Todo lo que el rey olvidó en su discurso (y queríamos oír) Marta Jaenes
El fascismo sin disfraz
En mayo de 2022 vio la luz mi libro Los disfraces del fascismo. Escribía entonces: “Es cierto que el fascismo en la actualidad no se presenta tan abiertamente como en los años veinte y treinta del siglo pasado, como lo hiciera, por ejemplo y de manera tan grosera, en la Italia del Duce. Hoy actúa con más sutileza, ladinamente diría yo, pero siempre con actitudes prepotentes y soberbias, con esos aires de superioridad tan característicos de esta ideología, que son el punto de conexión entre las imágenes de entonces y las de ahora”.
Apenas han pasado dos años y la realidad es más alarmante de lo que entonces predecía. Hoy, comprobamos que el fascismo se publicita sin rubor y actúa en aquellos lugares donde ha conseguido poder, cargándose los avances sociales y protagonizando actos de soberbia sobre la oposición en aquellos Parlamentos a los que han accedido con mando en plaza. Un acceso debido a sus socios de la derecha que, hasta ahora, habían formado parte indudable de la democracia.
Existe un episodio reciente, el protagonizado por Gabriel Le Senne, presidente del Parlament balear, miembro de Vox. En el marco del debate para derogar la Ley de Memoria Democrática de las Islas Baleares, y sustituirla por un engendro inconstitucional, rasgó la foto de una represaliada del franquismo, Aurora Picornell, y, con ello, demostró el odio no disimulado y la denigración de todas las víctimas del franquismo.
Casi simultáneamente, en el Congreso de los Diputados, Ortega Smith, también de VOX, insultaba al diputado y secretario primero de la Mesa, Gerardo Pisarello, llamándole “montonero tucumano”. Esto, además de falso, demuestra el nulo conocimiento que tiene de la historia argentina y de la dictadura criminal que asoló el país sudamericano entre 1976/1983. Hechos que ahora niegan las “hordas” libertarias del presidente Milei, cuyo Gobierno se ocupa de perseguir a manifestantes y miembros de organismos de derechos humanos, tildándolos de terroristas, y no de trabajar por la concordia y bienestar de los ciudadanos.
Preocupante panorama
Si a este panorama, que podría ampliarse con muchas más muestras, le añadimos la situación en Europa, con la purificación de la extrema derecha; la posible victoria de Le Pen en Francia; la más que previsible de Donald Trump en EEUU; la permanencia de Netanyahu en el poder, y otros asuntos que ocuparían todo el artículo, llegamos a la conclusión de que hay razones sobradas de preocupación ante la situación actual.
Surge pues la pregunta: ¿Cómo es posible que siendo esto más que evidente, a poco que se analice el estado de cosas existente, hayamos llegado a este punto? Para mí, en España hay dos elementos fundamentales que lo explican: por una parte, el blanqueamiento de la extrema derecha por la derecha tradicional, el Partido Popular, que con su incorporación a las instituciones pretende su anulación en beneficio propio. Y, por otra, la debilidad de la izquierda que, una vez más, ha reaccionado in extremis y cuando el territorio estaba quemado y enfangado por las acciones sucesivas de aquel binomio perverso. El ganador, a medio plazo, es el fascismo que permea estas posiciones extremas.
Pero, siendo esto así, se precisa un componente más, imprescindible, para hacer posible el cambio. La deslegitimación del propio sistema utilizando a otros actores que, en principio, se les presume ajenos a esa confrontación, pero que, en la realidad, no lo son. Me refiero a la acción por parte de variados servidores públicos que se integran o guardan relación con el Poder Judicial y su ámbito de influencia. Es el tan “denostado”, por algunos, lawfare, pero tan evidente y cierto que ya casi nadie lo niega.
