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Bendita esperanza

“No creo que los insidiosos triunfen en la vida más que los justos. No creo que el mundo sea tan malo como para que sólo tengan éxito los indignos”. Estas palabras las escribió la periodista y traductora checa Milena Jesenská en el campo de concentración de Ravensbrück. Y las recuerda Margarete Buber-Neumann, escritora y activista política alemana, en su libro Milena (Tusquets, 2024).

Milena es conocida sobre todo por su relación con Kafka. Fue un episodio corto e intenso en una vida llena de intensidades que no alcanzó a cumplir 50 años. Formada en la vida cultural de Praga,  en el primer tercio de siglo XX, su compromiso político con la justicia y la libertad la llevó a militar en el Partido Comunista, a alejarse del Partido Comunista y participar de manera arriesgada en la lucha contra el nazismo. Se colocó una estrella de David en el pecho a la hora de escribir y de caminar por su ciudad cuando las tropas de Hitler empezaron a detener judíos en el territorio checo para enviarlos a los campos de concentración. En el campo de Ravensbrück acabó ella, encerrada hasta su muerte en 1944.

Allí conoció a Margaret, una escritora alemana afiliada al Partido Comunista que durante los años 30 había trabajado para la Internacional en Francia y España. Crítica con la deriva totalitaria de la URSS, fue detenida e internada en un gulag de Kazajistán. Tras el pacto entre Stalin y Hitler, fue entregada a la Gestapo y trasladada al campo de concentración de Ravensbruck. De su amistad forjada en los barracones, las alambradas, los pasillos, la enfermería y los recuerdos, habla el libro que ahora vuelve a publicar Tusquets.

Siempre es bueno comprender que hay vidas humanas particulares bajo las estadísticas de números cuantiosos y masivos. Sólo así se puede entender el dolor que provocan los siniestros y las barbaries. La vida en un campo de concentración no sólo es difícil por la agresividad de los represores, sino también por los estados de ánimo que sufren las víctimas. Hay quien para sobrevivir se convierte en un fanático, o un siervo, o un delator, o un traidor de sí mismo, y quien intenta superar el impacto de la detención y el internamiento, evitar la autodestrucción, defendiendo la honestidad de su conciencia en medio de las situaciones más espantosas. “Cada cual debe superarse a sí  mismo – escribe Buber-Neumann- y encontrar un equilibrio nuevo”.

Resulta curioso que el recuerdo de un campo de concentración sirva para comprender, por ejemplo, las campañas que la extrema derecha hace en las redes sociales

El equilibrio que encontró Milena fue la necesidad de sentirse solidaria y ayudar a todas las víctimas del campo de concentración, alejándose de las corrientes de odio que a veces cruzaban los barracones. Entonces, y ahora, se ponían y se ponen en marcha campañas para provocar “asesinatos por difamación”. Resulta curioso que el recuerdo de un campo de concentración sirva para comprender, por ejemplo, las campañas que la extrema derecha hace en las redes sociales. Milena superó esas dinámicas porque recordaba su difícil escritura bajo la vigilancia nazi, cuando debía afirmar ante sus compañeros que un periodista, a sueldo de los poderosos, no puede convertirse en un “salteador de caminos” o en “una mosquita muerta”.

La tarea de la literatura tiene que ver con el recuerdo y el testimonio. En medio de un presente marcado por las invasiones, los bombardeos, los genocidios y las fábricas de armas, es bueno leer y recordar, saber cómo empiezan y cómo acaban los fanatismos. Las reflexiones de Milena Jesenská sirven para mirarse a los ojos a uno mismo o a otra persona. ¿De verdad tú, refugiado en tu uniforme, o en tu identidad, o en la indiferencia, puedes asumir la crueldad contra un judío, o contra un palestino, o contra un subsahariano? Bajo la luz triste de un tiempo donde el optimismo parece condenado a la ingenuidad, y el futuro a un pesimismo de renuncias cínicas, todo vale y nada tiene arreglo, las reflexiones de Milena también sirven para comprender la necesidad de una esperanza que nos ayude a resistir con nuestros valores: “No creo que el mundo sea tan malo como para que sólo tengan éxito los indignos”.

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