Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
É a saúde, parvo!
Crecí sabiendo muy bien qué significa tener una pediatra cerca. Que sepa lo que le pasa a un niño o a una niña. Que tenga la experiencia para diagnosticar con cierta seguridad, que conozca a sus pacientes y que ofrezca certidumbre a unos padres que se preocupan (¡como para no preocuparse!) ante el dolor y la alarma que detectan en sus hijos, sin que éstos puedan verbalizar exactamente qué les pasa.
Hoy, fuera de los hospitales y de las ciudades, apenas hay pediatras en Galicia. En mi pueblo, del interior de la provincia de Lugo, siempre ha habido dos y desde hace unos años no hay ninguno, desde que se jubiló mi madre. Se calcula que hay 11.000 niños sin pediatra en Galicia.
Los niños y niñas gallegos son, en su mayoría, atendidos por médicos de familia con escasa formación específica (en el mejor de los casos) y frecuentemente con demasiados días de lista de espera en atención primaria. ¿Cómo de eternas se hacen las horas cuando no sabes lo que le pasa a tu hijo y te dan cita para dentro de tres días?
La situación de la sanidad pública en Galicia, más allá de la pediatría, se ha resentido de manera gravísima en los últimos años. Podrá decirse que en otras partes de España también sufre (mal de muchos, consuelo de votante poco exigente), pero no que en Galicia las últimas cuatro legislaturas del PP hayan traído mejora alguna. La plantilla de profesionales permanece congelada, han subido los días para ver a un especialista (64 de media) o para ser intervenido. Hoy estamos peor que en 2009, cuando el PP volvió a la Xunta, y la situación se ha resentido desde la pandemia. Incluso aunque se construyan nuevos centros, de nada vale si sus consultas están vacías de profesionales.
Ni con barómetros cuidadosamente elegidos ni con las aparentes cifras de inversión la Xunta puede ocultar una realidad. ¿Cuántos días o semanas tarda un paciente en ser atendido por su médico o pediatra de cabecera? ¿Cuánto tarda para algunas operaciones? ¿Por qué se derivan a la atención privada operaciones que deberían hacerse en la sanidad pública (cuya financiación siempre sale más a cuenta que pagar a empresas con ánimo de lucro)? ¿Por qué no se cubren las bajas? ¿Por qué las urgencias se colapsan tan a menudo, pese a su resiliencia para los casos más graves? ¿Por qué se cierran las agendas para que no aumenten las estadísticas de la lista de espera? ¿Por qué ahora, en plena precampaña, se aceleran las citas para intervenciones, como ha contado en este artículo Praza Pública? ¿Cómo queremos combatir la despoblación si es la administración la primera que desaloja sus centros de salud?
Cuando hablen de amnistía, habrá que responderles: sanidad. Es el gran talón de Aquiles de la dignidad que todo el mundo entiende
Muchas elecciones van de una simple pregunta: ¿le va a usted mejor o peor que hace cuatro años? En este caso estamos hablando de 15 de Gobiernos continuados del PP. Si hablamos de sanidad, la pregunta es retórica. Por eso, cuando sus responsables directos, y sus jefes, aquellos que deciden en qué se invierte el dinero público, hablen de amnistía, habrá que responderles: sanidad. Cuando hablen de que un país no lo pueden gobernar dos o tres partidos (a diferencia de lo que pasa en buena parte de Europa), habrá que responderles: eficacia para reducir las listas de espera. Cuando digan viaje en Falcon, habrá que preguntarles: ¿ha probado a pedir cita, cuánto dura ese viaje? Cuando hablen de cualquier cosa, habrá que responderles: Galicia.
No es una cuestión de eficacia en la gestión (el eterno mantra de la privada) sino de apuesta por lo público. Dinero. Prioridades.
En este artículo, Lara Carrasco explica bien alguna de las claves. Galicia es la segunda autonomía que menos invierte en atención primaria y la tercera que más ha bajado su inversión. Si la OMS recomienda invertir un 25%, Galicia destinó en 2022 un 11,79, lejos de la media española, que se sitúa en el 14,17%. Capítulo aparte son las residencias (de ellas hablaremos en próximos días), que como la sanidad puesta al servicio de lo público (de sus pacientes y usuarios) es una oportunidad también de empleo y dinamismo económico en una comunidad cada vez más envejecida y necesitada de cuidados.
Llevábamos varias semanas pensando en cuándo se produciría la foto. Fue este domingo, en la multitudinaria manifestación en favor de la sanidad en Santiago de Compostela, que no es la primera, por cierto. Ana Pontón, líder de la oposición y según las encuestas principal alternativa, y José Ramón Gómez Besteiro, candidato del PSdeG, dándose la mano y proyectando la potente imagen de que pueden gobernar juntos. Que sea con la sanidad como telón de fondo es un mensaje inmejorable.
La mítica frase atribuida a la campaña de Bill Clinton en 1992 (“It’s the economy, stupid!”) bien podría traerse a Galicia como “É a saúde, parvo!” (¡Es la salud, estúpido”) y más ampliamente los cuidados, la dependencia y la dignidad en los momentos de mayor vulnerabilidad, en el que nos va la vida mientras otros nos hablan interesadamente de Puigdemont.
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