Aquí, las fórmulas son múltiples y demuestran la existencia de una acción coordinada y compleja entre algunos partidos políticos (esencialmente el PP), diversos representantes de la justicia (algunos fiscales, jueces, varias asociaciones, abogados y otros añadidos), varios medios de comunicación (esenciales para mantener la atención y difundir la suciedad) y las redes sociales (para expandir los bulos y dar carta de naturaleza a los insultos de los que luego se retroalimentan los actores institucionales). Hay que añadir a denunciadores y querulantes habituales (Manos Limpias, Hazte oír, Abogados Cristianos, otras entidades y personas concretas, que siempre aparecen en escena como vehículos políticos contra el Ejecutivo y cuyo objetivo conjunto es acabar con cualquier forma de gobierno progresista o coalición que le apoye o con cualquier opción política que no coincida con los intereses de aquel concierto.
Cuanto más dolor haya en la base del resentimiento, más fácil le resultará a un dirigente fascista obtener seguidores, sea incentivándolos con una mejora futura o prometiendo la devolución de lo robado
Ramillete de acciones
En este sentido, el ramillete de actuaciones es nutrido: Acciones contra los fiscales de Madrid por una supuesta e inverosímil filtración de una noticia que afecta al entorno de la presidenta madrileña y que solo demostraba la maniobra de la parte interesada instrumentada por panfletos afines a esa posición. Que se esté tramitando este caso y se estén dilapidando fondos públicos en ello es escandaloso.
Continúo: el caso de Begoña Gómez, en el que se retuerce el derecho con una clara finalidad política contra el presidente Pedro Sánchez; la anulación reiterada de nombramientos dentro de la carrera fiscal, aduciendo teorías jurídicas inverosímiles partiendo de datos falsos; la posición de determinados fiscales respecto de la aplicación de la Ley de Amnistía, que lo mismo que denostan la actual porque se refiere al procès, defienden y aplican con denuedo la del 77, que afecta, según ellos, negativamente a las víctimas.
Sin olvidar la falta de renovación del Consejo General del Poder Judicial (más de cinco años caducado); los ataques y descalificaciones constantes contra el Tribunal Constitucional; el juego tramposo del Senado, de mayoría popular, contra la Fiscalía General del Estado o el caso de las supuestas incidencias rusas en el procés. Todo ello aderezado y amplificado por los medios o pseudomedios afines.
Esta deriva no es nueva en nuestro país. Ni el PP de José María Aznar –cuyo gobierno se basó en las mentiras sobre temas tan graves como el Yak 42, el Prestige, la guerra de Irak o los atentados yihadistas del 11 M– ni el de Mariano Rajoy, marcado por la corrupción (así reconocido en sentencias judiciales); ni el de Pablo Casado, caído en combate contra Isabel Díaz Ayuso; ni hoy Alberto Núñez Feijóo, cuyo destino político es tan incierto como inconsistentes y variables sus opiniones, han mostrado el más mínimo interés en contener a la extrema derecha.
Muy al contrario, dejaron hacer, la utilizaron para hacerse notar como partido conservador de centro y para que no hubiera dudas, despreciaron la Ley de memoria histórica y la condenaron al olvido; hoy esquivan la legislación vigente suprimiendo normativas a favor de la mujer, denigrando a los migrantes o camuflando con la palabra ‘concordia’ el intento de derogar de raíz la verdad, la justicia y la reparación.
Europa, sobrecogida
En Europa, entre tanto, van pasando cosas. El día 19 de este mes, Nancy Faeser, la ministra de Interior alemana, decía: “No traigo buenas noticias sobre la situación de seguridad en Alemania. Varias tendencias negativas sobre las que informé el año pasado se han confirmado y han seguido creciendo” … Se dirigió así a la ciudadanía en la presentación en Berlín del informe anual de los servicios secretos de su país, la BfV. Un documento que informa de que, en Alemania, el número de extremistas se incrementa, en especial aquellos considerados violentos: personas que estarían dispuestas a atentar o a tomar las armas. En 2023 los delitos con trasfondo de extrema derecha aumentaron casi un 25%, hasta alcanzar los 920.000.
