Dejar X para quedarse en Twitter Cristina García Casado
Otra batalla por el relato
Estuve en el Magariños. Realmente voy mucho, porque mis hijos juegan allí al baloncesto, pero me refiero a que estuve en lo de Sumar. En lo de Yolanda. En lo de la ilusión. No me gustan las aglomeraciones y menos las aglomeraciones políticas, porque creo que son lugares en los que los convencidos exaltan lo convencidos que están y lo bien que les hace sentir estarlo. Pero esto era diferente. Iba a ser donde, después de años de navajeríos varios, de diferencias y batallas intestinas, nos íbamos a dar la mano y oye, pelillos a la mar, un tiempo nuevo, arriba los corazones.
Me coloqué en un sitio que no me tocaba para estar sin estar y para ver las caras. Las caras, Juan. Vi las caras cuando Yolanda, que es muy cuca, fue nombrando a la gente que estaba allí. Primero a Ada Colau. Luego a Garzón. Después a Enrique Santiago. Más tarde, a los demás. Vi las caras en un discurso, a mi entender, brillante, con un proyecto de país claro, que ahonda en lo que ya se ha conseguido y busca ensancharlo. La carga de profundidad de términos como "democratizar las empresas" me parece que son de esos que cambian, de verdad, la vida de la gente. Se habló de trabajar menos y vivir mejor. Me sonó a una buena continuación de lo ya hecho, con otro tono, o, al menos, con uno de los tonos que hay que utilizar. Vi a gente que estaba allí y que no aplaudió a otra gente y me pareció bien. Vi a gente riéndose con otra gente a la que ponen a parir de manera habitual y me pareció bien. De eso se trata: de tragar por la unidad y por sumar. Porque ha costado, pero nos hemos dado cuenta de que así debe ser.
No me gustan las aglomeraciones y menos las aglomeraciones políticas, porque creo que son lugares en los que los convencidos exaltan lo convencidos que están y lo bien que les hace sentir estarlo. Pero esto era diferente
No entendí el famoso mensaje de Yolanda de que no acepta tutelas (¿hacía falta?), no me pareció bien la agresividad contra los que votaron contra la reforma laboral (sin ERC no hubiera habido legislatura y hay que darle a Podemos gran parte del mérito de su incorporación al bloque de investidura votación tras votación), tampoco que suba allí Carla Antonelli, nombre un montón de leyes que han hecho avanzar en derechos a España y no nombre la Ley Trans. Yolanda Diaz siempre dice, y tiene más razón que una santa, que tenemos que cuidarnos y hablarnos con cariño. Así debe ser. Todos y todas.
Desde ese domingo nos hemos visto envueltos, una vez más, en una batalla por el relato. Lo único que le interesa a la izquierda, parece: llevar razón, ser el bueno. Desde que en mi vida personal desistí de llevar razón y me empezó a dar igual perder discusiones y relatos, no vean lo feliz que soy. Deberían aprender. Todos, porque han entrado todos ahí.
La culpa de quien no va es de quien no va y de nadie más. Es así. Que se pudo hacer más para que fueran, también. Que si no estamos todos y todas seremos siempre la esquinita, más o menos grande, pues lo mismo. La oportunidad es histórica. Tratémonos con cariño.
Y, de nuevo, aquí estamos los votantes, preocupados porque esta gente se lleve bien. Una vez más con la ilusión en stand by, con las ganas secuestradas, con la euforia aporreando la puerta cerrada. Otra vez más preocupados nosotros por ellos que ellos de nosotros. Otra vez con la p*** batalla del relato viendo quién lleva razón. A mí no me importa ya. Seguiremos esperando.
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