Dos aniversarios: 2025 y 2026 Ángel Viñas
Hay vida más allá de la M-30
De unos años a esta parte la distancia entre el epicentro de este país, el interior de la M-30, y el resto de los territorios se va agrandando. Parece que el famoso “Madrid es España” se haya materializado por la vía de los hechos convirtiéndose en “España sólo es Madrid”. La burbuja político-mediática, que concentra buena parte del poder, y por lo tanto de la capacidad de dibujar la agenda pública, se encierra en sí misma y pierde capacidad de escuchar, comprender y gestionar lo que ocurre más allá. Dudo que obedezca a nada planificado, sino más bien a dinámicas inerciales. Todos y todas vivimos en nuestras burbujas. No obstante, quienes habrían de tener más interés en salirse de ellas son, precisamente, aquellos que deben entender lo que pasa fuera porque su misión es dar respuesta a los desafíos y problemas que allí surgen.
Se ha visto claramente en las manifestaciones del 8 de marzo. La bronca generada en el seno del Gobierno con la ley de solo sí es sí motivó dos convocatorias en Madrid, Sevilla, Valencia, Alicante o Santiago de Compostela, pero no fue así en ciudades como Zaragoza, las cuatro capitales de provincia catalanas, todas las de Andalucía excepto Sevilla, etc. De hecho, han sido más las ciudades donde hubo marchas unitarias que donde la movilización se partió, como puede verse aquí. Los titulares del día siguiente, sin embargo, hablaban de división. No sólo eso: la menor afluencia a las movilizaciones de Madrid se hacía extensiva automáticamente al conjunto de las ciudades, cuando en Zaragoza, por ejemplo, según datos de la policía, se movilizaron el doble de mujeres y hombres que el año anterior.
Parece que el famoso “Madrid es España” se haya materializado por la vía de los hechos convirtiéndose en “España sólo es Madrid”
Situaciones parecidas ocurren en la arena política. Aragón ha vivido en los últimos meses el estallido del Partido Aragonés (PAR), tras una sentencia que considera probado que los dirigentes amañaron el último congreso y la elección de su ejecutiva y presidencia. Diversas escisiones del partido están diseñando sus estrategias, y será fácil que algunas caras conocidas acaben en las listas del PP. Las consecuencias electorales están por ver, pero puede que sea un factor clave para que el Partido Popular llegue a gobernar Aragón, una de las comunidades donde los resultados electorales de mayo penden de un hilo. Sin embargo, este asunto no ha recibido atención mediática alguna más allá del ámbito local.
En La Rioja, por citar otro caso, el Partido Popular se ha partido en dos con una escisión que ha dado lugar a la aparición de Por La Rioja, que ya ha anunciado su intención de concurrir a las elecciones autonómicas. En este caso, la división lastra las opciones del PP de recuperar una comunidad autónoma clave también el 28 de mayo. Pero tampoco la noticia ha tenido eco mediático más allá de su territorio, pese a lo relevante que puede ser de cara al resultado electoral. Por supuesto, no faltarán quienes esa misma noche correrán raudos a hacer proyecciones sobre los posibles resultados de las generales, obviando que no se vota igual en unas ocasiones que en otras, y evidenciando que consideran a municipales y autonómicas una especie de “elecciones de segunda”. De hecho, ya hay quienes las llaman “meta volante”, o “primera vuelta” de las legislativas.
La concentración de poder en el núcleo duro de la capital frente al resto de territorios llega también al interior de los partidos. El Partido Popular siempre ha tenido en Madrid un contrapoder a la central de la calle Génova, alcanzando su momento cumbre el día en que Isabel Díaz Ayuso, en una batalla por el poder orgánico, acabó llevándose por delante nada menos que a su presidente nacional, Pablo Casado. Feijóo lo sabe y ahora se anda con cuidado.
No es una situación inédita: antes fue Esperanza Aguirre quien puso en un brete a Rajoy. En el PSOE, sin embargo, la situación es justo la contraria. Hace décadas que el partido en Madrid no goza de protagonismo propio y queda permanentemente a la sombra de Moncloa. ¿Será una estrategia premeditada a la vista de lo que ocurre en Génova? Y en el espacio de Unidas Podemos, cada día es más evidente la distancia entre el núcleo dirigente “de Madrid” y sus cargos públicos en los demás territorios. Lo veremos en la configuración de listas municipales y autonómicas.
Que la capital de un país concentre buena parte del poder, y por lo tanto marque la agenda pública, forma parte de las dinámicas habituales en cualquier Estado. Que la distancia de Madrid con el resto de España –incluso de esa España interior “leal” y ajena a los nacionalismos periféricos– se vaya agrandando, abre nuevas brechas y compromete la cohesión territorial, social y política. Rebeliones sociales como la de los chalecos amarillos en Francia, la emergencia en España de partidos de ámbito provincial que quieren representar a los territorios “vacíos”, la oposición a instalaciones de parques de energías renovables en el mundo rural o la sensación de agravio de unos territorios sobre otros dan pistas de un problema cada vez más agudo. Otra herida a suturar.
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