En Francia, la celebración de elecciones anticipadas como respuesta ante el triunfo del ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN) de Le Pen en los comicios europeos resulta otro indicio de lo que está pasando. Nuestros vecinos portugueses se encuentran con que, tras las últimas elecciones del 10 de marzo, el centroderecha resultaba vencedor –por poco– y el Chega de André Ventura lograba que la ultraderecha avanzara hasta los 50 representantes.
En Italia, Giorgia Meloni ha sacado de los acuerdos del G-7 cualquier alusión al derecho al aborto y, en España, Santiago Abascal ha viajado a Israel a abrazar a Netanyahu mientras en Gaza los niños mueren, a tiros o de hambre. Para concluir, en Madrid, la presidenta Isabel Díaz Ayuso, condecoraba al mandatario ultra Javier Milei, probablemente por el mérito del argentino de insultar al presidente del Gobierno español.
Defender la democracia
La ultraderecha europea avanza, decidida a ejecutar el desgobierno del bienestar social y la regresión de todo lo que huela a democracia. Uno de los estandartes más claros es la inmigración y los supuestos males que comporta, aun siendo clara la necesidad y bondad de la misma. Frente a ello, los alemanes han sido claros y contundentes al no permitir acercamiento alguno con esa extrema derecha penetrada por los nazis. En Francia, por su parte, la idea del Frente Popular de los partidos de la izquierda viene a ser un toque de rebato desesperado para intentar frenar lo que se le viene encima a una nación cuyos lemas han sido la libertad, la fraternidad y la igualdad.
Llamando a la sensatez, el futbolista Mbappé, hijo de inmigrante camerunés y madre de origen argelino, advirtió de que “los extremos están a la puerta del poder” y más de 200 deportistas y exdeportistas franceses también se han expresado en contra de RN y de que llegue al poder en Francia.
En casa, nuestra referente del atletismo en España, Ana Peleteiro, recalcaba la presencia del racismo en España alzándose, de una forma firme y contundente, frente a este fascismo de nuevo cuño que propugna el racismo y la xenofobia. “Y no me da miedo”, ha dicho. Mi respeto y admiración a todos y todas los que no tienen miedo de defender la democracia.
Las cartas están sobre la mesa: el fascismo (los fascismos) obtienen energía de los hombres y las mujeres que están descontentos por una guerra, un empleo perdido, el recuerdo de una humillación o la idea de que un país está en declive. Cuanto más dolor haya en la base del resentimiento, más fácil le resultará a un dirigente fascista obtener seguidores, sea incentivándolos con una mejora futura o prometiendo la devolución de lo robado. Y, para ello, la ultraderecha, envuelta en la bandera de la mentira y sin escrúpulos, escupe bulos y falsea la realidad a su conveniencia, y utiliza medios informativos poco veraces, redes sociales y cualquier método que los lleve a lograr su fin.
SIN DISFRAZ
Creo que estamos en una situación sumamente peligrosa, al borde del abismo, y no somos conscientes de ello o no queremos serlo. El momento de confrontar esta deriva fascista es ahora. La negación de los derechos y la dignidad de grupos de seres humanos cada vez es más frecuente; se destilan discursos de odio, apenas camuflados; se producen insultos en la vía pública o en lugares cotidianos, sin el menor pudor, incitados desde determinados medios, e incluso se vota a quien hace ostentación y gala del insulto, la mentira y la manipulación.
Frente a ello, debemos armarnos con la pedagogía y la educación. Ya sé que estos conceptos están en desuso, pero hay que salir con ellos de nuevo a la trinchera. Nadie conquista un reino para siempre, y mucho menos una democracia.
La izquierda y el progresismo en general no pueden ser cómplices de esta deriva, siquiera por omisión. No es hora de personalismos, sino de hacer frente a lo que se nos viene encima que es, ni más ni menos, que el fascismo aparece ya, por fin, sin disfraz.
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Baltasar Garzón Real es jurista y autor, entre otros libros, de 'Los disfraces del fascismo'.
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