Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Los principios de Feijóo (en porcentajes)
Entre las abundantes declaraciones políticas escuchadas en esta semana de precampaña electoral, hay una que a mi entender supera a todas las demás, por sorprendente y clarificadora. Es esa en la que Alberto Núñez Feijóo explica que es tan lógica la posición del PP en Extremadura como en València. Es tan coherente que en Extremadura se niegue a pactar con Vox como que en la Comunitat Valenciana ceda la presidencia del parlamento, la Vicepresidencia (a un extorero) y tres consejerías importantes. ¿Por qué? “Porque el partido Vox ha obtenido en Extremadura sólo el 8% de los votos, mientras en València ha tenido el 12%”. Y a renglón seguido Feijóo aduce que “el PP tiene principios, y no va a mimetizarse con las políticas de Pedro Sánchez… Cuando decimos que algo es desproporcionado y va en contra de los votos obtenidos en urnas, lo cumplimos” (ver aquí).
¡Acabáramos! Por fin Núñez Feijóo ha dejado negro sobre blanco (y grabado con su propia voz) el anuncio de que pactará con Abascal el gobierno de España si los números lo hacen necesario. De hecho, no hay hasta el momento una sola encuesta que otorgue al PP mayoría absoluta ni que sitúe a Vox por debajo del 12%. Por lo tanto, Feijóo está asumiendo que, si se cumplen los vaticinios demoscópicos, gobernará con Abascal (o Morante de la Puebla) en la vicepresidencia y con los ministerios que Vox decida exigir según el “proporcionado” derecho que las urnas decidan.
Con esta solemne declaración, Feijóo ha dejado con la lengua rígida a unos cuantos dirigentes populares y a mil quinientos tertulianos que venían defendiendo la tesis de que el acuerdo de València fue una precipitación adjudicable a la inexperiencia y ambición de poder de Carlos Mazón y que la posición de la extremeña María Guardiola venía avalada por la intención de Génova de corregir el “exceso” valenciano y frenar las pretensiones de Vox. Para nada. Sostiene Feijóo que tanto le vale una cosa como la otra, y que Abascal puede exigir lo que le plazca siempre que respete “la divina proporción” (de las urnas).
No sé si somos conscientes de lo que significa esta argumentación. Incluso teniendo en cuenta la justificación “táctica” de que Feijóo esté buscando el “voto útil” en competencia directa con Vox. Si yo fuera votante de la derecha, me sentiría bastante ofendido por tan burdo chantaje: “vótenme a mí porque si no tendré que ceder un poder desproporcionado a estos bárbaros”. Y si prescindimos de esa interpretación puramente táctica, la cosa es bastante más grave: los principios son más o menos defendibles según la fuerza electoral de tu potencial o incluso único apoyo parlamentario.
Me contengo para no emplear términos más hirientes. Puestos a elegir, resultaba más ingenioso el principio marxista (de Groucho): “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. En serio: el mismo (y principal) aspirante a la Moncloa que acusa a Pedro Sánchez de ceder a Bildu nada menos que la unidad de España a través de pactos secretos jamás demostrados y siempre desmentidos por los hechos, ¿sostiene que el partido mayoritario puede y debe pactar con la extrema derecha lo que sea si el porcentaje obtenido por esta en las urnas así lo exige? Valiente concepto de los “principios” o del proyecto de país que uno defiende. ¿Tengo o no tengo claro que la violencia machista es la que se ejerce sobre las mujeres por el hecho de ser mujeres y que la llamada “violencia intrafamiliar” ya está penalizada en la legislación vigente desde hace años? Depende del voto que logre mi más directo rival (y socio).
Todo parece valer en este “verano azul” (oscuro casi negro), siempre que funcione la (esta sí) absoluta desproporción entre la potencia mediática de las derechas y la de los medios que procuran informar sin sectarismos
Porque en realidad estamos asistiendo a un juego de trileros o de despiste de trazo grueso: mientras nos fijamos en el vergonzante pacto valenciano (¡si Berlanga levantara la cabeza!) o en el imposible acuerdo extremeño, quizás consigan que perdamos de vista el contenido de los 135 acuerdos municipales ya firmados por PP y Vox (ver aquí). Muchos de ellos (estos sí) secretos, opacos, como si no fuera obligatorio comunicarlos a la ciudadanía, pero sin que quepa duda sobre lo que hasta el momento conocemos: se impone la ideología ultraconservadora, retrógrada y negacionista de Vox, suprimiendo concejalías de igualdad, anulando normativas de protección medioambiental o eliminando derechos LGTBI y medidas de integración de inmigrantes (por ejemplo).
A ver si nos entendemos: según la doctrina Feijóo y sus principios “proporcionales”, cabe pensar que justificaría entonces cualquier acuerdo con fuerzas independentistas si estas obtuvieran un porcentaje de votos suficientes, ¿no? De hecho, tanto en Cataluña como en Euskadi, la “proporción” de apoyos a opciones independentistas ya haría indiscutible en términos democráticos la “cesión” de poder correspondiente, al menos en la misma medida que Feijóo considera legítima para lo que él mismo necesita. ¿Y por qué en Navarra no sería entonces legítimo que los socialistas acordaran con Bildu? ¿O en tantos ayuntamientos de Euskadi?
Lo insultante (y preocupante en términos democráticos) es que alguien aspire a presidir el gobierno de España con unos principios de plastilina, perfectamente adaptables a las necesidades que marquen las fortalezas de sus limitados apoyos parlamentarios. Lo evidente es que Feijóo no tiene un principio definido sobre la violencia machista (¡hombre, en medio de un “divorcio duro”...!) o sobre la igualdad, o sobre la inmigración, o sobre el Estado autonómico, o sobre la crisis climática, o sobre las pensiones, o sobre… Todo depende del porcentaje que obtenga en las urnas alguien que niega la emergencia climática, los derechos de las mujeres, de los homosexuales, de los migrantes, de los nacionalistas catalanes o vascos o gallegos…
Todo parece valer en este “verano azul” (oscuro casi negro), siempre que funcione la (esta sí) absoluta desproporción entre la potencia mediática de las derechas y la de los medios que procuran informar sin sectarismos aunque con algunos principios que no dependen del “porcentaje” de suscriptores de uno u otro partido o de la publicidad institucional (acaparada siempre por los reyes del clic y los profesionales del chantaje).
Los números indican (contra el discurso impuesto por el mainstream) que la partida del 23J está absolutamente abierta. Siempre que las fuerzas progresistas logren movilizar a un electorado durmiente o desmotivado y recuperar a varios cientos de miles de votantes socialistas que han castigado al “malvado” Sánchez el 28M. Si además alguien decidiera votar por una cuestión de principios, la semana ha sido muy reveladora.
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