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'Blackface': breve historia del racismo español

Silvia Albert Sopale en la obra teatral 'Blackface'.

La actriz, directora y dramaturga Silvia Albert Sopale (San Sebastián, 1976) viajó a Santa Cruz de la Palma, en La Palma, para representar allí su obra No es país para negras, un relato de cómo es crecer en España siendo afrodescendiente que partía de su experiencia personal que la ha tenido años girando por todo el país. En pleno enamoramiento "de la isla y de la gente", recuerda, bromeó con lo que suele bromearse: "Me quedaría a vivir aquí", dijo. "Claro", le respondieron, "y además aquí no tenemos racismo, aquí tenemos a la Negra Tomasa". "¿Cómo, perdona?". La creadora no conocía a esta figura protagonista del carnaval indiano de la ciudad. "Cuando me enseñaron fotos y empecé a enterarme… Guau". Esa fue la chispa de la obra Blackface, que se representa en el Teatro del Barrio, en Madrid, hasta el 12 de enero, con todas las entradas vendidas. 

Porque el término inglés blackface hace referencia a la práctica por la que las personas blancas se disfrazan de negro, tiñendo su piel y exagerando rasgos que se atribuyen, de manera racista, a los afrodescendientes. Es una práctica que en otros países occidentales, como Estados Unidos, se considera extremadamente racista y está cada vez peor vista socialmente. Es exactamente lo que se hace con la Negra Tomasa, un personaje creado por Víctor Lorenzo Díaz Molina, conocido como Sosó, un hombre blanco que durante el carnaval se traviste en una figura grotesca que podría ser un cruce entre Prissy, la esclava de Escarlata O'Hara, y el logo de Conguitos. Pero esta es solo una de las distintas estampas que refleja la obra, una especie de collage histórico sobre la representación del cuerpo negro en nuestro país. Junto a la Negra Tomasa se encuentra el conocido como Negro de Banyoles, los pajes de Alcoi o, un poco más lejos de las fronteras españolas, Sara Baartman, una mujer khoikhoi que fu exhibida como atracción de circo durante el siglo XIX, conocida como la Venus Hotentote. 

¿Qué tienen en común esas imágenes? No es la primera vez que a Silvia Albert le hacen, o se hace, esa pregunta. A unas horas de la representación del viernes, dispara la respuesta: "Tienen en común la opresión, el ser considerados seres subhumanos. Son merchandising, la Negra Tomasa es merchandising, el mal llamado Negro de Banyoles lo fue, y además todos están expuestos". En Santa Cruz de la Palma se venden figuritas de piel oscura y labios exageradamente rojos, como la Negra Tomasa. El Negro de Banyoles, un hombre san —conocidos como bosquimanos— desenterrado ydisecado por unos taxidermistas franceses a finales del XIX, se exhibió desde 1916 y hasta 1997 en el Museu Darder de la localidad catalana. "Es la evidencia de cómo el cuerpo negro es un objeto y cómo puede ser utilizado y mercantilizado", retoma Albert Sopale. "Se genera un negocio en torno al cuerpo negro del que el cuerpo negro no obtiene ningún beneficio".

No todo el mundo entiende sus argumentos. O no todos los blancos. De hecho, en la obra —un "unipersonal por cuestiones de fuerza mayor", en palabras de su autora, en el que ella misma interpreta a todos los personajes— se imagina una conversación entre Tomasa, una mujer negra que ha tomado conciencia del racismo imbricado en el personaje de la Negra Tomasa, y el propio creador de la figura: 

LA NEGRA TOMASA. —¡Que sea racista en otros países no quiere decir que aqui lo sea! Spain is different!TOMASA. —¡Es ofensivo!LA NEGRA TOMASA. —Que uno se sienta ofendido no quiere decir que el otro tenga la intención de ofender. TOMASA. —¿Qué coño quieres decir con todo esto?LA NEGRA TOMASA. —Que nuestras tradiciones son sagradas y que lo primero es respetar las costumbres de aquí. De fuera vendrán y de tu casa te echarán. Venga ya, hombre.TOMASA. —Las costumbres y las tradiciones deberían evolucionar al ritmo de la sociedad. ¿Esta sociedad evoluciona? (Pausa). ¿Qué le digo a mi nieta?

