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Rueda estrena campaña saltándose el primer debate

Imagínate que es la primera vez que te presentas como cabeza de cartel a unas elecciones. Que son los comicios más reñidos en mucho tiempo. Que acudes como sucesor de quien ganó cuatro veces con un liderazgo personalista que proyecta una sombra y la duda de si estás a la altura. ¿No querrías darte a conocer?

Hace cuatro años, la palabra Feijóo lo ocupaba todo, hasta hacer literalmente minúscula la presencia de las siglas del PP en el cartel. Ahora apenas se habla de verdad de Alfonso Rueda

Los titulares que logra se deben, en buena medida, a la potencia de la Xunta, que le permite hacer anuncios. O porque se inserta en el engranaje del PP, un partido que funciona como un ejército en Galicia tras 35 años de gobiernos conservadores y sólo dos paréntesis progresistas en todo el período democrático. O porque a falta de un liderazgo potente, le van a acompañar Feijóo y Rajoy con actos constantes y caravana propia, conscientes de que también se la juega, y mucho, el líder del PP nacional. 

Como diría el expresidente del Gobierno, todo ello, globalmente, no es cosa menor. O dicho de otra manera: es cosa mayor. El PP tiene estructura, complicidades con sectores económicos, influencia mediática y un suelo electoral bastante alto. Lo que no tiene es un líder que sea percibido como tal. Y aun así puede ganar las elecciones por mayoría absoluta, según muchas encuestas. Muchos quisieran esa posición de partida. 

Rueda no quiere seducir a la sociedad gallega. A estas alturas, seguramente sea consciente de la dificultad de la tarea y ya ni lo pretenda. Quiere ni más ni menos que heredar. Heredar el poder y que la inercia lo lleve a la Xunta para, a posteriori, construir su imagen desde la fortaleza que da ser quien manda.

Rueda no quiere seducir a la sociedad gallega. Quiere ni más ni menos que heredar y por eso estrenó campaña huyendo de un debate

Por eso Rueda no fue al primer e interesante debate organizado por la Cadena Ser este viernes. Teniendo encuestas que le dan la mayoría absoluta, errores los justos, habrá pensado como tantos otros candidatos, de partidos distintos, cuando creen que tienen las cosas de cara. En su lugar mandó al número 6 por Pontevedra (ojo, por cierto, al incendio en el PP de Vigo en las primeras horas de campaña) y actual portavoz parlamentario, Alberto Pazos, que reivindicó que Galicia es una “isla de estabilidad”, frente al ruido que hay fuera. Es de esperar que incluyese en el pack los pactos con Vox o los decibelios del propio Feijóo, irreconocible para muchos gallegos desde que llegó a Génova a practicar un liderazgo cada vez más parecido al de Pablo Casado. 

De vuelta en Galicia para hacer campaña, Feijóo insiste en la estrategia que no le funcionó en las elecciones generales: prometer la derogación del sanchismo, como si en Galicia no llevase gobernando el PP 15 años. El representante del PP lo intentó en el debate de este viernes, pero no le salió. Pronto salieron la sanidad, la industria, la energía o la vivienda, temas que sí preocupan a los gallegos pero que no figuran en las prioridades comunicativas del equipo de campaña conservador. 

Seguramente Feijóo se arrepintió un poco de cómo encaró aquel bronco cara a cara con Sánchez, que en un primer momento pareció haber ganado, pero que provocó un efecto revulsivo en la izquierda en la segunda semana de campaña. Seguramente también se arrepintió de dejar el atril vacío en el último, en el que el líder del PSOE y Yolanda Díaz exhibieron que podían gobernar juntos. 

Rueda no fue este viernes al debate de la Cadena Ser (estaba muy ocupado, según el portavoz al que envió) y el lunes participará (por vergüenza torera) en el de la TVG, en una estrategia de evidentes riesgos. Porque ni él es el Feijóo de hace cuatro años ni la estrategia actual de Feijóo funciona demasiado bien. Y si necesitas la mayoría absoluta y vas muy justo, dos semanas de perfil se te pueden hacer muy largas. Sobre todo si tus adversarios se mueven.  

Ojalá en este país se regulen, algún día y para siempre, los debates para que no tengamos ni campañas de tapadillo, casi de incógnito o clandestinas, ni líderes que pueden creer que van a ganar sin comparecer.

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