Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Qué esperar de la primera vuelta francesa
Este domingo diez de abril se decidirá qué dos candidatos se enfrentarán en la segunda vuelta para las elecciones presidenciales francesas. Podemos asumir con cierta seguridad que la distancia entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen nunca ha sido tan estrecha, tanto en esta primera vuelta como en una potencial segunda vuelta, con algunas encuestas sugiriendo por primera vez un empate técnico. En estas elecciones, Le Pen se beneficia de una importante desafección con Macron y de una normalización de sus posiciones consecuencia de la entrada en la campaña del polemista ultraderechista Éric Zemmour, cuyas teorías del “gran reemplazamiento” han hecho parecer a Le Pen una candidata 'razonable'. Todo ello en una recta final en la que el candidato de la izquierda francesa, Jean-Luc Mélenchon, parece acortar sus distancias con Le Pen hasta el punto de que algunos analistas no descarten un “efecto Mélenchon” sorpresa.
Por lo tanto, pese a que la mayor parte de expertos asumen que Francia reelegirá a Macron como Presidente de la República tras un cara a cara con Le Pen (algo relativamente excepcional, considerando que Francia lleva desde Jacques Chirac sin reelegir a un Presidente), esta incertidumbre nos invita a analizar una serie de variables que podrían dar un vuelco al tablero político. Estas variables incluyen la invasión de Ucrania, la decisión de no organizar debates para esta primera vuelta, y el timing de las diferentes campañas; pero, sobre todo, pasan por dos factores clave: el voto útil y la abstención electoral.
En primer lugar, el shock exógeno más relevante tanto para Macron como para sus rivales es el de la guerra de Ucrania. El Presidente de la República se ha volcado de lleno en esta cuestión en las últimas semanas, siendo uno de los pocos líderes occidentales en mantener una línea de comunicación abierta con Moscú, con la que quería proyectar una imagen de político capaz de liderar a la UE a nivel internacional. Sin embargo, no parece que esta estrategia se haya traducido en un mayor apoyo en las encuestas. El “rally around the flag” parece haberse terminado. Por otra parte, se había hablado mucho del hecho de que la guerra probablemente socavaría la base electoral de Le Pen y de Mélenchon, por su cercanía con Vladimir Putin (mayor en el caso de la primera) y una relativa ambivalencia respecto a Ucrania. Sabemos que esto no ha sido así, puesto que Le Pen ha logrado replantear el debate en términos de poder adquisitivo criticando las sanciones a Rusia por los efectos perniciosos para los franceses, mientras que Mélenchon ha subido el tono contra el régimen de Putin.
En este sentido, resulta importante señalar que no ha habido debate presidencial en esta primera ronda. Esta estrategia, impulsada por un Macron que consideró que la mejor campaña electoral es aquella que no lo parece (para proyectar una imagen de hombre de Estado), explica en parte por qué a Le Pen y Mélenchon no les han pasado tanta factura sus pasadas posiciones sobre Rusia y Putin en el contexto de la guerra, puesto que no se han visto en un cara a cara. De haber debatido en un debate con todos los candidatos, este habría sido sin lugar a dudas uno de los puntos más explotados por Macron. Además, en un contexto en el que el mitin sustituye completamente el debate entre candidatos, la mayor parte de analistas políticos franceses coinciden en que Mélenchon es quien más tiene que ganar, puesto que suele considerarse el candidato más carismático y con mejor puesta en escena de estas elecciones. Por ejemplo, el uso de hologramas del candidato resulta relevante no solo por su originalidad tecnológica, sino además por la posibilidad de realizar mítines en más de diez localizaciones de manera simultánea. Esta ambiciosa campaña podría funcionar como filón para acortar distancias con Le Pen en esta primera vuelta.
Podemos asumir con cierta seguridad que la distancia entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen nunca ha sido tan estrecha, tanto en esta primera vuelta como en una potencial segunda vuelta, con algunas encuestas sugiriendo por primera vez un empate técnico
Otro factor que podría ser clave en la sorpresa de Mélenchon es su control sobre los tiempos políticos. Aquí podemos contrastar la estrategia de Zemmour, a quien algunas encuestas daban en noviembre el acceso a la segunda vuelta por delante de Le Pen y Mélenchon, pero que no ha sabido mantener ese impulso, con la veteranía de Mélenchon, cuya experiencia le ha servido para manejar con habilidad los tiempos políticos para generar momentum en esta recta final (no en vano, estas son sus terceras presidenciales).
Sin embargo, aquello que verdaderamente podría permitir una sorpresa en esta vuelta son dos factores: el voto útil y, sobre todo, la abstención electoral. Por una parte, Mélenchon sigue apelando al “voto eficiente” (por respeto a todos los votantes, cuyo voto según el candidato siempre es útil en una democracia), presentándose como el único candidato de la izquierda. Esto se deriva del sistema electoral de la Quinta República, que busca garantizar estabilidad en favor de representatividad con un sistema de dos vueltas. Así, si se dan más apoyos como el de Ségolène Royal –ex candidata del Partido Socialista Francés– o el de Christiane Taubira –vencedora de la incompleta “primaria popular”– a la plataforma de Mélenchon como única alternativa a Macron y a Le Pen podrían movilizar a parte del electorado de izquierdas hacia un cierre de filas con los insumisos.
Aun así, debido a la antipatía que Mélenchon genera entre algunos votantes de otros partidos de izquierda, el factor clave será el de la movilización de quienes a priori pensaban abstenerse. Así, los perfiles que más suelen abstenerse son los jóvenes (en torno a un 40%, frente a un 20% de los mayores de 65 años) –principal apoyo de Mélenchon (y de Le Pen)–, las clases populares (41%, frente a un 16% de los más ricos), y quienes se sitúan a la izquierda del centro político. Si la ambiciosa campaña de Mélenchon logra ilusionar a una parte lo suficientemente numerosa entre esos abstencionistas e indecisos de otros partidos de izquierda, podría dar la sorpresa pasando a la segunda vuelta. Porque no: Francia no se está derechizando. Lo que explica la crisis de la izquierda es ese alto abstencionismo. Como explicaba el sociólogo Aldo Rubert, profesor en la Universidad de Lausanne, es mucho más justo hablar de una 'des-izquierdización' electoral predicada en la desmovilización y la fragmentación de ese electorado.
A un día de los resultados, podemos aventurarnos a sugerir que Macron y Le Pen se verán las caras en la segunda vuelta. Pero en un escenario de alta volatilidad política todo sigue siendo posible.
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