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Compañeros de viaje

Los libros son buenos compañeros de viaje. Cuando los vuelos de largo recorrido cruzan los mares y las horas, la lectura ayuda con frecuencia a entrar con buen pie en las ciudades de destino. A veces se eligen las novedades que tiene uno ganas de conocer para estar al día de los intereses del mundo propio; otras veces, se buscan lecturas relacionadas con el motivo del viaje, un deseo de organizar la maleta para que el azar llegue a entenderse con las razones del camino. Voy a México para participar en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara que este año se dedica a España. La estrecha relación actual entre las culturas españolas y mexicanas hace que, en las discusiones del presente, habiten la memoria y la imaginación del futuro. Lo bueno de los caminos y las navegaciones, desde las Cartas persas de Montesquieu hasta Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, es que lo convierten a uno en el punto de destino. Conocer al otro es reconocerse a uno mismo. Miramos al extranjero y, más allá de las distancias, acabamos por definirnos a nosotros mismos.

Me faltaba por leer el estudio que Fernando Serrano Migallón dedicó a El exilio español y su vida cotidiana en México (2021). Es uno de esos libros que uno compra y lo coloca en el lugar adecuado de la biblioteca a la espera de un momento profesional oportuno, por ejemplo, la preparación de un artículo de investigación o de una mesa de debate sobre los exiliados republicanos españoles. La cita de Lázaro Cárdenas con la que Serrano Migallón abre su estudio me devuelve al presente español y europeo: “Y al llegar ustedes a esta tierra nuestra, entregaron su talento y sus energías a intensificar el cultivo de los campos, aumentar la producción de las fábricas, avivar la calidad de las aulas, a edificar sus nuevos hogares y a hacer, junto con nosotros, más grande la nación mexicana, en esta forma habéis hecho honor a nuestra hospitalidad y a nuestra patria”.

Después volveré a la palabra hospitalidad. Ahora quiero recordar que el grupo de escritores, profesores y científicos republicanos fue una parte muy pequeña de los 25.000 exiliados que salvaron de las garras represoras de Franco y Hitler personas como Lázaro Cárdenas e Isidro Fabela. No es lo mismo llegar a tierra extraña como un catedrático universitario de prestigio que como un simple hambriento necesitado de reconstruir la vida. Como las palabras encierran la historia, meditemos hoy lo que cabe en palabras como exiliado, desterrado, transterrado, refugiado o migrante.

Lázaro Cárdenas creía en el valor de los derechos humanos. Pero tenía también otra preocupación que favoreció al exilio español y que debemos tener en cuenta al pensar el mundo de hoy. Ante la intención de los EE.UU. por dominar algunos países latinoamericanos y sumergirlos en el imperialismo anglosajón, Cárdenas prefería reforzar la comunidad panhispánica, los lazos de una historia compartida en español, con sus arreglos y desarreglos, encuentros y encontronazos. Hablemos, por ejemplo, de Cuba.

No es lo mismo llegar a tierra extraña como un catedrático universitario de prestigio que como un simple hambriento necesitado de reconstruir la vida

Me da tiempo en el vuelo a comenzar la lectura de La amistad como una de las bellas artes (2023), un ensayo que reúne estudios de Francisco Jarauta, Sami Nair y Javier de Lucas. A veces las novedades se quedan en el montón de libros que tiene uno sobre la mesa de trabajo o junto a la cama en espera de una tarde de domingo o de un vuelo de largo recorrido. Me gusta meditar junto a Javier de Lucas sobre palabras como identidad, hospitalidad, huésped o amigo. Desde hace años, al pensar en los derechos humanos, me gusta sentirme con él uno de nosotros. El judío que en El mercader de Venecia siente un cuerpo muy parecido al mío me invita a recordar una reflexión actual de Agustín de Hipona: “Yo soy dos y estoy en cada uno de los dos”, algo que no debieran olvidar ni los líderes genocidas de Israel, ni los europeos que convivimos de forma natural con las cifras de las pateras y los muertos.

Frente a la definición del otro como una amenaza, un bárbaro, alguien ajeno, los libros que hablan nuestro idioma suponen una invitación a la hospitalidad. Somos al mismo tiempo el huésped y el dueño de la casa. Compartimos una historia personal, un ayer humano, un hoy y un mañana. Es un gusto volar, poner pie en tierra y participar en la Feria del Libro de Guadalajara. El filósofo Carlos Perea señaló en Los aprendizajes del exilio (2008) que las situaciones difíciles son un umbral que invita con voluntad de resistir a la inmersión en el presente, la conciencia, el conocimiento y la capacidad de reinventarse.

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