La historia en crisis
Gripe A, la primera pandemia del siglo XXI
Entre 2009 y 2010 se desató en todo el mundo una pandemia de gripe causada por un virus mutado en animales y transmitido después a personas. La alta eficacia de contagio propició una expansión rápida de la enfermedad y se desató la alerta sanitaria. Finalmente, los datos oficiales de la OMS apuntan a que murieron unas 18.500 personas a causa de la gripe A en todo el mundo y que cerca de 400.000 se infectaron, aunque la mayoría solo mostró síntomas leves. En España, perdieron la vida 373 personas.
¿Qué pasó?
Los primeros casos de gripe A se diagnosticaron en México en marzo de 2009. Un mes después, la enfermedad empezaba a mostrar su incidencia en Estados Unidos. Poco más tarde, el contagio se había extendido a nivel global y la OMS declaró el estado pandémico de la enfermedad. En octubre de ese mismo año ya se contabilizaron casi 350.000 casos en todo el mundo. La situación no empezó a remitir hasta agosto de 2010, cuando la OMS declaró que se había alcanzado la fase pospandémica.
El origen de la pandemia se encuentra en un virus gripal porcino que se transmitió a los seres humanos a través de la exposición directa o indirecta a animales enfermos, tanto vivos como muertos. Sin embargo, no afectaría al consumo de carne de cerdo, ya que el virus se destruye a temperaturas superiores a 70 grados centígrados, una cifra fácil de alcanzar a la hora de cocinar el alimento.
La clave para entender la incidencia de esta enfermedad es la novedad. Al tratarse de un virus nuevo la mayoría de personas no tenía desarrollada una inmunidad previa, por lo que eran vulnerables al contagio. Además, el virus de la gripe A tenía una alta eficacia de transmisión de persona a persona, lo que facilitó que pronto se convirtiera en una pandemia. Por otro lado, los síntomas eran muy similares a los de la gripe estacional, por lo que los casos leves o asintomáticos habrían pasado desapercibidos en el control de la gripe A, según la propia OMS. Los casos más graves desarrollaron infecciones respiratorias agudas y neumonías, la principal causa de muerte por esta enfermedad.
Muchos pacientes fueron diagnosticados como portadores del virus H1N1 gracias a los controles ordinarios de gripe, pero no todos fueron sometidos a pruebas diagnósticas específicas. Además, aquellas personas que presentaban patologías previas no siempre fueron dirimidas como víctimas de la gripe A, a pesar de que fuera este virus lo que provocara un empeoramiento de su situación clínica. Por todo ello, es difícil cuantificar la incidencia real de la pandemia sobre la población.
La OMS estima que hubo unos 400.000 casos de gripe A en el mundo, pero esto son solo los datos oficiales de personas que dieron positivo en el virus H1N1. De hecho, los datos de mortalidad, que la OMS calculó en unos 18.000 fallecimientos, fueron desmentidos años más tarde por otra investigación que abría las puertas a pacientes no diagnosticados oficialmente o con enfermedades previas. Según los nuevos indicios, la gripe A pudo haber causado entre 203.000 y 400.000 muertes en todo el planeta.
¿Cómo se desarrolló la crisis?
El 18 de marzo de 2009, México comenzó a registrar los primeros casos de gripe A en el mundo. Un mes después, la OMS puso el foco de atención sobre esta enfermedad, alegando que la preocupación era "muy alta" dado de que se trataba de un virus nuevo y de transmisión eficaz entre personas. De hecho, en aquel tiempo, más de 600 mexicanos habían dado positivo por gripe A y los fallecimientos se contaban por decenas; Estados Unidos había empezado a contabilizar los primeros contagios.
Comienza así una vigilancia epidemiológica a nivel global, registrada por la Organización Mundial de la Salud con informes periódicos. A finales de abril de 2009, esta institución lanzó las primeras recomendaciones y datos sobre la enfermedad. Entre las medidas de protección se encuentran consejos que la población mundial tiene grabados a fuego en 2020 dada la actual crisis del coronavirus: lavarse las manos a conciencia, mantener al menos un metro de distancia con enfermos, evitar toser o estornudar sobre las manos, utilizar mascarillas en espacios concurridos y confinarse en casa en la medida de lo posible si se tenían síntomas.
España fue el primer país europeo en notificar casos de gripe A y, además, tuvo algunos de los datos más altos de contagio y mortalidad del continente. No obstante, los epidemiólogos se encontraron con un problema habitual en el estudio de las pandemias: es muy difícil comparar los casos de un país a otro porque las medidas de control y recuento cambian drásticamente. En agosto de 2009, España contaba 14 víctimas mortales —la segunda cifra más alta de Europa, por detrás de Reino Unido—, mientras que otros países de la UE apenas habían notificado una o dos muertes. España actuó en consecuencia y se tomaron medidas de control y prevención del contagio desde el primer momento. De esta forma, se consiguió que solo uno de cada mil casos acabara en la UCI. Aun así, se estima que 373 personas perdieron la vida a causa de la gripe A en España.
