El Gobierno de los platos chinos Cristina Monge
Feijóo y los muertos del franquismo
Auditorio Nacional, Madrid, 31 de octubre de 2022. Primer acto oficial del Estado en reconocimiento de las innumerables víctimas del franquismo. La fecha no podía ser más simbólica: aniversario de la aprobación por el Congreso de Diputados de la Constitución de 1978. ¡Cuarenta y cuatro años antes! ¡Ya era hora!
Fueron oficialmente invitados al homenaje Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida. Para su vergüenza no acudió ninguno de ellos, ni nadie en su representación. Y es que las derechas de este país, para asombro de las democracias europeas, partidos conservadores incluidos, se niegan a reconocer la criminalidad consustancial del régimen franquista. Es más: jamás han dicho públicamente una palabra de crítica del mismo, del cual proceden, ni tampoco el rey actual ni su padre, lo cual, según mi criterio, es del todo lamentable además de patético.
Feijóo ha demostrado que, contrariamente a las esperanzas que algunos teníamos puestas en el que creíamos su talante moderado, insiste en proferir algunas de las vilezas de su antecesor en el cargo (por cierto, ¿dónde se encuentra actualmente el personaje, al que no se le ve el pelo por ningún lado?). Casado repetía día tras día la cantinela de que hay que pensar en el presente y el futuro y olvidar el pasado, en primer lugar a las víctimas del franquismo. Quedará para siempre en las hemerotecas sus despectivas referencias a “la guerra del abuelo” y "las fosas de no sé quién" (así como la insidiosa acusación de su compañero Rafael Hernando, según la cual quienes buscan a su pariente asesinado sólo lo hacen cuando reciben una subvención).
Refiriéndose a la reciente exhumación de los restos de Queipo de Llano, Feijóo ha dicho textualmente: “Creo que la política debe centrarse en los vivos y dejar a los muertos en paz, pero allá cada uno con sus prioridades”. ¿Y los vivos que llevan décadas y décadas con la voluntad desesperada de encontrar a sus desaparecidos, y para quienes sí que es una prioridad porque su tiempo se acaba? Por lo visto a Feijóo, como a su paisano Mariano Rajoy, le traen sin cuidado, no existen. ¿Se olvida de que, a lo largo de los casi cuarenta años de dictadura, esta se empeñó en localizar y luego enterrar dignamente, con todos los honores, a sus víctimas? ¿Conoce Antígona, la tragedia de Sófocles, donde se trata precisamente de la determinación de la protagonista, bajo la amenaza de pena de muerte aplicada por el tirano del momento, a recuperar los restos de su hermano, asesinado por el mismo? ¿No sabe que todos los seres humanos experimentan la necesidad imperiosa de enterrar con dignidad a sus muertos? ¿Es Feijóo católico practicante, con misa, confesión y las demás obligaciones que conlleva tal adscripción? ¿Ha leído los Evangelios? ¿No recuerda que, según Jesús, hostigado al respecto por fariseos y saduceos, el mandamiento más importante, después del de amar a Dios sobre todo, es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39)? Si es capaz de leer el latín básico, tal vez le pueda interesar la traducción de la Vulgata: “Diliges proximum tuum, sicut teipsum”. ¿No comprende que, con un mínimo de decencia y magnanimidad por parte del PP, que ahora lidera, la tragedia de las más de 115.000 víctimas del franquismos todavía en fosas comunes y cunetas se empezaría a aliviar de la noche a la mañana? ¿Cómo es posible tanta ceguera, tanta perversidad? ¿Cómo es posible que Feijóo desconozca la compasión? ¿Cómo es capaz de decir que, si llega a La Moncloa, desmantelará la Ley de Memoria Democrática?
