“Cueste lo que cueste” Cristina Monge
Garamendi y sus 24 SMI
La última huida hacia delante de Antonio Garamendi ha sido compararse con una mujer violada para defenderse de las críticas por subirse el sueldo a 400.000 euros anuales. Una expresión desafortunada e incomprensible —por ser suave—, que en pleno debate de la reforma del sí es sí le ha debido de parecer muy acertada. Esa metáfora que al jefe de la patronal le resulta ilustrativa ha sido su defensa por el “ataque constante” del Gobierno. Los mejores argumentos para pedirle explicaciones vienen de los suyos. “Su sueldo puede complicarnos la vida a todos”, ha dicho el jefe de la patronal de Pontevedra, Jorge Cebreiros. “No es sensible que un alto directivo de nuestra organización tenga un salario de ese tipo”. Una declaración valiente e inusual que identifica claramente cómo 400.000 euros de sueldo son un revulsivo para “atacar a los empresarios que no nos sentamos en las mesas del diálogo social a revisar el salario mínimo”. Garamendi ha pedido perdón con ‘peros’ y justificaciones. “El ataque lo estoy teniendo yo”, ha dicho. Pero sigue sin explicar por qué en un contexto que dicen de crisis se autocoloca en el 1% más rico.
Garamendi pide que se respete la figura del empresario en España, base de la economía social. Toda la razón. Pero para pedir respeto público hay que ser ejemplar. Tiene razón Cebreiro, no se puede cobrar un sueldo millonario y levantarte de la mesa de negociación por 80 euros mensuales. No se puede romper el diálogo despreciando una subida que afecta a 1,9 millones de trabajadores, más de 1,1 millones mujeres, y ofenderte cuando ingresas 17.000 al mes.
La OCDE pidió subidas del salario mínimo para ayudar a las familias ahogadas por la inflación. Alberto Núñez Feijóo fijó postura a favor en el cara a cara del Senado. Mientras, el jefe de la patronal, fuera de la foto, ha abandonado la mesa donde podía y debía abrir otros debates. Se ha colocado fuera del diálogo sin explicar sus condiciones salariales, por más que la Junta las aprobara por unanimidad. La cifra millonaria encierra cinco grandes contradicciones de difícil encaje con quien representa al 21% del tejido empresarial español.
Garamendi pide que se respete la figura del empresario en España, base de la economía social. Toda la razón. Pero para pedir respeto público hay que ser ejemplar
Al sueldazo se suma una subida anual de 50.000 euros, 9% más para la Junta Directiva de la patronal mientras vetan el 8% del SMI. Sobre la posible irregularidad por su paso de falso autónomo a contrato fijo que investiga la Inspección de Trabajo quien debería pedir explicaciones es la propia patronal, por imagen y coherencia tras sus críticas a los datos de empleo. ¿Con qué legitimidad plantearán ahora las reivindicaciones de los pequeños empresarios y el reto del empleo en las zonas rurales? Hay un debate sobre si la subida afecta a pequeñas empresas de comunidades autónomas con menor salario medio, de Extremadura a Murcia, del que también se ha levantado y ahora le va a costar justificar. Y no es verdad el mantra de que el sueldo de Garamendi lo pagan los empresarios. La CEOE es un agente social constitucional que recibe más de 15 millones de euros en subvenciones.
Desde la patronal, la oposición y ciertos sectores financieros afean a Pedro Sánchez hablar de las élites, las grandes fortunas y las diferencias salariales, un debate instalado hace tiempo en los foros económicos mundiales. Quien más cronifica la caricatura de ‘los de arriba’ es el jefe de la patronal poniéndose un sueldo disparado mientras difunde el falso mantra de la destrucción de empleo por 1.080 euros mensuales. En España la desigualdad salarial tiene brechas profundas: la de género, las cúpulas empresariales con sus trabajadores, las del IBEX y ahora la de Antonio Garamendi comparado con el resto de pymes de la CEOE. La desigualdad y el reparto de los grandes beneficios han ido a más en los últimos años. El 1% tiene en sus manos el 17% de la renta nacional, frente al 13% que acumulaba en 2007, antes de la Gran Recesión. Garamendi, parapetado en ese 1% más rico, debería dejar los ataques al ejecutivo y explicar cómo va a defender la realidad del "España, país de pymes" y a una ciudadanía que lo está pasando mal.
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