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El fiasco de Bruselas y el desafío permanente de Mazón desnudan el liderazgo de Feijóo en el PP

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El asalto a los cielos tendrá que esperar

Íñigo Errejón y Pablo Iglesias se abrazan en el Congreso.

Existe un símil futbolístico que explica la situación de Podemos. Hasta las elecciones del 20-D jugaron con una gran presión sobre el centro del campo del contrario para cazarle al contraataque. Se beneficiaron de lo que Íñigo Errejón llama “la soberbia intelectual” de un rival que no supo detectar los cambios en la sociedad tras el 15M. Se refiere a los partidos turnantes, PP y PSOE, que han conformado el bipartidismo dominante nacido de la Transición. Desde el 20-D no es posible jugar de esa manera. Los contrincantes aprendieron la lección, ya no se dejan sorprender tan fácilmente. Podemos necesita ahora cambiar su estilo de juego, pasar del avance relámpago a la posesión de la pelota. Se impone el sello de Pep Guardiola. El nuevo sistema exigirá una coordinación precisa entre el trabajo parlamentario y la calle, y mucha unidad interna. Las primarias de Madrid no han dejado buenas vibraciones.

Si tras la voladura del PSOE en hora de máxima audiencia, Podemos entra en crisis, con disputas entre pablistas y errejonistas y no es capaz de lavar las heridas de lo ocurrido en Madrid, habrá gobiernos del Partido Popular durante varios años, tal vez más de una legislatura. Es el viejo axioma de la izquierda española: dos tipos forman dos corrientes; si se suma un tercero, nace una escisión.

Las discrepancias afloraron tras las elecciones generales del 20-D, en las que algunos dirigentes soñaron con ganar, y se agravaron tras el fiasco del 26-J: no hubo sorpasso al PSOE como predecían las encuestas y se perdieron 1,2 millones de votos. Los 10 meses de provisionalidad no han sentado bien a Podemos. Un asunto es el análisis político de lo que sucede y otro hacer política desde las instituciones. “Faltó rodaje”, reconoce Manuel Monereo, diputado de Unidos Podemos, “si Rajoy ha aprendido a ser un buen parlamentario, nosotros también podemos aprender”.

La segunda Asamblea Ciudadana Estatal (congreso en otros partidos), que se conoce como Vistalegre II y podría celebrarse a comienzos de año, será el escenario para escoger el rumbo de las próximas etapas y las personas que lo dirigirán y, sobre todo, aunar las corrientes más visibles, porque además de pablistas y errejonistas, están los anticapitalistas, ahora con fuerza renovada. La otra opción es agravar el cisma, mermar sus posibilidades de ser alternativa. ¿Es lo ocurrido en Madrid un adelanto de lo que pasará en Vista Alegre? Ramón Espinar, ganador de las primarias y nuevo secretario general, trató de remover a José Manuel López (de la lista errejonista de Rita Maestre) como portavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid y sólo ha integrado en su ejecutiva a un miembro de la candidatura rival. El sector derrotado se siente excluido, dicen que ellos lo hubieran hecho de otra manera.

“No puedo juzgar [lo ocurrido en Madrid]. Son los militantes los que han elegido a su secretario general y es él quien tiene toda la legitimidad para decidir”, afirma Pablo Iglesias. “Creo que han sido mucho más integradores de lo que lo fuimos nosotros en Vista Alegre [hace dos años]. De ahí salieron un consejo ciudadano y una ejecutiva en los que no había nadie que no fuera en mi lista, un error que debemos corregir en el futuro. Ahora estamos más de acuerdo [con Pablo Echenique y Miguel Urbán]. Me alegro de haber rectificado y de trabajar codo con codo con Pablo y cada vez más cerca con Miguel”, añade el secretario general de Podemos que, superado el escollo de Madrid, se siente fuerte para continuar: “Me veo presidente del Gobierno dentro de cuatro años”.

