos, las visitas al Safari Park o las excursiones al campo con una tortilla de patata”. Ha conseguido que Adán y Yaiza tengan un día a día como cualquier otra persona de su edad, a pesar de que su vida transcurre entre juzgados, abogados y tribunales. “Creemos que esto solo le puede pasar a familias desestructuradas, a segundas generaciones, inmigrantes…, pero no. Nos puede pasar a todos. Mi exmarido había estudiado una carrera, hablaba cuatro idiomas, y trabajaba en una multinacional. Teníamos una familia maravillosa con una posición socioeconómica alta. Solo nos concienciamos del peligro de la radicalización cuando nos pasa a nosotros”.

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‘Gracias, mamá’

Con un coraje y una valentía que no se apagan nunca, hoy sigue luchando mientras ayuda a quienes sufren o han sufrido la misma pesadilla. Hace algo más de un año, fundó ACREAVI, la primera asociación en España contra el radicalismo extremista. El 80% de los casos que han atendido son jóvenes españoles convertidos al islam, con padres, hermanos, familia, amigos… Ellos, como lo fueron Raquel y sus hijos en su día, son las víctimas más silenciadas en este tipo de casos y muchas veces tienen que sufrir la estigmatización social. “Se identifican mucho conmigo porque saben que están hablando con una persona que ha estado en sus mismos zapatos. Una mujer me dijo un día: ‘Eres un ángel que ha caído del cielo en mi vida’. Y yo le contesté: ‘No, solo soy una mujer como tú, que ha pasado lo mismo que tú, pero que te llevo siete años de ventaja’”.

“Mis hijos me han salvado la vida. Siempre decimos que somos ‘Los tres mosqueteros’ porque creo que, en el fondo, nos hemos ayudado para salir adelante. Yo a ellos y ellos a mí”, concluye con una sonrisa mientras se quita el micrófono. Yaiza se acerca corriendo a abrazarla con los ojos llorosos: “Gracias, mamá”.

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