Ante la alerta de la OMS, que pronosticaba que podría haber 150.000 muertes globales, se invirtieron 94 millones de euros en adquirir antivirales y, cuando estuvieron disponibles, también vacunas. El objetivo era lograr la inmunidad del 40% de la población, pero solo llegaron a vacunarse unas 3 millones de personas. A pesar de las más de 10 millones de vacunas sobrantes, el impacto de la gripe A fue menor de lo estimado y no se produjo un contagio o una mortalidad masiva, según los datos oficiales.
La especial incidencia del virus en nuestro país puede explicarse por el tráfico constante de viajeros entre España y México, una de las naciones más afectadas por la pandemia. Así, poco después de notificarse los primeros casos de gripe A en España, la ministra de Sanidad recomendó no viajar al país latino si ni existía "una causa profesional o razón mayor", aunque no se cerraron las fronteras, siguiendo las recomendaciones de la OMS. Así, poco después de notificarse los primeros casos de gripe A en España, la ministra de Sanidad recomendó no viajar al país latino si ni existía "una causa profesional o razón mayor", aunque no se cerraron las fronteras, siguiendo las recomendaciones de la OMS.
¿Cómo se informó de ello?
Los medios de comunicación se volcaron en la tarea de informar a la población de lo que estaba ocurriendo. Los cambios introducidos en la prensa generalista para la divulgación sanitaria durante crisis anteriores, como la del sida o la intoxicación por aceite de colza, ayudaron a que las redacciones contaran de antemano con formación en este área.
Un estudio de la Universidad del País Vasco destaca cómo la prensa pasó de considerar la pandemia un tema de principal importancia a rebajar drásticamente la cobertura a partir de febrero y marzo de 2010, cuando empezaron a remitir los casos en España. Además, señala que se originó una "situación paradójicamente normalizada" en la que la población se cuestionaba la verdadera gravedad de la enfermedad y se perdía la "percepción de peligro".
Por otro lado, la información de la pandemia de gripe A también tuvo que enfrentarse a la propagación de bulos y teorías conspiratorias que en muchas ocasiones acompañan a esta clase de crisis globales. El hecho de que la mutación del virus fuera desconocida hasta la fecha propició que se creara la leyenda de que había sido fabricado por intereses ocultos. Entre las teorías más extendidas, se encuentra un ataque directo contra el entonces presidente de Estados Unidos, Barak Obama y una estrategia para "contrarrestar" la sobrepoblación mundial.
¿Qué consecuencias tuvo?
Los datos oficiales de la OMS estiman el número total de muertes a causa de esta pandemia en 18.449. Esta cifra se corresponde con las personas que dieron positivo en el virus de la gripe H1N1 en los laboratorios. No obstante, no todos los fallecidos fueron sometidos a esta prueba de diagnóstico, por lo que un estudio posterior ha concluido que la cifra de mortalidad real ronda las 203.000 personas. De hecho, si se contabilizaran también aquellas que murieron a causa de un empeoramiento de patologías previas como consecuencia de haber contraído la gripe, la cifra podría aumentar hasta las 400.000 personas en todo el mundo.
En España, los datos oficiales hablan de 373 muertes totales. España fue el primer país europeo en diagnosticar casos de gripe A, pero su incidencia en el continente no fue especialmente acusada. Tuvo un impacto mucho más letal en Latinoamérica y ciertas zonas de África y Asia, aunque los académicos no se ponen de acuerdo sobre el porqué.
Además, la pandemia afectó especialmente a la población joven, una característica inusual que ya sorprendió a los sanitarios durante la epidemia de gripe española un siglo antes. En el caso de la gripe A, se calculaque entre el entre el 62% y el 85% de los fallecidos tenían menos de 65 años, mientras que el 90% de las defunciones por gripe estacionaria se producen en ancianos de "salud delicada", según la OMS.
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¿Qué aprendimos?
La fiabilidad de la OMS se puso en entredicho. Era la segunda vez en pocos años que pronosticaban una pandemia fatal cuyo impacto no era tan grave como habían estimado. En 2005, cuando surgieron los primeros casos de gripe aviar, la OMS predijo 150.000 muertes en todo el mundo, que se tradujeron en menos de 300 fallecimientos reales. En 2009 lanzaron números parecidos para la gripe porcina, pero, atendiendo a cifras oficiales, solo murieron 18.000 personas. En 2010, la organización recibió acusaciones por un supuesto conflicto de intereses.
La población se cuestionaba si la pandemia había sido real o una táctica para beneficiar a las farmacéuticas y potenciar la venta de vacunas que no eran realmente necesarias. Ante las críticas, la OMS publicó una carta en la que exponía sus razones para catalogar el virus H1N1 como pandémico —había llegado a afectar a más de 200 países— y su preocupación inicial por los posibles efectos desastrosos de la enfermedad. Justificaron así sus acciones, recordando que en los informes diarios se incidía sobre la levedad de los síntomas en la mayoría de pacientes y que la alarma fue, en todo momento, moderada. No obstante, esta pérdida de confianza podría haber influido en el tratamiento político y mediático de crisis sanitarias posteriores.