"Rasguños y terapia de grupo"

Para Íñigo Errejón, que apadrinaba la lista de Rita Maestre, Tania Sánchez y López, lo ocurrido en Madrid “no va a marcar la pauta. (…) Ramón [Espinar] ha llegado a acuerdos con muchas fuerzas diferentes y ahora tiene que repartir juego. [En Vistalegre II] tenemos que ser más pluralistas. Tenemos que ser capaces de politizar la discusión, que cuando la gente nos escuche discutir sepa que hablamos de sus vidas y no de metafísica, que si calle o instituciones, que si ciclo corto o ciclo largo. Si hacemos eso será el Congreso de una fuerza que se encierra. El ciudadano tiene que sentir que hablamos de sus problemas. Ésta es la forma de ensanchar”.

Juan Carlos Monedero, ex número tres de Podemos, regresó a la primera línea para apoyar a Ramón Espinar y más cuando estalló el asunto del piso de Alcobendas. “Podemos no podía permitirse el titular ‘Pablo Iglesias derrotado en Madrid”, dice. Fue el ex número tres de Podemos quien culpó al Grupo Prisa de querer favorecer a la lista de Errejón. Fue un mensaje que movilizó el voto a favor de Espinar. Un periodista que prefiere no dar su nombre, dice: “Quizá, la conspiración de Prisa era al revés y consistía en poner al frente al candidato con un discurso más radical”.

“Los procesos internos se han saldado con rasguños”, admite Monedero. “Ahora toca un proceso de terapia de grupo. En las organizaciones se discute y hay personas que pueden sentirse golpeadas. A veces hay tiros y heridos. Ahora hay que buscar las cosas que unen más que las cosas que nos separan. El éxito de Podemos es seguir aunando sus tres almas: reforma, revolución y rebeldía”.

“Todo sigue el guión de Mariano Rajoy; primero se ha cargado al PSOE; ahora trata de que un Pablo Iglesias radicalizado sea la imagen de la oposición. Está claro que Ciudadanos participa en esta operación”, dice Pilar Portero, periodista con una larga trayectoria en la información parlamentaria. “La estrategia es sacarle de sus casillas [como hicieron con Josep Borrell en su día]. Iglesias pierde los nervios con facilidad y entra a trapos a los que no debería entrar, como el de ETA, que es, según el CIS, la última preocupación de los españoles. Además, ETA ya no existe”.

Podemos se siente víctima de un acoso mediático. Los medios de comunicación son su obsesión y uno de los talones de Aquiles, junto con la escasez de mujeres. Los corresponsales extranjeros que se entusiasmaron con el fenómeno Podemos en los primeros meses se han sentido maltratados. La última demostración de ese acoso ha sido el empeño de compararles con el presidente electo de EE UU, Donald Trump, y con la extrema derecha europea. Podemos no es xenófobo, en todo caso peca de lo contrario, de buenismo: welcome refugees. Tampoco quiere bajar los impuestos a los superricos ni prohibir el aborto ni reducir los derechos sociales ni salir de la UE. Pero estamos en la era de la post-verdad y de la post-democracia; afecta a políticos, medios de comunicación y ciudadanos.

¿Seguirá como número dos después de Vistalegre II? Errejón responde: “Lo decidirá la gente. Estoy contento con el papel que desempeño en Podemos. Lo de los números es una atribución que nos ha venido desde fuera. Al principio sólo era Pablo, después fue surgiendo más gente: Monedero, que tenía un papel más importante, yo… Ahora hay muchos más. Podemos va siendo más coral, se va diversificando en un árbol. Si a un ciudadano le hablas de Podemos identifica en primer lugar a Pablo, luego a mí (…) Pablo es la única opción para secretario general. Él tiene que tomar su decisión. Sin él, Podemos no habría sido posible: él nos ha traído hasta aquí y tiene capacidad de seguir conduciéndolo, claramente”.

