Los libros
Muchos Gerardo Diego
Poesía completaGerardo DiegoEdición, introducción y notas de Francisco Javier Díez de RevengaPre-TextosValencia2017Poesía completa
Para saber lo que pasó o lo que ocurre, necesitamos agrupar las cosas, inventar sistemas de medida, poner carteles y buscar parecidos; por eso a la hora de explicar la Generación del 27, aparte de incidir más en los puntos en común de sus miembros que en sus diferencias, se suelen establecer dúos literarios que juntan por sus afinidades estéticas o su amistad a Federico García Lorca con Rafael Alberti, a Pedro Salinas con Jorge Guillén, a Manuel Altolaguirre con Emilio Prados… Además, están Luis Cernuda, al que más allá de su primer libro, Perfil del aire, influido por el Cántico de Guillén, es difícil relacionar con nadie; Concha Méndez o Dámaso Alonso, que también iban más o menos por libre, e incluso Vicente Aleixandre, que emparentaba con todos de una u otra manera. Los paralelismos, en cualquier caso, suelen valer más para los autores que para su obra, definen una cuestión de simpatía personal, no una similitud estética. En caso contrario, la pareja de Alberti en la mitad de los bailes, sería Gerardo Diego. Y especialmente, en lo que se refiere al oído, porque se trata de dos escritores que hacían música con las palabras, que dominaban el ritmo con una maestría al alcance de pocos. Incluso cuando tiraban de oficio, el gaditano en libros como A la pintura y el santanderino en Ofrenda a Chopin y La suerte o la muerte, su forma de sacarle destellos al lenguaje resulta cautivadora. Pueden no gustarte los toros, por ejemplo, incluso considerarlos un espectáculo indeseable, pero resulta imposible negar la destreza de unos versos como los de esta décima que habla de la verónica: “Lenta, olorosa, redonda, / la flor de la maravilla / se abre cada vez más honda / y se encierra en su semilla. / Cómo huele a abril y a mayo / ese barrido desmayo, / esa playa de desgana, / ese gozo, esa tristeza, / esa rítmica pereza, / campana del sur, campana”.
La reaparición de su Poesía completa, en dos tomos publicados por Pre-Textos, es una noticia de primer orden, dado que la anterior edición del sello Aguilar estaba hace mucho tiempo descatalogada. Fue el propio autor de Canciones a Violante quien preparó la recopilación y el profesor Francisco Javier Díez de Revenga quien la introduce de manera extraordinaria, ilustrativa, minuciosa. El resultado es un manjar de primera categoría. La obra de Gerardo Diego, muy a la manera de la de los grandes creadores de la época, es desmesurada y tiene altibajos, como no podría ser de otra manera, pero sus aciertos son de tal magnitud que hay que seguirlo considerando una de las puertas de entrada a la poesía española contemporánea. El trabajo infatigable de aliento y mantenimiento de su legado que hace la Fundación Gerardo Diego de Santander ha propiciado también que se materialice el regreso.
Igual que Alberti, del que le separaban tantas cosas en el terreno ideológico y en la forma de ser, hay muchos Gerardo Diego, desde el gran vanguardista de Imagen, Manual de espumas al poeta formal de Versos humanos, con el famoso soneto al ciprés de Silos incluído, que aunque parezca increíble fueron hechos casi de forma paralela, algo que habla de su diversidad de registros y tonos, tan aguda que a veces llega a ocurrir en el mismo libro: la célebre Fábula de Equis y Zeda, está dentro de Poemas adrede, donde al lado de la pirotecnia aún un poco ultraísta de aquella composición, podemos encontrar momentos como éste, a la vez clásico y moderno, sin signos de puntuación pero de una perfección de relojero, que empieza así: “Nada por hoy es más breve / que el amor junto al pasado / o que un gato recortado / en puro papel de nieve / Yo por eso mientras llueve / no digo mi profecía / La guardo día tras día / bajo unas alas tan buenas / que ya no la advierte apenas / desde el olvido el vigía”. Es complicado tener un dominio mayor de la palabra rimada, como saben todos los que alguna vez pusieron los ojos sobre el poema que acabo de recordar y que casi se ha convertido en su santo y seña, pero en el que siempre merece la pena volver a detenerse: “Enhiesto surtidor de sombra y sueño / que acongojas el cielo con tu lanza. / Chorro que a las estrellas casi alcanza / devanado a sí mismo en loco empeño. / Mástil de soledad, prodigio isleño, / flecha de fe, saeta de esperanza. / Hoy llego a ti, riberas del Arlanza, / peregrina al azar, mi alma sin dueño. / Cuando te vi señero, dulce, firme, / qué ansiedades sentí de diluirme / y ascender como tú, vuelto en cristales, / como tú, negra torre de arduos filos, / ejemplo de delirios verticales, / mudo ciprés en el fervor de Silos”.
La pelea la ganó el árbitro
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Gerardo Diego fue muchos poetas de forma simultánea, no le dio un nombre a cada uno como Fernando Pessoa, pero no son exactamente él mismo. En esa variedad está el gusto de leerlo. Y estos dos volúmenes que recogen tres mil páginas de poesía, entre ellas muchos inéditos, son la prueba. “Sí. También yo esgrimo / mi invisible llave / y vuelvo a la niñez del siglo XIX”, dice en el último de todos ellos. Por ahora, ha regresado al XXI.
*Benjamín Prado es escritor. Su último libro, Benjamín PradoMás que palabras (Hiperión, 2015).