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Humor al cubo

Si ves a Eva Soriano, bésale los pies

La cómica Eva Soriano ha conseguido ya poder decir abiertamente que vive del humor. A estas alturas, su carrera ha ido despegando en estos últimos años y ya no necesita buscarse otros empleos alternativos para subsistir. Este año, espera seguir colaborando semanalmente con el Late Motiv de Andreu Buenafuente. En sus apariciones, defiende con convicción la idea de que “no estamos bien”. En cada intervención, que ella misma escribe y prepara, aborda alguna cuestión de la vida cotidiana que demuestra que no terminamos de funcionar con un mínimo de sensatez.

Simultáneamente, sigue en la cartelera madrileña con su monólogo El pecado de Eva, que se representa dos veces cada mes en el Teatro Palacio de la Prensa. El espectáculo cuenta la experiencia de una chica de 30 años que descubre que ninguno de los sueños que alimentaron su adolescencia se ha cumplido. Su reflexión final se concreta que la vida te va a dar poco y que “todo depende de lo que tú hagas''. El texto acaba por ser un divertido ejercicio de romanticismo frustrado y de crítica a la gran cantidad de convencionalismos que componen nuestra vida cotidiana.

Esta última semana, le ha tocado sufrir a Filomena. La tremenda nevada caída sobre Madrid le ha hecho confirmar su sospecha de que “no es lo mismo un ático que una buhardilla. La buhardilla es pretender tener un ático sin dinero, para acabar viviendo con el cuello doblado todo el día”. Reconoce que las pasó canutas cuando le reventaron las cañerías y se estropeó el termo del agua. Aún le quedan bloques de hielo en las ventanas: “Vivo bajo el hielo”, afirma.

PREGUNTA: ¿Recuerdas tu primera actuación como monologuista?

RESPUESTA: Era un concurso que hacían aquí en Madrid en el Rock’n’rola, que era como de distintas disciplinas de comedia, no sólo de monólogos. Yo me apunté un poco para probar. Para mí fue como un experimento. No me fue mal y a partir de ahí empecé a estudiar un poco más porque no tenía ni idea de cómo hacer un monólogo, de cómo hacer un guion, de cómo se hacía un chiste. Me subí allí arriba y conté cuatro cosas. Luego, dije: ¡Ostias, pues no está mal!

P: ¿Cómo te fue como estudiante?

R: Como estudiante de arte dramático coqueteé con ese mundo. Hacíamos obras de teatro. Me di cuenta de que para actuar dentro de una obra de teatro tienes que pasar por diferentes filtros. Tienes que hacer un casting. Tienes que intentar que el director de casting vea que tu personalidad se adecue al papel. Se tienen que dar una serie de factores para que te den ese trabajo. Sin embargo, en la stand up comedy, solo tienes que llegar y contar tus movidas. No tienes que pasar ningún filtro. Tú llegas allí y cuentas lo que te salga del papo y aunque estés loco sueltas tu movida y la gente se ríe y si la gente se ríe es de las mejores experiencias que puedes tener en la vida.

P: Casi todos los cómicos recuerdan con cierta angustia los inicios en el mundo de la comedia ¿Tuviste que vivir experiencias desgraciadamente inolvidables?

R: Situaciones patéticas cuando empiezas tienes mogollón. Yo he tenido momentos de irme a llorar y decir me tengo que ir a mi casa porque yo no debería estar aquí. O ir a hacer un concurso de monólogos a Aranda de Duero, comerte 4 horas en autobús, llegar allí y hacerlo mal. Y, entonces, que una señora te mire y diga: “¡Pobrecita, qué mal lo ha hecho!”, sintiendo pena y asco a la vez por ti. Esa señora te mira con una cara de que te quieren arropar, pero que a la vez no les gustas. Entonces, sigues porque eres masoca. La comedia tiene algo de masoquismo. Los que nos dedicamos a la comedia es porque nos gusta mucho y porque nos gusta sufrir.

P: ¿Cómo se puede hacer que el sufrimiento derive en comedia?

R: En la comedia, le tienes que dar tiempo a las cosas. Tú me haces un chiste sobre algo que me han hecho hoy e igual no me río. Pero, a lo mejor, dentro de una semana quizá yo misma me río de mi propia desgracia. Al final, es la capacidad de reírte de algo malo. Las cosas malas pasan y, a cambio, la comedia nos da una desconexión, ese “¡tampoco es para tanto!”. Hay un problema, pero si le pones un chiste le quita hierro al asunto y lo vives mejor y no tan agobiado. Yo vivo así con todo. Si tengo un problema, le meto un chiste y ya está.

P: ¿En tu vida privada intentas que el humor esté siempre presente?

R: Odio los cómicos y las cómicas que son todo el rato cómicos. Odio a la gente que está todo el rato intentando ser graciosa. Yo sí que es verdad que hago coñas, pero tengo momentos de relax en los que no hablo, en los que estoy pensando en mis cosas. No estoy todo el rato intentando meter un chiste. Es verdad que si tú me estás tirando para ser gracioso, voy a ir a ver si tengo alguna coña, pero normalmente no estoy todo el rato como un gato, en plan: ¡Has hecho un chiste! ¡Tengo que hacer otro!

P: Pero tus fans, si se encuentran contigo, seguro que esperan que seas divertida...

Leo Bassi, ministro por sorpresa

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R: Hace unos años grabé un especial en el programa Ilustres Ignorantes. Entonces iba con un grupo de amigos y luego fuimos a tomar algo. Coincidimos en un sitio con unas chicas que eran de Canarias, muy majas. Mis amigos les dijeron: “¿No sabéis quién es ella?”. Lógicamente no tenían por qué conocerme porque no soy nadie. Así que ellas dijeron: “¡Pues no, no sabemos quién es!”. Entonces mis amigos les explicaron que yo acababa de grabar en Ilustres Ignorantes. Una de ellas era muy fan del programa y dio por hecho que yo era famosa. Llegó un punto, ya muy pasada la noche, en el que la tía decide que lo mejor que puede hacer es ¡darme un beso en los pies! Yo pensé en que no sabía en qué momento me había convertido en el Papa y esa mujer me estaba besando el pie. Pasó de no saber quién era yo a ser mi mayor fan y entonces pensé: “¡Aquí hay una locurita que no estamos gestionando bien!”. Y ella, en plan: “¡Me encanta todo lo que haces! ¡Eres tan guay!” Y yo: “¡Pero si no sabes ni quién soy!”. Que te besen los pies en un bar es de lo más raro que me ha pasado en la vida. Aparte, llevaba sandalias y me besó un pie de verdad. Esto era época antes del COVID. Ahora esto sería impensable. Aunque no sé si besar los pies puede contagiarte de coronavirus. Pero ese es otro jardín. Mejor lo dejamos.

P: ¿No quieres terminar con algo épico?

R: No me gustan las cosas épicas. Lo épico está en lo cotidiano, porque la gente espera algo increíble. Algo así como: “¡Wow! ¡Menudo final!”. Y, en realidad, es como: “¡Pues ya está!”. En lo sencillo está la excelencia.

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