Traslado la misma pregunta a Pablo Iglesias: ¿seguirá Errejón de número dos? “Eso lo tiene que decidir la gente. Quiero tener a Íñigo cerca de mí, pero creo que hace falta una coralidad más amplia. No creo en una organización partida por dos mitades. Un Podemos con dos almas nos debilita mucho. Tiene que haber seis, siete y ser capaces de trabajar todos juntos. No quiero que nadie ponga números, de quien es el dos, el tres, el cuatro o el cinco. Hay un consenso de que tengo que estar al frente y lo asumo. Tiene que haber un Podemos que tenga un secretario general y con muchos compañeros en posiciones importantes. Quiero un Podemos en el que Íñigo pueda trabajar y esté a gusto, pero también que otros se incorporen y puedan trabajar y estar a gusto. Estoy muy contento con el trabajo de Íñigo en determinadas áreas y especialmente en su trabajo parlamentario, pero no quiero que ese trabajo haga sombra al de otros compañeros. Mi papel y mi reto es ser capaz de integrar”.

Quienes les conocen desde hace años sostienen que la relación personal no se ha roto y que tanto Iglesias como Errejón sufren por esta situación. No es una opinión unánime, hay quienes hablan de quiebra irreparable. Una de las fuentes consultadas culpa de la situación a las “cortes de fieles” que rodean a cada uno, personas que han fiado su crecimiento en política al éxito de su jefe.

“Hay diferencias obvias de tono que tienen que ver con el tono emocional de cada uno”, admite Pablo Iglesias cuando habla de sus relaciones con Íñigo Errejón. “Hay diferencias sobre el papel del Parlamento. Íñigo cree que la labor parlamentaria nos puede ayudar a ganar muchas posiciones. En eso soy más pesimista. Soy más optimista con la sociedad, en el trabajo de cavar trincheras en la sociedad civil, de organizar contrapoderes y de que Podemos construya un movimiento popular. La sociedad es menos conservadora de lo que Íñigo cree. Son matices de un debate intelectual. No partimos de dogmas. Hay cosas que hemos hecho que han funcionado bien y otras que han funcionado mal. Es un debate vivo y eso es bueno, aunque tiene una traducción fea de listas y en la configuración de equipos o de órganos directivos. Estoy muy orgulloso de que sea un debate sobre ideas y estrategias y no sobre posiciones de poder”.

Fuerte rechazo social

Preguntado sobre si las diferencias han afectado a la relación, Iglesias responde: “Somos amigos y hemos tenido una relación personal muy estrecha. Eso marca, lo define todo, y siempre va a estar ahí. Por eso es más difícil cuando no estamos de acuerdo en algo, o estamos en posiciones diferentes. Antes, las diferencias en los debates se terminaban tomando una cerveza, ahora pueden terminar en tomas de decisión diferentes o en trabajar con equipos diferentes. Entre Íñigo y yo no se ha perdido el cariño ni la complicidad intelectual aunque podamos tener diferencias en algunas cuestiones. Es algo que hay que cuidar y con lo que hay que convivir. Podemos lo empezamos a montar un grupo de amigos y eso tiene cosas buenas y cosas malas. Pensar distinto a veces afecta para mal. Es más duro. El hecho de querer a la gente con la que estás haciendo política es muy bonito, pero al mismo tiempo implica muchas amarguras”.

“No hay ruptura; hay diferencias políticas en algunas cuestiones”, señala Errejón. Cuando las discutimos son diferencias más complejas, con más aristas y matices de lo que desciende hacia abajo. Según va cayendo en catarata, la línea se va simplificando, y lo que se traduce hacia fuera son caricaturas en las que no nos reconocemos. Por ejemplo es una caricatura el debate entre calle e instituciones. Pablo no se reconoce en alguien que desprecia las instituciones o el trabajo que se puede hacer en ellas y yo, que llevo militando desde los 14 años, no me reconozco en alguien que no sabe lo que es la militancia en la calle”.

Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Podemos es la segunda fuerza. Supera al PSOE con holgura: 21,8% frente a 17%, pero no arranca votos de la desilusión socialista, que optaría por la abstención. Podemos sólo sube un 0,7%, pese a la debacle del PSOE. El partido liderado por Iglesias genera un fuerte rechazo, por encima del PP. Según ese estudio, un 52,2% de los españoles dice que “nunca con toda seguridad, nunca votaría” a Podemos. En octubre de 2014, este rechazo era 10,5 puntos menor. Los dos líderes más impopulares son Rajoy e Iglesias.

