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Plaza Pública

Hey, Joe!

Joe Biden.

Hey, Joe!

Supongo que a tus 77 años, de vuelta a los cuarteles de Delaware, fatigado como un soldado de la Unión después de la batalla de Gettysburg, te has quitado la mascarilla, has respirado fuerte, y quizás pensaste otra vez en aquel tren que llevaba de Wilmington a Washington cuando eras un joven congresista demócrata y acababas de perder en un accidente a tu esposa e hija.

La vida te sonríe, Joe, tarde, desganada, pero te sonríe. Ahora podrás volver a la Casa Blanca, quedarte un momento a solas en el Despacho Oval y recitar a Emerson mientras pones los zapatos encima de la mesa. Todos los presidentes lo han hecho, poner los pies en la Resolute, madera de barco, tú no vas a ser menos, Joe. Hasta Lady Gaga está de tu lado, Joe, y nos consta que es una chica difícil, que no se pone al lado de cualquiera.

Hace frío en el Este. Pensylvania, tu estado natal, pero también Michigan y Wisconsin han caído tras una larga batalla que ha llenado de óxido las predicciones hasta el último momento, ese óxido que se pega al cielo del paladar como en una vieja acería de Pittsburgh. Para los corredores de apuestas, las elecciones no se distinguen mucho de la Superbowl. Mueven azules y mueven rojas. A veces los españoles nos confundimos de color.

¿Te acuerdas de Scranton, de tu padre, de tu infancia, Joe? ¿Ves las chimeneas ahora apagadas como un escenario típico del Rust Belt una noche sin los Steelers ni cerveza, Joe? Nadie esperaba que fueras el presidente más longevo de los Estados Unidos, ni tampoco el más votado. Más de 170 millones de personas te han votado, tienes todo el derecho a sentirte satisfecho. Recuerda: Samuel Adams falleció con 81 años; Thomas Jefferson tenía 83. Es raro sin embargo todo esto, la mascarilla, los más de doscientos mil muertos, los ataques a los autobuses con tu nombre y el de Kamala, esos chicos de QAnon en la calle propagando otra conspiración como cuando en Europa circulaba aquello de que los comunistas se comían crudos a los niños. Parece mentira. Hay que frotarse los ojos.

Has marcado el paso hasta el último día, Joe, siempre fuiste un poco estirado, pero sigues conservando el tipo. No tienes la voz de Obama, pero la sangre irlandesa te ha regalado ese atractivo de los tipos que nunca pasan desapercibidos en el cóctel, esos tipos amables que pueden venderte una enciclopedia, una aspiradora, un plan de pensiones. Dicen los que te conocen que has aprendido mucho del puerta a puerta, toda la vida llamando a los vecinos. Inspiras ese tipo de confianza que gusta a los donantes, ahí has batido todos los récords, gente de fiar, Joe.

Todos hemos contenido el aliento estas últimas noches en el planeta. La amenaza era demasiado ominosa para conciliar el sueño. Nunca la democracia americana ha corrido un riesgo semejante. Hasta Benjamin Franklin está contento y saca su pararrayos a pasear este noviembre de monstruos. Cuántas veces pensaste este año en los Padres Fundadores, sobre todo cuando la letra de la Constitución tiembla una vez más ante los embates del joker del Twitter. No hay tiempo que perder, Joe. Ese tipo no sabe cómo funciona un país, pero sabe cómo funciona un Casino y un despacho de abogados.

El Tribunal Supremo, pobre Ruth, es la última lápida de unos republicanos que han vendido su piel muy cara y cabalgan desde el Sur con una Biblia en la mano y un revólver en la otra. Esa jueza católica, Amy, te saca del tiesto, lo sabemos. El camino está sembrado de obstáculos, pero hay que tener fe, lo más difícil está hecho, pero ahí estarán mientras vivan mordiendo la manzana de la discordia, sembrando tempestades… ¡Y del resto se encargará Pelosi!

Luego está Kamala, que se entiende con el Black Lives Matter, con todas esas tribus de este gran país aunque hayáis perdido de nuevo la Florida y el amor de los latinos, pese a que en Arizona te hayan respaldado. El problema ya no serán esos blancos cabreados de Oklahoma que han perdido las granjas y van a seguir pensando en Venezuela y en Ucrania y en los vicios de tu hijo. Esa gente de Kentucky, Iowa y Ohio que perdieron el trabajo va a seguir pensando que eres un hereje. Tú no puedes decirles, ni a ellos ni a nadie, apaguen la Fox y miren un rato la CNN o los Looney Tunes; tampoco puedes andar diciendo por ahí, como el viejo payaso, que los chinos la pagarán…

Es madrugada en Madrid. Trump, que se sabe derrotado, tiene mal perder y ha denunciado fraude. Pide parar un recuento que se le atraganta. Pide cancelar millones de votos por correo. Manda a los suyos a los colegios, con armas. Tendrías que hacer algo con esas armas, Joe, la Segunda Enmienda era de otros tiempos. A mi lado tengo un mapa y mientras avanza el conteo me detengo en ciudades que nunca he visto pero en las que he estado en canciones, en libros, en películas… Como Chuck Berry tomo la Ruta 66 y voy de Chicago a Los Ángeles parando en St Louis, en Amarillo, en Flasgtaff… Es la grandeza de América, todos formamos parte del sueño, de la carretera infinita.

Joe Biden, el presidente que Estados Unidos, Europa y el mundo necesitan

Joe Biden, el presidente que Estados Unidos, Europa y el mundo necesitan

Cuídate, Joe, no pierdas el tren de Washington, Joe, coge el primero de la mañana. Y reza por América. El óxido nunca duerme.

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Ramón Reboiras es director de tintaLibre.

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