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Carretera imanta

En coche por el país de las motos

En coche por el país de las motos

Eva Orúe | Sara Gutiérrez

Viajar en coche por Vietnam no deja de ser una extravagancia, tratándose como se trata del país de las motos. Es sabido que sus ciudadanos no entienden de monoplazas, biplazas y poliplazas, y a lo largo y ancho del país vimos a familias enteras a bordo de su scooter, a repartidores desafiando la ley de la gravedad e incluso, ya de noche, a una mujer que salía de un hospital con el brazo conectado a una bolsa de suero y cabalgaba una moto conducida por un propio mientras otro se montaba detrás de ella, sujetando el gotero a la altura necesaria para asegurar que el líquido fluyera.

Así que esto es lo normal…

… aunque en cuanto sales de la ciudad, el panorama circulatorio cambia.

El recorrido que proponemos es corto, unos 240 kilómetros, entre Hội An y Vịnh Mốc, pero intenso: si saben qué hay en el lugar de destino, ya comprenden a qué nos referimos. Si no… quizá puedan esperar a averiguarlo.

Sobreponiéndose al horror

Hoi (permitidnos que prescindamos de las letras vietnamitas) An es una ciudad comercial y turística, fruto de la convivencia más o menos apacible de chinos, japoneses y locales. El monumento emblemático es un puente japonés que, según cuenta la leyenda, fue construido para sujetar a un monstruo cuya cabeza imaginaban en la India, cuyo cuerpo ocupaba Vietnam y cuya cola, a la que acusaban de causar los terremotos con sus movimientos, estaba en Japón. Fue el miedo a los seísmos, que en Vietnam no son frecuentes, lo que les hizo sentar el puente sobre 12 pilastras; y por lo que pudiera servir, le añadieron años después un templo en el que un dios, en señal de fuerza, pisa a una tortuga.

No son pocos los edificios que por su interés histórico y arquitectónico merecen visita, pero antes de emprender ruta, permitidnos que os digamos que el mayor espectáculo son las gentes que en patios y casas abiertas fabrican farolillos, ofrendas, bordados de seda o sombreros de paja…

Y que no le anda a la zaga el que ofrecen, a orillas del río, los barcos-autobús que permiten pasar de una orilla a otra, cargados de gente, motos y bicis.

Pero no nos entretenemos más, tenemos que salir. No lejos de la ciudad, a unos 20 kilómetros, se elevan sobre la llanura cinco montañas de roca caliza y mármol tradicionalmente relacionadas con los cinco elementos básicos de la filosofía china: Thao Son (tierra), Thuy Son (agua), Hoa Son (fuego), Moc Son (madera) y Kim Son (metal). Y los trotamundos convertimos la subida a la pagoda de Linh Ong en una cuestión de honor. Las vistas recompensan el esfuerzo…

Sin embargo, lo peculiar del pueblo es que está lleno de talleres en los que se tallan esculturas y se componen fuentes que luego surcarán los siete mares para adornar jardines de medio mundo.

¡Seguro que han visto alguna en el jardín de un vecino o en un espacio público! La especialización viene dada, claro está, por las características del terreno. En otras zonas del país vimos pueblos enteros dedicados a la madera… Donky, por ejemplo, parece la antesala de Mercamueble.

Pero ese es otro camino, uno que ahora no queremos recorrer.

Lo que toca es acercarnos a Danang. Por lo leído, sabíamos que fue la primera ciudad en la que los marines estadounidenses pusieron pie, en 1965. Sabíamos también que el Museo Cham es excepcional por su colección de piezas pertenecientes al reino de Champa (siglos VII, VIII y IX). Cuando lo visitamos, quienes junto a nosotros lo recorrían se apoyaban en esas obras para posar, descansar, incuso vimos a alguno rascando la piedra con la uña…

Lo lógico hubiera sido que abandonáramos la ciudad por el túnel que acerca Danang y Lang Co, pero no quisimos perdernos las vistas, que nos prometieron espectaculares, que ofrece el puerto de Hai Van. Un sitio que se llama el Paso de las nubes no puede ser feo… Dicen que en los días despejados se divisan incluso las montañas de mármol, al otro lado de la bahía…

Un poco más allá, la pequeña aldea de Lang Co luce una envidiable playa que pocos disfrutan como lugar de reposo y muchos explotan como puerto pesquero. Escribimos esto, y nos corregimos inmediatamente: por lo que nos dicen, hoy en día ese litoral acoge ya resorts lujosos iguales a los de medio mundo. Pero cuando lo visitamos, y no hace tanto, el aspecto de su playa era el que una espera en un sitio así…

Lo más chocante es que no lejos del punto donde unos disfrutaban de la brisa marina y otros calafateaban su embarcación, había un cementerio colorista desdoblado en tendedero…

Sus estructuras se parecen como dos gotas de agua a las de esas construcciones de colores que los vecinos colocan en la delantera de sus hogares:

son las casas de las almas, las moradas de los antepasados.  Llegamos a Hue de noche, y en cuanto pudimos nos acercamos a la orilla del río Perfume, donde, por ser jornada festiva, el puente construido por los franceses (hay quien incluso dice que con planos del propio Eiffel) lucía iluminado, y las familias disfrutaban de los placeres de los puestos ambulantes de comida.

 

Es Hue una localidad magnífica Patrimonio de la Humanidad y la ciudadela, sólo un ejemplo de esa magnificencia: allí estaban la Ciudad Imperial, donde se trataban los asuntos de Estado, y en su interior la Ciudad Púrpura Prohibida, residencia del emperador y su familia.

Pero no queremos entretenernos mucho en Hue, al menos no ahora. Porque la parada final de nuestro recorrido está cercana, así que salgamos de nuevo a la carretera…

... rumbo a los túneles de Vinh Moc, un monumento a la sagacidad del hombre, y el recordatorio del horror que una guerra supone. A mediados de los años 60 del siglo pasado, en pleno conflicto bélico, los habitantes de esta zona,

sabiéndose condenados, trazaron un plan. Durante meses sacaron barro del subsuelo de su aldea para construir una ciudad bajo tierra. No hablamos de uno, ni de dos túneles: hablamos de una ciudad con sus "pisos", su "escuela", su "hospital" y su maternidad, donde nacieron 17 niños. Unas 600 personas vivieron como topos entre 1966 y 1972.

Los turistas recorren estos túneles con una extraña sensación, entre el miedo y el alivio, imaginando el horror que tuvo que ser. Suponemos que enseñarlos es buena cosa, aunque algunas de las actividades complementarias que se ofrecen en refugios similares como el de Cu Chi (prácticas de tiro) se nos antojan macabras.

De lo que la Guerra de Vietnam supuso da fe el cercano Cementerio Nacional Truong Son, en Doc Mieu: más de 10.000 tumbas…

Catedral de Calahorra, dígame

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Pero no queremos terminar con esa imagen, que tampoco aspirábamos a ocultar. Volvemos a la carretera, y nos despedimos con una made in Vietnam. A veces, el tópico es bello.

Fotografías de Ingenio de ContenidosIngenio de Contenidos

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