Carolina Bescansa, socióloga y diputada por Unidos Podemos, asegura que el nivel de rechazo que recoge el CIS no representa un problema: “El PP demuestra que se pueden ganar elecciones con altos niveles de rechazo”. La clave, a su entender, “es saber generar confianza”. “El rechazo es inevitable, sobre todo a corto plazo”, apunta Monedero. “Hay gente que ha vivido toda su vida en el bipartidismo; ahora tiene dificultades para aceptar que su opción de tantos años ya no sirve para formar Gobierno”.

El problema de fondo para Monedero es que se ha vivido en un permanente estado de agitación electoral (siete elecciones): “No se han elaborado documentos en estos tres años. El debate ha estado centrado en la táctica y no en la estrategia, en saber hacia dónde vamos, en definir la organización interna, el papel de los círculos, para no ser como los demás. (…) Hicimos un gran diagnóstico histórico en la Universidad durante 20 años que cuajó en la creación de Podemos. La experiencia es más rica que la teoría y ahora debemos traducirla en propuestas concretas para las políticas públicas. Tenemos que comprender y debatir, atender las necesidades de la gente, tenemos que saber hacer política. No podemos ser un PSOE 2.0 o una IU 2.0”.

“Es complicado saber dónde estamos y a dónde vamos. Vivimos una situación novedosa”, dice el eurodiputado y líder de los Anticapitalistas, Miguel Urbán. “Somos una organización relámpago que en muy poco tiempo ha pasado de canalizar el malestar a obtener representación parlamentaria. El PSOE es una institución zombi; que vuelva a la vida o termine en la sepultura dependerá de lo que hagamos. El radicalismo no se muestra en las formas ni en los tonos. Lo que no hay que perder es la radicalidad de nuestras propuestas porque no se han moderado el paro ni los desahucios. Es importante la coherencia y no siempre la hemos mostrado en cuestiones programáticas como la auditoría de la deuda, en la que hemos dado varias versiones y eso nos debilita”, añade.

“Lo tenemos muy fácil y muy difícil. Tenemos la ocasión de rematar al bipartidismo o darle oxígeno. Entre la calle y el Parlamento, están los bares”, afirma Tania Sánchez, “entendiendo los bares como un símbolo que representa la vida cotidiana de la gente, donde se habla de sus problemas y dificultades. Tenemos que escuchar, canalizar, representar. El reto en Vistalegre II es una dirección menos caudillista, más colectiva y unos estatutos más democráticos”.

Manuel Monereo, uno de los padres ideológicos de Pablo Iglesias, admite que atraer al votante enfadado del PSOE representa “un desafío personal y colectivo. Tiene que haber cambios de estilo y forma”. Asegura que el tono lo significa todo. También corta el debate de la sucesión: “No hay otro candidato posible que no sea Pablo Iglesias. Ha demostrado ser un líder capaz, que lucha y da la cara”.

De movimiento social a partido

“Podemos debe hacer política a lo grande”, añade Monereo, “tener un proyecto de país, unas líneas básicas que sean comprensibles para todos los españoles, sean vascos, catalanes o andaluces. Diez ideas, pero claras. Hay que hacer una política que sea viable, dar respuesta a los problemas de la gente. Debe ser un discurso radical pero posible, transformador pero viable. Tenemos que demostrar capacidad de gestión. Los cinco millones de votos son un primer escalón. Falta el siguiente. (…) Tiene que haber un partido detrás, construir una dirección política adecuada. Se han cometido errores. El PSOE tuvo un derrota dolorosa en 1979 y fue alternativa en 1982 porque UCD se hundió. Las elecciones de junio fueron nuestro 1979. Conseguimos un nivel muy alto, pero no fue suficiente”.

