Trece minutos de ciervos Javier Durán
Galicia amnistía a Feijóo y castiga a Sánchez
En política, como en la vida misma, el éxito o el fracaso dependen en buena parte de las expectativas creadas. El anticipo de las elecciones gallegas a este domingo 18 de febrero tenía un objetivo indisimulado por parte de Alberto Núñez Feijóo: convertirlas en un plebiscito contra Pedro Sánchez y la Proposición de ley de amnistía. El PP daba por descontado que arrasaría en las urnas gracias a la supuesta indignación general por los acuerdos del Gobierno de coalición con el independentismo. ¿Qué han dicho las urnas en Galicia? Más o menos esto (entre otras muchas cosas):
1.- Ha fracasado la estrategia de Feijóo y la dirección nacional del PP, a pesar de mantener su mayoría absoluta. Tenían 42 escaños y se quedan en 40. Se dirá que Rueda no es Feijóo y que lo importante es que la derecha seguirá cuatro años más en el poder que ostenta ininterrumpidamente en Galicia desde 2009. Cierto. Pero la pretensión era aumentar aún más la brecha, convertir estos comicios en una especie de antídoto contra la derrota inesperada del 23J y en la certificación electoral de que “el pueblo español” rechaza la amnistía al independentismo. Esa lectura quedó desmontada incluso antes de abrirse las urnas gallegas, al hacerse visibles el nerviosismo, la desorientación de la dirigencia ‘popular’ y las contradicciones que una “altísima fuente del PP” (antes conocida como Feijóo) expresó ante nada menos que 16 periodistas de distintos medios acerca de su visión de la amnistía, los indultos y la necesidad de “un plan para la reconciliación" con Cataluña (ver aquí). Esa obsesión por “madrileñizar” la campaña pasa factura. Madrid es España pero España no es Madrid (por más que insista Ayuso). Es mucho más plural y compleja. Feijóo no sale más fuerte de este anticipo, como pretendía. Pero sale. ¿En qué medida afectará el resultado a esa estrategia radical, de permanente deslegitimación de Sánchez y su Gobierno, incluso de las principales instituciones democráticas? ¿Sirve esa campaña “madrileñista” ejecutada en Galicia para las próximas citas en Euskadi y Cataluña? ¿Sostendrá el PP ante las europeas el discurso de la ruptura de España y la “dictadura social-comunista”? Atentos a las pantallas.
El PSOE tendrá que reflexionar sobre este serio aviso, tanto en lo que se refiere a las candidaturas que necesitan tiempo, confianza y pico y pala como en lo que puede achacarse a las negociaciones sobre Cataluña
2.- Ana Pontón es la ganadora de esta cita electoral sin lograr ser la primera presidenta de Galicia. Lo es respecto a las expectativas de origen. Lo es porque representa la opción que gana más votos y escaños respecto a 2020. Pontón cosecha lo sembrado haciendo política de cercanía, picando piedra cada día desde hace años en cada ciudad y pueblo del territorio, escuchando y respondiendo a los problemas de la gente, frente al espejismo mediático al que se entregan los grandes partidos y a la creatividad ruidosa de los influencers. Demuestra la fuerza ascendente de lo nacional, lo local, lo cercano, y el rechazo a la prepotencia centralista y a las imposiciones soberbias de la globalización. Y demuestra que el electorado premia el entendimiento frente a la división. Tomen nota en la izquierda (si es que hacía falta la lección). Compruébese el trasvase de votos desde el PSOE, Sumar y Podemos hacia el Bloque.
3.- El aviso a Pedro Sánchez y el PSOE en forma de castigo electoral es contundente, aunque no sorprendente. Se han celebrado estos comicios en mitad de la traumática tramitación de la ley de amnistía y de unas negociaciones con Junts en las que el Gobierno aparece como el actor débil, condicionado por un Puigdemont antipático y soberbio. El PSOE entró en el marco de campaña planteado por el PP, de modo que defendió la amnistía e intentó responder, por boca del propio Sánchez y del expresidente Zapatero, a todas las hipérboles lanzadas desde la derecha. Se pretendía repetir la eficacia de la campaña de las generales del 23J, cuando en Galicia la izquierda superó a la derecha en 30.000 votos, confirmando la victoria que cosechó el 28M en las principales ciudades. No ha funcionado. ¿Era posible huir de esa “nacionalización” de la campaña y cargar más la confianza en el candidato Gómez Besteiro, en los problemas más cercanos, en la gestión nefasta del PP en la sanidad o la educación gallegas? Ya no lo sabremos, pero el PSOE tendrá que reflexionar sobre este serio aviso, tanto en lo que se refiere a las candidaturas que necesitan tiempo, confianza y pico y pala como en lo que puede achacarse a las negociaciones sobre Cataluña. El ascenso del BNG y la pérdida de dos escaños del PP pese a su clara victoria apuntan a que el problema para Sánchez no parece ser tanto la amnistía en sí como la imagen de debilidad en las negociaciones con Junts. Atentos a las pantallas y a los efectos que Galicia puede tener en los próximos días y semanas en el Congreso de los Diputados, en Barcelona y en Waterloo.
4.- A la izquierda del PSOE no hay ninguna buena noticia, como se venía vaticinando desde hace semanas. Ni siquiera se puede achacar el resultado de Sumar ni de Podemos a la barrera del 5% de votos para obtener escaño porque han quedado ambos lejísimos de la misma. Se supone que Sumar podría haber sido el voto útil para lograr un cambio en la Xunta y ha terminado sin suponer utilidad en la izquierda. El factor gallego de Yolanda Díaz no ha aportado fruto alguno ni su candidata (precipitada) Marta Lois ha logrado movilizar en Pontevedra y A Coruña, las dos provincias en las que de entrada había alguna esperanza. Tendrán que leerse con mucho detalle estos resultados y el hecho de que el BNG haya recibido una gran parte de los apoyos que en otro tiempo tuvieron las Mareas. Pero no hace falta darle muchas vueltas para concluir (¡qué descubrimiento!) que el fraccionamiento reduce el espacio total de la izquierda y desmotiva a su electorado, harto de resignarse al papel de “resistencia”. La ilusión por Sumar se ha trasladado en Galicia al Bloque de Pontón.
5.- Vox se ha quedado una vez más fuera del juego parlamentario en Galicia, aunque conviene no despreciar los votos que ha cosechado, un 2%, más que la suma de Sumar y Podemos. Como tampoco conviene despreciar la entrada en el Parlamento de la Democracia Ourensana del tal Jácome, uno de esos fenómenos populistas locales que arraigan en un territorio a base de cultivar la demagogia, el clientelismo y el espectáculo como herramientas políticas. Su escaño no tendrá mayor trascendencia puesto que Rueda no lo necesita.
De alguna forma, Galicia amnistía a Feijóo, a pesar de que las expectativas sembradas no se han cumplido. Revalida su poder, pero no lo amplía, mientras el astro ascendente es el BNG, que dibuja así un nuevo trazo de esa realidad plurinacional de España. En términos de bloques (derechas e izquierdas) no hay grandes cambios en un ecosistema político gallego absolutamente condicionado por un poder político, económico y mediático tan denso como antiguo, sistémico. Feijóo respira un poco más tranquilo, sin motivos para la euforia. Sánchez debería estar un poco más preocupado, sin motivos para el derrotismo.
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