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Totogalpa y el escándalo de la cooperación valenciana

Consuelo Vidal

Probablemente muy pocas personas sabrán que Totogalpa es el nombre de un pequeño municipio de Nicaragua donde, supuestamente, iban a llevarse a cabo sendos proyectos de cooperación al desarrollo que nunca llegaron a realizarse. En ese pequeño municipio rural, situado cerca de Somoto, la capital del departamento de Madriz, en Nicaragua, iban a realizarse dos "grandes" proyectos de desarrollo, uno de ellos consistente en el "abastecimiento, control y tratamiento de agua de consumo humano", y el otro en la "producción de alimentos con enfoque de soberanía alimentaria".

Para esos supuestos proyectos, en el año 2008, la Consellería de Solidaridad y Ciudadanía de la Generalitat Valenciana, dirigida por el conseller Rafael Blasco, otorgó un total de 1.666.819,86 euros, es decir, un importe de 833.409,93 euros para cada uno de los mencionados proyectos- a una fundación llamada Cyes, que incumplía claramente los requisitos de la convocatoria a la que se presentó pues no tenía experiencia alguna en materia de cooperación internacional al desarrollo, ni en Nicaragua.

Dichos proyectos nunca llegaron a realizarse en los términos previstos puesto que la referida Fundación Cyes, con sede en Valencia, destinó la parte más significativa de los recursos obtenidos –casi un millón de euros– a la adquisición de varios inmuebles en esta ciudad; y otra parte al pago de unos supuestos servicios realizados por ciertas empresas. Concretamente el 25% del importe de cada uno de los proyectos a la empresa ARCMED,S.L. parte de la trama que obtenía beneficios de los recursos públicos de cooperación internacional.

Aunque muy poca gente conozca el nombre de Totogalpa no ocurre lo mismo con Nicaragua, país ampliamente conocido, incluso cercano, para muchas personas en la Comunidad Valenciana, pues, ese pequeño país de Centroamérica se hizo famoso allá por los años setenta y ochenta del pasado siglo cuando un ejército de pobres derrocó a la dictadura de Somoza, una de las más largas y sanguinarias de las muchas que azotaron a los pueblos de la América Latina.

Entonces sí, Nicaragua se colocó en el mapa del mundo. La lucha del pueblo nicaragüense por el pan, la tierra y la libertad, bregando contra un enemigo mil veces mayor, concitó en aquellos momentos, el apoyo de muy grandes sectores de la población mundial incluyendo entre ellos a la de los Estados Unidos y a la de los países de Europa, entre ellos España. Ciertas imágenes de aquella revolución dieron la vuelta al mundo y se fijaron para siempre en nuestras retinas y en nuestros corazones como expresiones de dignidad. ¿Quién que lo viera no recuerda al padre Ernesto Cardenal, poeta, recibiendo, arrodillado, al papa Juan Pablo II en el aeropuerto Augusto César Sandino de Managua?

Si algún día en España se escribiera la historia de la cooperación internacional, quien llevara a cabo esa tarea tendría que hacer justicia al pedagógico papel de ese diminuto país en la forja de toda una generación de personas que –mucho antes de que en España existiera lo que hoy conocemos como sistema público de cooperación– se forjó, sobre el terreno, en las lides de la solidaridad internacional. Muy diversos colectivos sociales de la Comunidad Valenciana participaron en iniciativas de apoyo a la población nicaragüense que, asediada por una guerra desigual, se empeñaba en llevar a cabo una transformación social de calado en su país; entre esos colectivos destacaron enseñantes, profesionales de sanidad, técnicos agrícolas y, más sencillamente, ciudadanos comprometidos con valores de justicia y equidad. Blasco no estuvo allí, ni los altos cargos de su Consellería, ni Tauroni, ni el representante de la Fundación Cyes proponente de los falsos proyectos.

