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Cultura

La Compañía Nacional de Teatro Clásico cierra el 'ciclo Pimenta' con 'La vida es sueño'

Los intérpretes de la Joven de la Compañía Nacional de Teatro Clásico en 'La vida es sueño', dirigida por Helena Pimenta.

"Esta es una presentación especial", dice el dramaturgo Juan Mayorga el miércoles por la mañana en el Teatro de la Comedia, la sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC). Va a hablar de La vida es sueño, de Calderón de la Barca, dirigida por Helena Pimenta con una versión firmada por él mismo. "Todos tenemos en la cabeza que es el último trabajo que va a presentar Helena Pimenta como directora de la compañía", continúa. Y ni siquiera. Oficialmente, Lluís Homar es el nuevo director de la casa, uno de los principales centros de producción del Ministerio de Cultura, desde el pasado 1 de septiembre. Después de ocho años al frente de la institución —los 5 años más la ampliación de 3 que consigna el código de buenas prácticas por el que ambos han sido elegidos—, Pimenta se despide, y lo hace regresando a la primera obra que firmó a su llegada. 

Lo hizo a lo grande, desde luego: su apuesta, con versión ya de Mayorga, osaba poner a Blanca Portillo en el papel de Segismundo. El trabajo de la actriz se alabó tanto como el de la directora y el dramaturgo, y la pieza tuvo una larga vida en el Pavón —sede de la compañía mientras se reconstruía la Comedia—, volvió varias veces a escena y disfrutó de una gira nacional e internacional bien surtida. Ahora, Pimenta repite, pero cambiando totalmente de registro. En lugar de contar con una gran primera figura como es Portillo, trabaja con La Joven, la sección en la que la CNTC forma a intérpretes que se encuentran en el inicio de su carrera. Dice la directora que aún no había montado con ellos y que no quería irse sin hacerlo. El espacio escénico en el que se estrena es la Tirso de Molina, la sala b del teatro, que exige una puesta en escena menos monumental y más despojada. 

 

Una escena de La vida es sueño interpretada por La Joven de la CNTC con dirección de Helena Pimenta. / SERGIO PARRA (CNTC)

En esa misma sala está Homar, por cierto, sentado junto a Pimenta. Este es su primer acto como responsable de la unidad, porque no asistió a la presentación de la temporada 2019/2020, la última programada por la directora, debido a un "lío con la invitación". Es una ocasión perfecta para dejar claro que aquello no tenía nada que ver con un desencuentro entre ambos artistas. "No es un final ni un inicio, sino una continuación", dice él; "Hace meses que hablamos y lo hemos hecho con mucho respeto y empatía", dice ella. Homar no necesita, desde luego, más jaleos con su llegada.

Sucedió que, con la marcha de Pimenta, no quedaba ninguna mujer al frente de las unidades del Ministerio. Pero no solo eso: el nombramiento de Homar fue muy criticado porque el concurso público exigía tener experiencia "en el ámbito del teatro clásico, en especial del Siglo de Oro", requisito que no cumplía el experimentado actor y director. "La mía es una experiencia no está nada vinculada al teatro clásico español, nunca he interpretado una obra del Siglo de Oro, no lo he hecho", dijo en su presentación como nuevo responsable. Amaya de Miguel, directora general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, responsable de la CNTC, defendió al elegido, y la tormenta fue pasando. A nadie, ni en el Ministerio ni en la compañía, le conviene azuzarla. 

La temporada recién presentada, preparada aún por Pimenta pero que tendrá que acompañar y terminar de definir Homar, ha sido una forma de establecer una transición suave. En la primera parte del curso, la CNTC ha concentrado tres obras de Calderón, dirigidas por tres autores muy distintos: la propia Pimenta, Xavier Albertí (le toca El gran mercado del mundo ya mismo, el 18 de septiembre) y Miguel del Arco (estrenará La señora y la criada el 10 de diciembre). Después de Navidad, llegará una coproducción con la compañía portuguesa Teatro de Almada (Reinar después de morir, dirigida por Ignacio García, colaborador habitual de Pimenta y responsable del festival de Almagro) y la frescura de la compañía Ron Lalá (con Andanzas y entremeses de Juan Rana). Para cerrar, dos elecciones que parecen un guiño directo a Lluís Homar: Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare (dirigida por Bárbara Lluch con La Joven) y El enfermo imaginario, de Molière (por Josep Maria Flotats). No es solo que este último haya sido un director muy cercano para el catalán a lo largo de toda su carrera, sino que fueron precisamente esos dos autores los que Homar mencionó como sus predilectos en aquella rueda de prensa poco afortunada. 

 

Una escena de La vida es sueño interpretada por La Joven de la CNTC con dirección de Helena Pimenta. / SERGIO PARRA (CNTC)

Por ahora, queda Calderón. "La elección ha sido una intuición", dice Pimenta sobre su decisión de regresar a La vida es sueño. Pero también, admite, es un reto: "Volver a hacer una cosa en el mismo lugar puede ser un suicidio". Las comparaciones, ya se sabe, son odiosas, y lo advierte Mayorga: "No se puede establecer una puesta en escena óptima de un texto". Pero Pimenta no tiene empacho en comparar: "La primera fue más emotiva, más historicista, más ampulosa...". En esta segunda, el vestuario remite a comienzos de siglo, y las menciones a Polonia —allí se desarrolla la trama— unidas a los uniformes militares hace pensar al espectador en las guerras mundiales. La directora explica que en este caso se ha realizado un trabajo de actuación más coral. Aunque Segismundo está interpretado por Alejandro Pau y Rosaura por Irene Serrano, este último personaje en ocasiones se desdobla y triplica gracias al trabajo de otras compañeras, y algunos personajes son puestos en escena de manera coral por los otros nueve actores. 

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Es Mayorga el que habla de la pertinencia de volver a representar, ocho años después, la obra de Calderón, que ve muy conectada al presente de 2019: "Calderón es un autor vanguardista, no tiene nada de arqueología", reivindica. Por eso, el dramaturgo y filósofo señala en el engaño al que Segismundo se ve sometido por su padre "la dificultad de distinguir la realidad de las visiones con que el poder suplanta esa realidad", un tema "eterno" especialmente vigente "en el tiempo de las noticias falsas" y "el algoritmo". Si este pilar de la obra sería de naturaleza política —Mayorga recordó el trabajo de Pier Paolo Pasolini sobre esta pieza en los sesenta—, el otro sería de naturaleza moral. "Calderón nos pregunta qué es aquello que nos hace humanos", apunta el dramaturgo, "y lo que nos hace humanos es comprender que cualquier otro ser humano es un límite". 

Con eso se despide Helena Pimenta —aunque no por mucho tiempo: en noviembre, regresa El castigo sin venganza, obra de repertorio que ella misma dirige—. Con eso y con una cifra que lucirá con orgullo: más de 200.000 espectadores en la temporada 2017/2018, la última que se ha hecho pública, frente a los 60.000 del año en el que entró. Para valorar este logro hay que tener en cuenta el paso del Pavón, más pequeño, a la Comedia, que ahora puede hacer doble función gracias a sus dos salas. Con todo, Homar tendrá que tener muy en cuenta ese listón. 

 

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