Las derechas de este país, para asombro de las democracias europeas, partidos conservadores incluidos, se niegan a reconocer la criminalidad consustancial del régimen franquista
Yo me siento indignado como hispanista, además de nacionalizado español, ante la ruindad e hipocresía de un partido incapaz de admitir y asumir, a estas alturas, la ilegalidad y crueldad inherentes al franquismo, cerrando así la puerta al progreso del país que dicen amar tanto y que consideran como su propiedad personal y exclusiva.
Si el PP no vuelve resueltamente al centro, si no asume una actitud dialogante, conciliadora, el retroceso de España es inevitable. Lo creo firmemente. Los gravísimos problemas que ya tiene la Península Ibérica, entre ellos el medioambiental, y que se van a incrementar, necesitan consensos de Estado que superen las miserables consideraciones locales y partidistas. ¿Es mucho pedir que el PP abandone la dialéctica del desdén y del desprecio, evidente en cada intervención, cada gesto facial, de su portavoz en el Congreso (de cuyo nombre no quiero acordarme)?
Volviendo a Queipo de Llano. Usurpada la Capitanía General de Andalucía, con lo cual se convirtió en la máxima autoridad rebelde del Sur, mostró en seguida, con sus bandos y tremebundas charlas radiofónicas nocturnas, la intención de matar, sin contemplaciones, a todos los que se le opusieran o hubieran apoyado de alguna manera la República. Una de sus primeras acciones sanguinarias fue ejecutar al general Campins, comandante militar de Granada, en sus tiempos amigo personal de Franco.
Que yo sepa no existen grabaciones de sus charlas –menos, según el historiador Francisco Espinosa, la recogida por Basilio Martín Patiño en su documental Caudillo–. Hace años, en consecuencia, llevé a cabo una búsqueda en la prensa sevillana de los primeros meses de la guerra, y preparé, para la editorial Grijalbo, una recopilación de los textos de las mismas allí aparecidos. Pese a la censura de los propios correligionarios del general, resultaban espeluznantes. Cito solo uno. Se publicó en el diario La Unión del 23 de julio de 1936:
"Obreros de Sevilla: Conozco perfectamente vuestro estado de ánimo, y veo que tenéis deseos de trabajar, pero que algunos no osáis hacerlo –aunque ya están cubiertos la mayor parte de los servicios– por miedo a esos Comités de barrio que os amenazan con las pistolas.
Yo os autorizo, bajo mi responsabilidad, a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción sobre vosotros, que si lo hiciereis, quedaréis exentos de toda responsabilidad".
En cuanto a las referencias a las hazañas sexuales de sus “bravos legionarios y regulares”, sus incitaciones a la violación de las mujeres de los “rojos afeminados”, los testimonios al respecto son contundentes, aunque en su propia prensa se suavizaban. Entre ellos, quizás en primer lugar, el del historiador Guillermo Cabanellas.
En su lápida en La Macarena se podía leer en 1994: “Aquí reposa en la paz del Señor el excelentísimo Sr. D. Gonzalo y Sierra”. Y, debajo: “18 de julio de 1936”. Muy cerca, una placa recordaba que fue hermano mayor honorario de la Hermandad del templo. No le veo al Verdugo de Andalucía reposando en la paz de Jesucristo, y me cuesta perdonar a los responsables de La Macarena. Queipo de Llano nunca debió haber estado enterrado allí, como ha tenido la generosidad de reconocer Pablo Montesinos. Si no fuera por la nueva Ley de Memoria Democrática, seguiría tan pancho en la basílica, con todos los honores, así como su brazo derecho, Francisco Bohórquez.
Como bien acaba de escribir en la prensa una ciudadana hispalense, hoy, mientras sigue la exhumación de miles de víctimas de aquel acérrimo enemigo del pueblo enterradas en la fosa común sevillana de Pico Reja, por fin se respira mejor en la hermosa capital andaluza. Cuánto lo celebro. Y cuánta es la valentía del actual Gobierno de la nación.
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Ian Gibson es hispanista, especialista en historia contemporánea española, biógrafo de García Lorca, Dalí, Buñuel y Machado.
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