 

La directora y dramaturga se ha encontrado con distintas reacciones por parte del público frente a sus obras. Entre el público afrodescendiente, ha sido unánime: "Había un deseo de tener espectáculos que hablasen de nosotras, ver salas en las que solo hay gente afro es bastante emocionante". Entre el público blanco, sin embargo, hay más variedad: "Están los que no vienen, porque no les interesa para nada; los que vienen un poco equivocados, y luego se cierran en banda, se sienten señalados y sienten culpa judeocristina; y, depende del proceso de descolonización en el que esté el espectador, están quienes aprovechan el espectáculo para hacer una revisión de su racismo". Con Blackface, que se aleja de la experiencia personal para señalar un problema social, las reacciones de los espectadores blancos han sido algo más frías. 

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Pero Albert Sopale está preparada. De hecho, las aseveraciones que forman parte de esa conversación ficticia están todas sacadas de la realidad: "Tú ves racismo por todas partes, a ver si es que va a ser tí la que que tiene un problema", "En España no hubo esclavos", "Lo que queréis es buscar conflicto"... El creador de la Negra Tomasa dice en un momento una frase que podrían pronunciar también los pajes de Alcoi, los blancos que se tiñen la cara para hacer de Baltasar o quienes se visten de negro en carnavales: "Para mí hacer de negra Tomasa es un orgullo, de verdad, lo hago con todo el respeto, es mi homenaje a la gente de color". "Puede parecer un poco bestia el ejemplo", responde la creadora, "pero se me viene a la cabeza el maltratador que dice que maltrata a su pareja porque es su manera de querer. Pues esto es lo mismo: para ti, esto puede ser una manera de mostrarme todo tu cariño, pero a mí esto me duele". ¿Y ante el argumento de que "nadie nunca se quejó hasta ahora". "Ahora sí", dice ella, "ahora lo estamos diciendo, y no nos están escuchando. Si realmente lo estás haciendo como muestra de respeto, respétame y deja de hacerlo".

De hecho, en parte se ha dejado de hacer: parece que ha llovido desde que en 2006 Alberto Ruiz Gallardón, entonces alcalde de Madrid, se pintara de negro para representar a Baltasar en la cabalgata de Reyes de la ciudad. Hoy cada vez está más asumido que el personaje del Rey Mago debe representarse por una persona negra —aunque hay quien sigue anclado en el blackface—, ¿por qué no se entiende entonces que es igual de racista disfrazarse de la Negra Tomasa o de paje de Alcoi? "En la figura del Baltasar estamos hablando de suplantación, porque hay personas negras que pueden hacer eso, pero el blackface es ridiculización", explica. No tendría sentido que una mujer negra hiciera de la Negra Tomasa, porque el personaje en sí es una parodia de las personas negras. También señala la creadora que estas manifestaciones culturales racistas no se han encontrado con una gran oposición social: "Con la historia del Baltasar hay colectivos que se han manifestado en contra, pero con los pajes de Alcoi hay poco: son [el colectivo] Afroféminas las únicas que están ahí peleándose. Pero para que eso cambie tienen que pronunciarse muchas personas".

El racismo presente en la sociedad española ha afectado también a la producción del espectáculo, cuyo equipo artístico está integrado en su mayoría por mujeres afrodescendientes. "La producción fue para mí un batacazo tremendo", cuenta la directora". Venía de la experiencia de No es país para negras, una obra con la que había hecho una larga gira, que había tenido repercusión en prensa y que había acumulado lleno tras lleno. "Yo pensaba que nos veían, que las instituciones veían nuestro trabajo y que les importaba. Pero no fue así. Todo lo que hemos pedido de lo público, subvenciones, residencias… nos lo han rechazado". Pero el proceso de ambas piezas ha tenido, al fin y al cabo, un resultado más que positivo. Sobre todo, en el encuentro con el espectador: "Que tenemos historias que contar, eso ya lo sabíamos. Pero ahora sabemos que hay público para ellas". Solo falta que los programadores, públicos y privados, se enteren. 

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