¿Todavía a vueltas con el amor? Manuel Cruz
Corresponsalía en el fango
Los reyes se fueron de domingueros a Valencia y lo que pasó a continuación te sorprenderá. Lodo, gritos y doña Letizia, compungida, haciendo mohines. Casi hacéis llorar a la reina, ¡estaréis contentos! En las redacciones patrias impera la controversia. «La visita Real no fue un error: es lo que había que hacer». Así de expeditivo titula su columna Pedro Gómez de la Serna en La Razón. Tiene su gracia: el firmante tendrá las cosas muy claras, pero no hace más que encadenar preguntas retóricas. Ojo, porque cuando afirma, la cosa se pone peliaguda: «El Rey es el primer soldado de España. El primer español. Felipe VI es muy consciente de ello y si acudió a la zona cero de la catástrofe fue también para ser la primera víctima». ¡Caramba! Ojalá la UME pueda pasarse por Zarzuela. Tampoco me extrañaría: la idea está a la altura de las lumbreras que pensaron que los militares eran más útiles en una escolta que desescombrando.
En ABC, con una prosa mucho más fina, Ignacio Camacho se chotea de la escapada presidencial. «Cayeron en Paiporta botellas, barro y objetos diversos sobre el Rey, la Reina, Sánchez y Manzón, y sólo uno de ellos abandonó la comitiva. Adivina». (Las mayúsculas genuflexivas y la tilde diacrítica son del autor, a mí que me registren). La espantada, prudente o cobarde, ha dado mucha vidilla a los detractores de don Pedro. Dos por uno: zurrándole al que se larga, ensalzas al que se queda. El día de autos, leí en ABC: «Los vecinos están confundidos. Gritaban “asesino” al Rey pero le llaman Pedro Sánchez». Pues ya estaría.
He seguido con atención el despliegue de enviados especiales al lugar de la tragedia. Ya saben, periodistas de relumbrón pinchando testimonios de los afectados con musiquilla triste de fondo. Nunca he entendido el interés informativo del «lo he perdido todo» una y otra vez, pero será que tengo la empatía de una ameba. Y hablando de protozoos devoracerebros, ¿saben quién se ha personado también? El mismísmo Iker Jiménez, acompañado de lo mejor de cada casa. Gente que lo mismo especula con los (inexistentes) millares de cadáveres atrapados en un aparcamiento subterráneo que te asegura que los destrozos al coche del presidente del gobierno son un atentado de falsa bandera. Atiendan al plantel de analistas: un arquitecto que duda de la versión oficial del 11S, un coronel fullero al sueldo de Moscú, el mecánico facha, el discípulo más tonto del idiota de Trevijano, Beatriz Talegón, un psiquiatra que habla con espíritus y los voceros habituales del fascio policial. Mariola Cubells hace una crónica de la estafa en El País. Leyéndola, me encuentro con unos tuits del fantasma mayor del reino: 03/11/24, 5:51 a.m.: «Que se diga a estas horas esa cifra oficial de muertos, viendo lo que vimos y sabiendo lo que saben, es una ignominia, una jodida vergüenza para el pueblo español. Basta ya. Queremos la verdad».
03/11/24, 1:43 p.m.: «En el parking de Bonaire hay muchos cuerpos, muchos cuerpos. Muchos. [Emoticono de un hombre dándose en la frente con la mano]». Entro en su cuenta, a ver por dónde respiran los desmentidos. 05/11/24 5:33 p.m.: «Por fortuna no hay víctimas en el parking de Bonaire. Nunca me he alegrado tanto de que mis tres fuentes se equivoquen. Seguimos aquí».
Tres fuentes. Ayer nos merendábamos con una de ellas, trincada in fraganti, revolcándose por el barro antes de enganchar la conexión. «Seguimos aquí», dice el tío, pudiendo largarse y dejar de dar por saco. En unas semanas, su mesa volverá a llenarse de columnistas sagaces e informadores libérrimos que luchan contra la censura y el pensamiento único. Entonces, nos contarán un terrible suceso en Alabama, donde una jauría de wokes han despedazado al último hombre blanco heterosexual del condado.
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