La vox de sus amos, en 'tintaLibre' enero

Tiene España ya lo tantas veces anunciado y casi siempre bien disimulado: una ultraderecha a la altura de las redes sociales y la Semana Santa, una extrema derecha moderna en definición 4K que quiere hacer de España algo grande, más grande si cabe. Tiene España también su Santiago Matamoros, Abascal, que no se corta un pelo de la perilla califal a la hora de decir que este país es para los españoles y que la familia estuvo antes que el Estado; y que los toros y la caza mayor, se respetan, coño, porque así lo manda la tradición. Lo más inquietante del asunto es que ahora parece que todo el mundo vio venir la manada que se desplegaba desde los invernaderos de El Ejido hasta el frente de Madrid, que los politólogos ya sabían y los genios estadísticos también, pero nadie se dio cuenta de que son, al menos, 400.000 esos desafectos de la democracia que caminan con paso firme a dar otro trabucazo electoral este año que comienza.

La Reconquista (en las banderas de fachada hemos pasado del águila al toro y de este, a la Babieca del Campeador, como si fuera el horóscopo chino) que esta formación pretende, con ganchos electorales como la abolición del Estado de las Autonomías y la ley de violencia de género, hace pensar que hay estudios de mercado habilitados para que alguien compre la mercancía, en cierto modo la misma que le valió a Trump la conquista del reino americano: desprecio al sistema democrático, proteccionismo a ultranza, unas migajas de buena conciencia para los pobres (si son españoles) y las familias numerosas (trenes gratis) y mucha, mucha, intoxicación y mala hostia en las redes, los perfiles, los digitales, la televisión, los medios.

El alunizaje en el escaparate electoral ha sido de todos modos tan poderoso que ha hecho un corrimiento de tierras entre el PP y Ciudadanos, que mal disimulan ahora sus componendas en el arte de convertir a la ultra al buen gobierno, después de despellejar a los jacobinos por pactar con golpistas que no respetan ni los toros, ni las procesiones y, mucho menos, la unidad de España.

Estamos donde solíamos. Cabreados, precarizados, desnortados. Por eso, y porque empezamos otro año, encomendamos a nuestros cronistas que nos cocinaran una portada esquizofrénica: de una parte Vox, de otra los pecados carnales; el profeta y la chuleta en la misma mesa. Supongo que habrá lectores a los que se le indigeste el menú orgánico. Para ellos, lo mejor es que cojan la revista por la última página y dibujen, ayudados por el lápiz de Leonard Cohen, un brindis por la vida. Salud y feliz 2019.

Enrique Ruano y la vida alterada

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