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Galicia: El cambio es el territorio

No hubo cambio de gobierno en Galicia, pero sí un resultado lleno de mensajes. El eje izquierda/derecha ha permanecido prácticamente inalterable en escaños, solo uno de diferencia respecto a las últimas elecciones.

Como toda campaña electoral tiene mucho de creación de expectativas, y esta no ha sido una excepción, conviene recordar los resultados. El PP gana pese a perder dos escaños, el BNG de Ana Pontón cumple los mejores pronósticos y el PSDG cosecha su peor resultado, viniendo de la anterior cita con las urnas cuando ya batió un récord negativo. Democracia Orensana consigue saltar la barrera del 5%, beneficiada sin duda por dedicarse a una sola provincia y concentrar el voto en ella. Ni Vox ni Podemos ni Sumar consiguen colarse en el Parlamento gallego, con resultados que exigen análisis detallados. Entre Sumar y Podemos apenas llegan al 2%. Es cierto que el votante, consciente de la dificultad de que estos partidos tuviesen representación por las características del sistema electoral, ejerce el voto útil; pero la dimensión del fracaso exige una reflexión en profundidad de ese espacio político.

El cambio ha sido el territorio: 7 escaños más entre BNG y DO y 7 que pierden los partidos de ámbito nacional. Todo un mensaje de lo que la sociedad valora. Más allá de los grandes debates que llenan los medios de comunicación, la sociedad tiene otras prioridades, preocupaciones y anhelos. 

El cambio ha sido el territorio: 7 escaños más entre BNG y DO y 7 que pierden los partidos de ámbito nacional. Todo un mensaje de lo que la sociedad valora

Conviene analizar cuáles han sido las claves que han llevado a Ana Pontón a esos 25 diputados históricos. A primera vista, la constancia de una candidata que lleva años trabajando por el territorio, la focalización de la campaña en los problemas gallegos y la prioridad de los asuntos sociales dejando en segundo plano los elementos nacionalistas e identitarios, parecen ser tres de estas claves. Justo lo contrario de lo que han hecho los candidatos de los partidos con implantación nacional, todos ellos con pérdidas de escaños. 

La sociedad española es ya democráticamente madura y diferencia cuando vota para elegir alcaldes, presidencias de comunidades autónomas y presidente o presidenta del Gobierno central. En Galicia esta diferencia es llamativamente abultada, de ahí que las candidaturas de líderes nacionales que aterrizan a última hora o las campañas centradas en debates de ámbito nacional resulten frías, lejanas y fallidas.

Galicia ha votado en su propia clave, aunque es obvio que las resultados de sus elecciones van a proyectarse sobre el resto de España. Feijóo ha conseguido salvar ese "match ball" que finalmente no ha sido tal sino una victoria más en un territorio que es y ha sido suyo durante decenios. El actual presidente del PP respirará tranquilo porque todo ha discurrido por el carril previsto.   

No hubo sorpresa en Galicia, pero sí han pasado cosas importantes. El PSOE, Sumar y Podemos saben ahora que las elecciones no se ganan ni con improvisación ni con división, como han de saber que los territorios y las ciudades tienen su propia dinámica y eso hay que analizarlo, conocerlo y trabajarlo in situ. Que miren al Bloque y tomen nota. 

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