Podemos ha quemado etapas tan rápido que se olvida de que nació en marzo de 2014, hace dos años y nueve meses. En este tiempo ha recorrido a la carrera el camino que a Los Verdes alemanes les costó 15 años: pasar de un movimiento social que detenía trenes con residuos nucleares a un partido que entra en el Gobierno en 1985 y puede cambiar las políticas nucleares. Fue un proceso doloroso, con escisiones; algunas por la derecha; otras por la izquierda. Había dos corrientes: los fundis, que rechazaban el sistema parlamentario, y los realos, más pragmáticos, que querían abrir el partido y apostaban por entrar en el Parlamento. Ganaron los realistas con Joschka Fischer y Daniel Cohn-Bendit a la cabeza.

En Podemos todos son realos, hasta los anticapitalistas. No se discute estar en las instituciones; el debate, o la pelea, se halla en el envoltorio del discurso no tanto en el discurso en sí mismo, si deben moderarlo para atraer a los huérfanos de la implosión del PSOE o radicalizarlo para defenderse de lo que entienden como un ataque del establishment contra Podemos. La socióloga Belén Barreiro, directora del CIS en la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, sostiene que a la gente le cuesta cambiar de banco y de compañía telefónica y que sucede lo mismo con los partidos políticos.

Podemos demostró en 2015 una gran capacidad de recuperación, una virtud que funcionó hasta tres veces en muy pocos meses. Pero eso era antes de que afloraran las diferencias entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, que también son de estrategia. Errejón favorecía la abstención para permitir un Gobierno PSOE-Ciudadanos; Iglesias y Monedero, no.

En las elecciones de Andalucía, celebradas el 22 de marzo de 2015, Podemos salió con sensación de derrota pese a lograr más de 590.000 votos y 15 escaños. “Se nos fue la cabeza. Tuvimos más de un 14,80% en el escenario político más difícil. En el último mitin en Dos Hermanas cuadruplicamos el aforo en comparación con los otros partidos. Esto nos hizo soñar”, manifiesta Iglesias. Los escaños conseguidos fueron menos de los que anunciaban las encuestas, incluso la de pie de urna que daba 22.

Del revés andaluz, más de imagen que real, Podemos se recompuso en apenas dos meses, y logró unos magníficos resultados en las autonómicas y municipales de mayo de 2015. Pese a no presentarse con su nombre, ganó en Madrid y Barcelona, entre otras ciudades importantes, en coalición con otras fuerzas. De la sensación de fracaso se pasó a la euforia. “[Manuela] Carmena es un fenómeno madrileño y es irrepetible”, dice Iglesias. “Consiguió dos cosas increíbles al mismo tiempo: reunir todos los votos de Podemos y atraer a sectores que tradicionalmente votan socialista. (…) Intento que siga, pero ella no quiere. Tenemos muy difícil conservar Madrid sin ella”.

En las elecciones catalanas, celebradas en septiembre de 2015, Podemos erró en casi todo: el nombre, Catalunya Sí Que Es Pot; el cabeza de lista y el discurso. Creyeron que se trataba de la primera de las generales. Quedaron cuartos, con más de 360.000 votos y 11 escaños. Faltaban algo menos de tres meses para el 20D. Errejón acudió a su acervo futbolístico (es del Real Madrid, sector anti-Florentino) para rescatar una palabra que se convirtió casi en un lema de campaña: remontada. Pese a la ilusión, no hubo adelantamiento al PSOE y regresó el desencanto.

“Se produjo un desgaste de la ilusión con la política”, admite Errejón. “Desde el 20-D, la política entra en una especie de impasse que desmoviliza a una parte de gente que se había ilusionado con el cambio porque creía que podía ser inminente. (…) Durante un tiempo hemos sido capaces de ser la fuerza que dirigía el rumbo cultural de nuestro país, no gobernábamos, todavía no representábamos a una mayoría de los españoles. Pero la política giraba en gran medida en torno a cómo te situabas con respecto a Podemos. Hasta el 20-D ha sido así, a partir de ahí hemos tenido más dificultades para ser una fuerza que conduce la dinámica política nacional. Nos falta generar la presencia y la confianza en esa parte de la población española que quiere cambio, pero con certezas”.

