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Carles Puigdemont: “Es posible que pase el resto de mi vida en el exilio”

Ludovic Lamant (Mediapart)

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El 7 de enero, un tribunal de apelación belga confirmó un fallo judicial del pasado verano, al rechazar definitivamente la entrega a las autoridades españolas de Lluís Puig. Puig, exconseller de Cultura de Cataluña, huyó con otros compañeros de filas a Bélgica en 2017, después de la “declaración unilateral de independencia”. Esta decisión judicial aleja un poco más la perspectiva de la extradición del exiliado político catalán más conocido, Carles Puigdemont.

Cuando queda un mes para la celebración de las elecciones al Parlament catalán –previstas para el 14 de febrero, si la pandemia covid-19 lo permite–, el expresident, que encabeza la coalición de derechas Junts per Catalunya, ha concedido una entrevista a Mediapart (socio editorial de infoLibre). Como actual eurodiputado en el Parlamento Europeo, aborda en esta entrevista la batalla legal que mantiene con Madrid, los desafíos del fin de su inmunidad en Estrasburgo, así como los desacuerdos internos del independentismo frente al Ejecutivo de Pedro Sánchez.

PREGUNTA: ¿Cómo reaccionó al conocer el fallo judicial, que rechazaba la extradición de Lluís Puig?

RESPUESTA: El fallo es firme porque el fiscal belga decidió no recurrir al Tribunal de Casación. Significa game over, final de partida para la estrategia político-jurídica que el Estado español viene desplegando contra nosotros desde hace más de tres años. El proceso de Lluís Puig es el mismo en el que participamos Toni Comín [antiguo responsable de Sanidad del ejecutivo de Puigdemont, también refugiado en Bélgica] y yo. Los tres fuimos citados para comparecer ante el juez de primera instancia y Comín y yo invocamos nuestra condición de eurodiputados. El juez decidió dar curso a la orden de detención contra Lluís Puig y suspender el proceso en nuestra contra. Así que es el mismo proceso. Esto significa que, aunque el Parlamento Europeo levante nuestra inmunidad, para nosotros el fallo será el mismo.

P: Sin embargo, los cargos que se le imputan a Puig son mucho más leves que los que pesan en su contra, que incluyen “sedición” y por lo tanto el uso de la violencia. ¿Por qué su caso habría de sentar jurisprudencia automáticamente?

R: En primer lugar, el fallo del Tribunal alemán de Schleswig-Holstein [en 2018], firme porque España no recurrió, dice que no hubo ni rebelión ni sedición. Además, las autoridades belgas consideran que si Puig fuera devuelto a España, sus derechos fundamentales se verían amenazados, en particular en lo que respecta a la presunción de inocencia. El tribunal se basó aquí en las conclusiones del Grupo de Trabajo de Naciones Unidas contra la Detención Arbitraria; estos expertos determinaron que, dadas las declaraciones de líderes políticos como los miembros de la Fiscalía española, según los cuales ya somos culpables, no tendríamos derecho a un juicio justo. Por último, los jueces consideraron que la autoridad judicial que nos persigue en España no tiene competencia para juzgarnos [el Tribunal Supremo, con sede en Madrid, no se considera competente, dado que los hechos ocurrieron en Cataluña]. Estos elementos se aplican tanto para Puig, como para Comín y para mí, sobre todo porque en mi caso particular, me he convertido en una especie de obsesión para las autoridades políticas y judiciales de España. Muchos líderes españoles ya han dicho que yo era culpable, que era un golpista, que tenía que ir a la cárcel.

P: ¿Así que está completamente satisfecho?

R: Uno de los objetivos que nos habíamos fijado, cuando decidimos exiliarnos, se ha cumplido al 100%; queríamos poder defendernos, en un contexto que protegiera nuestros derechos. El objetivo siguiente es sacar de la cárcel a los presos políticos. Han sido perseguidos. Ahora sabemos que no sólo las autoridades judiciales españolas no tenían autoridad para juzgarlos, sino que, además, no tuvieron un juicio justo.