Al calor de aquellos años de esperanzas, luchas e ilusiones, se crearon en España nuevas organizaciones y asociaciones –más tarde conocidas como ONGD– que vinieron a plasmar la voluntad de una ciudadanía activa que emergía para actuar en el espacio internacional. Así ocurrió en Cataluña, el País Vasco, Andalucía y también en la Comunidad Valenciana. En aquella Nicaragua –que expresaba al mundo su sed de justicia– aprendimos mucho quienes vivimos allí y compartimos con su gente ese anhelo: aprendimos a desayunar gallo pinto (frijoles con arroz) y a no cenar nada; aprendimos a discernir lo necesario de lo superfluo y con ello hicimos prácticamente, una crítica radical al "derroche estructural" de nuestras sociedades de origen; aprendimos a trabajar en un medio escaso en recursos económicos y abundante en riqueza humana.

Nicaragua fue una escuela y fue un don para quienes vivimos aquellos históricos momentos en los que una imponente voluntad transformadora era compartida por la gran mayoría de la población. Sin embargo, ahora, cuando pronto se cumplirán 35 años del derrocamiento de Somoza, Nicaragua es aún, a día de hoy, uno de los países más pobres de América Latina, sólo precedido por Haití en ese escalafón lo que no puede dejar de ser motivo de reflexión para las entidades de cooperación.

Y es ahora también cuando, en la Comunidad Valenciana, el Tribunal Superior de Justicia, tras la conclusión del juicio oral se dispone a dictar sentencia sobre los hechos delictivos derivados de esos falsos proyectos de cooperación que iban a realizarse en Totogalpa. En efecto, el máximo responsable del PP en la Consellería de Solidaridad, el conseller Blasco, y altos funcionarios de la misma, prevaliéndose de sus posiciones de poder en la Administración autonómica dieron vía libre a unos proyectos que carecían de los requisitos exigidos en la propia convocatoria realizada por dicha consellería. De ese modo destinaron una importante cantidad de recursos a una entidad, como la fundación Cyes, que además de incumplir los requisitos de trabajo en red, experiencia y presencia en el país, carecía de la competencia técnica necesaria. Dicha fundación, a su vez, procedió a desviar una significativa parte de esos recursos, el 25% de cada una de las subvenciones, a cierta empresa (Gestiones e Iniciativas Arcmed, S.L.) como pago de unos trabajos jamás realizados. Unos y otros se han sentado estos días atrás en el banquillo de los acusados de varios graves delitos entre ellos malversación de caudales públicos, prevaricación y tráfico de influencias, falsificación en documento público, fraude de subvenciones…

Estos hechos han causado una gran indignación a muchísimas personas que, más allá de sus diferentes perspectivas y convicciones políticas, coinciden en el repudio de la corrupción; son personas de ambientes sociales variados que trascienden ampliamente el de las ONGD y otras entidades más directamente vinculadas a la acción de cooperación internacional. ¡Y con qué fundamento esa indignación! Muchas de esas personas y aquellas que estuvieron entonces en Nicaragua observan hoy con una mezcla de rabia y estupor el desarrollo de ese juicio que, sin duda, va a marcar un antes y un después en el devenir de la política pública de cooperación internacional. Pues rabia y estupor producen las declaraciones, teñidas de cinismo político, de los máximos responsables políticos de esas decisiones, las del empresario Tauroni y las de los representantes de la Fundación Cyes.

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¿Y la población de Totogalpa? ¿Dónde está esa gran ausente que iba a ser la beneficiaria, supuestamente, de un mayor y mejor acceso a agua potable y de una mayor capacidad para la producción de alimentos? Cualquiera mínimamente conocedor de un proyecto de cooperación y del contexto económico de Nicaragua sabe que - aun dejando de lado otros aspectos- el increíble presupuesto aprobado para esos proyectos sólo podía ser o para instalar grifos de oro y sembrar semillas de plata en la tierra de Totogalpa o - como así ha resultado- para el lucro particular de ciertas personas.

Hoy, cuando la mayoría de la población en España, vive abrumada por las dificultades económicas, la pobreza crece aceleradamente, y las políticas de austeridad impuestas por los gobiernos del PP han dejado sentir sus devastadores efectos es mucho más difícil pensar y actuar en términos de solidaridad global. Sin embargo es precisamente ahora cuando se hace especialmente necesario poner de manifiesto los valores de justicia y equidad que inspiran lo mejor del trabajo de cooperación internacional y constituyen su sustrato ético.

Consuelo Vidal es cofundadora de ATELIER ONGD. Valencia.

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