“En los ayuntamientos del cambio es donde nos vamos a jugar que los españoles nos vean como un proyecto de país alternativo, no sólo un pepito grillo de lo que funciona mal, sino portadores de un proyecto alternativo de España”, opina Errejón.

“Sería un error que nos vean como un buitre que desciende para despedazar lo que queda del PSOE”, dice Iglesias. Nos equivocaríamos si intentamos ser un PSOE más joven y sin corrupción. Somos otro partido. Tenemos que aceptar la realidad de que hay muchos votantes socialistas tradicionales que ya no votan al PSOE pero que de momento no quieren votar a Podemos. Hay que ir poco a poco, sin privilegiar unos caladeros. Quizá dentro de dos o tres años, algunos de esos sectores nos vote, seguramente sin mucha ilusión, sin excesivo cariño, como la opción menos mala. Tenemos que respetar mucho a la gente que le gustaba votar a un partido socialista que ya no existe”.

“El millón de votos que perdimos eran de IU, de personas que no nos han querido votar. Las razones pueden ser muy complejas. Hay personas a las que les gusta votar a una opción política que no puede ganar y le da miedo votar una que puede ganar. Hay gente que tiene unos principios identitarios, a la que le cuesta mezclarlos con otros. También hay gente que nos vio en el Parlamento y dijo que éramos como los demás”, dice Iglesias.

“Los datos que me pasan del CIS indican que la valoración que mantengo entre nuestros votantes es muy alta y que el nivel de rechazo entre los que no te votarían jamás tiene que ver con la polarización. Eso normalmente sólo lo tiene quien puede ganar. El candidato peor valorado en este país es el que gana las elecciones: Mariano Rajoy. Me parecería un éxito perder en valoración y que Podemos pueda ganar las elecciones”, añade Iglesias.

¿Se siente como un general que ha sido capaz de reunir a un gran Ejército, pero que no va a poder tomar el castillo?, pregunto al líder de Podemos. “Un general que no aspira a tomar el castillo no es un general. Si te eligen para estar al frente es para tomar el castillo. Si alguien piensa que existen los papeles intermedios o de transición, normalmente se equivoca. Así no funciona en la política. Si estoy al frente de esto es porque tengo que aspirar a ganar. Estoy satisfecho de que, después de todo lo que nos ha caído en estos tres años, tengamos más de cinco millones de votos y de que hayamos logrado crear un espacio político más amplio que Podemos, en el que estén Izquierda Unida, Equo, las confluencias, la sociedad civil y todos los que faltan”.

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Entonces, ¿va a seguir el frente de Podemos?, pregunto. “A la gente de Íñigo le gustaría que lo intentara [disputar el liderazgo], pero hasta él quiere que siga. El día que sea evidente que no doy para más, que soy un tope para Podemos, lo dejaré. Ese día, los medios dirán que soy imprescindible. (…) Para mí esto no es una droga, el día que lo deje me sentiré feliz de poder volver a mi vida. Para Rubalcaba y estos viejos la política es cocaína; no pueden prescindir de ella”, añade.

Sobre el futuro, más allá de Vistalegre II, que se celebrará a principios del próximo año en una fecha por determinar, Iglesias afirma: “No hay que obsesionarse con los votos [los del PSOE y los 1,2 millones perdidos el 26J)]. Hay que hacer un trabajo en la sociedad. Se nos tiene que ver en los barrios, en los centros de estudio, en los trabajos, en las movilizaciones... Eso es lo que va a marcar las diferencias. Hay que demostrar quiénes somos, no tanto en lo que decimos en la tele, sino a partir de lo que hacemos y de lo que la gente nos ve hacer. Podemos debe tener una pata en las instituciones y mil pies en la sociedad civil. Tenemos que ser nosotros mismos. Les metimos un gol a través de las televisiones, pero ese gol sólo te lo dejan meter una vez. Se ha acabado el avance rápido, entramos en un periodo de intranquilidad”.

*Este artículo ha sido publicado en el número de diciembre de tintaLibre, de venta en quioscos a partir del viernes día 2. También está disponible para socios haciendo clic aquí.aquí

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