P: Este jueves 14 de enero comienza en el Parlamento Europeo el debate sobre el levantamiento de su inmunidad, antes de su votación posterior en sesión plenaria. Parece probable que pierda la inmunidad. ¿Pero el fallo del tribunal sobre Puig cambia las cosas?

R: Se trata de debates diferentes. La decisión del Parlamento Europeo es política. La delegación española es muy poderosa en el seno del Partido Popular Europeo y los socialdemócratas [los principales grupos del Parlamento], pero también en el Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos, que incluye a los diputados de Vox, el partido neofranquista personado como acusación popular contra los independentistas catalanes durante el juicio. Está claro que la delegación española no quiere perder esta votación. Por nuestra parte, nuestro objetivo este jueves será señalar que se trata de una persecución política, que tiene por objeto impedirnos ejercer nuestro mandato como eurodiputados. Básicamente, se le está pidiendo al Parlamento autorización para meternos en la cárcel. Eso es lo que significa. Los diputados deben saber que no tendremos un juicio justo y equitativo en España.

P: Pero si se sigue su razonamiento, incluso aunque pierda la inmunidad, la jurisprudencia belga ahora lo protege...

R: Así es, pero el Parlamento Europeo no debe dejarse llevar por la estrategia española. Al contrario, debe enviar una señal política fuerte a España que consiste en decir que no es así como se resuelve un problema político.

P: Cuando el Gobierno catalán declaró unilateralmente la independencia en 2017, sin duda apostaba por el apoyo de ciertos líderes europeos. Pero se encontró muy solo. ¿Ha cambiado la situación tres años después?

R: Para ser sincero, en 2017 no pensábamos que fuéramos a tener aliados entre los Estados miembros de la UE. Es un club de estados, sabíamos que todos respaldarían la posición de España, de manera oficial. Sin embargo, ante la extrema violencia de la Policía española frente a gente inocente y pacífica [en el referéndum del 1 de octubre de 2017], se hizo el silencio. Para mí, eso, como europeo, fue una vergüenza histórica. Eso no significa que Europa deba apoyar la causa de los catalanes. Pero de la misma manera que condena, y con razón, la violencia en Bielorrusia, ese día vimos escenas de violencia inaceptables. Pensé que estaba protegido por la Convención de Derechos Fundamentales en toda la UE, pero descubrí que había un doble rasero y esta realidad amenaza la idea de Europa al completo. A partir de ahí, y para responder a su pregunta, creo que mucha gente, que no necesariamente es partidaria de la independencia de Cataluña, ha evolucionado. Ahora se dicen a sí mismos que esta no es la forma en que España debería abordar este asunto; no es normal que esta gente esté en la cárcel. Antes del reconocimiento de Cataluña, está la etapa del conocimiento. Desde un punto de vista oficial, no hay apoyo. Pero el conocimiento del caso catalán me parece mucho más compartido que hace tres años.

P: ¿Ha convencido a los diputados franceses, incluso a la mayoría presidencial, para que lo apoyen?

R: He conocido a diputados franceses que, aunque no compartan nuestro proyecto político, defienden los derechos humanos y consideran vergonzoso lo que está sucediendo. Miembros de la Asamblea Nacional y del Senado ya han apoyado esta posición. No sé cuál será su decisión cuando llegue el momento de votar. Pero he sentido cierto interés.

P: ¿La formación del Gobierno de izquierdas de Pedro Sánchez, en coalición con Unidas Podemos, marca una ruptura en la manera en que Madrid gestiona la cuestión catalana?

