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Inma Shara: “La música puede tomarse como modelo para construir otra sociedad”

La directora de orquesta Inma Shara.

El enorme Arturo Toscanini era capaz de dirigir hasta 200 composiciones diferentes sin necesidad de partitura, solo con su memoria. A los 19 años ya había cogido la batuta, y a día de hoy, medio siglo después de su muerte, es considerado uno de los más importantes directores de orquesta de todos los tiempos. Poco cabe achacarle en lo profesional al italiano, a no ser su estilo sumamente autoritario a la hora de capitanear a su equipo, a sus músicos. Si él marcó el modo de hacer en el siglo XX, en esta nueva era aquellas formas –por muchos éxitos que le granjearan- ya no resultan pertinentes. Ni deseables. Y no solo por la evolución natural de las cosas: la crisis, sin ir más lejos, ha supuesto un revulsivo a la hora de relacionarnos y estructurarnos en jerarquías. O, en palabras de Inma Sharia, “a pesar del drama que ha sido y que es, ha facilitado una reorganización, aunque sea inconsciente, que la sociedad estaba pidiendo”.

La directora de orquesta (Amurrio, Álava, 1972), uno de las pocas mujeres del mundo que lo son a alto nivel, recientemente galardonada con el premio a la Excelencia europea por su proyección internacional y su aportación a la música clásica, no dudó en aceptar el reto que le proponía la editorial que hoy publica su libro, La batuta invisible (Conecta). Ese reto, claro, era escribir el propio libro, una historia sobre el liderazgo de lo particular, su caso personal, a lo general. Pero no solo eso: a través de las palabras, en un medio ajeno para una experta en el lenguaje de lo etéreo, debía condensar no solo su manera de ser directora, sino también su particular forma de entender la música, y con ella, sus valores. “Se trata de hacer que, a través del liderazgo, lo intangible se convierta en tangible”, explica la directora, que hasta el 11 de julio se encuentra de gira por diferentes ciudades españolas con la Orquesta Sinfónica Checa. “Vivimos en una sociedad materialista, competitiva, pero se puede liderar bajo los cánones del equilibrio, la autocrítica y, sobre todo, la humildad”.

Delicada y sonriente, también contundente y profunda, extremadamente atenta, Shara parece cumplir a rajatabla sus propios consejos, los que aplica a los trabajadores de su particular empresa. “La música es el nacimiento de la belleza interna del ser humano”, reivindica. “Aun en sus acordes más dolorosos es un mensaje de ilusión, de esperanza o de nostalgia, pero bien entendida. La cultura refuerza a un país, lo dota de herramientas para sobrevivir a estos tiempos tan difíciles, porque ayuda a poner en valor el aspecto cualitativo, no solo el cuantitativo”. De ahí que esté de acuerdo en que, aunque nuestros gobernantes insistan, en materia cultural vamos en el sentido contrario a la buena dirección. “Consumir en cultura es consumir en salud”, defiende la música, que ha dirigido orquestas como la London Philarmonic o la Royal Philarmonic Orchestra, entre otras muchas, además de haber colaborado con destacados solistas. “No tomar la cultura como herramienta de integración social, de compromiso y de esperanza, es un error”. 

Aunque Shara defiende que este modo de ejercer la responsabilidad en armonía, sin despotismos, sirve para cualquier faceta de la vida, lo cierto es que en su ámbito existen peculiaridades, desde enfrentarse a la gestión de equipos multiculturales, a tener que lidiar con los volubles temperamentos artísticos. “En una orquesta confluyen nacionalidades y sensibilidades, por lo que hay que hacer un esfuerzo emocional que es realmente lo que vale la pena, es el mejor premio desde el punto de vista personal”, dice, para asegurar seguidamente no haber encontrado trabas  por su condición de mujer en un área eminentemente masculina. "El arte es una proyección del interior, no es propiedad del género: la suma es la riqueza de sensibilidades, y eso es lo que enriquece al arte”.

Atraída por la música desde niña, llegada a ella a través de la educación en casa y en clase, Shara defiende el poder de toda disciplina artística para dar un sentido más pleno a la vida. Y precisamente por eso, se lamenta de la presencia marginal  de la cultura en la enseñanza. "La música despierta habilidades, capacidades, ayuda a comprender la importancia del trabajo en equipo, establece lazos afectivos". Aunque además de formación, también hace falta sin duda vocación. "Yo tenía cuatro años cuando la música pasó de ser algo inconsciente a ser algo consciente, de ser algo irracional a ser un pensamiento", recuerda, para concluir: "La música puede tomarse como modelo para construir otra sociedad, en la que los afectos y la comunicación humana deberán situarse en un primer plano". 

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