R: ¿Una ruptura? En absoluto. Hay continuación en lo que respecta a la prisión y la represión. No ha habido ni un solo indulto, ni un solo debate parlamentario sobre la abolición de este delito del siglo XIX, que se llama sedición. Tampoco ha habido ningún debate parlamentario sobre la ley de amnistía. Por supuesto, ha habido palabras, el clima ha cambiado un poco, pero si miramos los hechos, estaríamos exactamente en el mismo punto si el gobierno fuera del PP.

P: Pero se presentó una reforma para modificar el delito de sedición.reforma para modificar el delito de sedición

R: No hay nada. Es propaganda. ¿Dónde está esa ley? ¿Cuándo fue el debate parlamentario? Llevan un año en el Gobierno. Si quieres eliminar la sedición del Código Penal español, se hace muy rápido. Es un delito delirante hoy en día. La mayoría de los países europeos no cuentan con ese delito. Irlanda es una excepción, pero la última condena por sedición en Irlanda fue en 1905 o 1910, hace más de un siglo...

P: En Madrid, hay informes sobre una posible amnistía a los presos. ¿Cree que el fallo del tribunal sobre Puig hace que la amnistía sea aún más urgente?

R: Desde la semana pasada, el Gobierno español tiene la obligación de actuar.

P: En las filas independentistas, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) está negociando con el Gobierno de Madrid. Usted, en Junts, adopta una línea más dura. ¿Por qué?

R: Tenemos que distinguir entre el diálogo y la negociación. Lo que existe entre el ERC y el Partido Socialista es un diálogo, completamente legítimo, entre dos partidos políticos. Nosotros queremos llevarle al Gobierno español una estrategia de unidad, compartida por todos los actores del movimiento independentista. Hablar con una sola voz, con una sola estrategia. En cuanto al fondo, por supuesto que estamos a favor de negociaciones reales.

P: Cuando habla de mero diálogo, ¿quiere decir que la estrategia de ERC no ha llevado a nada concreto?

R: No estoy diciendo eso. El informe publicado hace tres semanas por La Moncloa, balance del primer año de Gobierno, recoge en qué medida se ha cumplido el programa. En lo que respecta a los compromisos con ERC, estamos en un 0% de realización. Nada ha cambiado en un año. Esta estrategia no está dando resultados. Conocemos bien al Estado español. Queremos negociar, pero con respeto mutuo. El Estado español no quiere hablar con nosotros, Junts. Ha decidido dar prioridad a ERC.

P: Oriol Junqueras (ERC), que está en prisión desde 2017, y que fue vicepresidente de Cataluña cuando usted estaba al frente del Gobierno autonómico, sigue diciendo que primero se debe ampliar la base del independentismo, antes de celebrar un nuevo referéndum, porque los independentistas no son aún el 50% del electorado. Habría que esperar...

R: A día de hoy contamos con el 47,5% de los votos en el Parlamento catalán y con una mayoría parlamentaria [en número de escaños]. La única manera de conocer a esta base es convocar un referéndum. El que se convocó fue reprimido violentamente por el Gobierno español. Decidimos –y no soy el único que lo decidió en ese momento– que el referéndum de octubre de 2017 era válido y que debíamos ir a la declaración de independencia. Comparto la idea de que debemos demostrar que más del 50% estamos a favor de la independencia. Pero no me parece que esa sea la pregunta correcta. La pregunta es qué hacemos una vez superado el 50%. Porque todos los partidos españoles ya han dicho que incluso con el 55%, 60% o 70% de los votos, no nos darán esos derechos. Tenemos que reconocer que hay una pared delante de nosotros y que tenemos que estar preparados para...

P: ¿Desobedecer?

R: Para derribar esa pared. Para mí, todos los esquemas son válidos, el de ERC, de la CUP y el nuestro, pero todos los caminos conducen a esa pared.

P: Si las elecciones del 14 de febrero se celebran en Cataluña, la campaña girará en torno a la gestión de la pandemia, no en torno a la independencia y los presos. ¿Supone un problema para los independentistas?

R: Tiene razón y me parece normal que sea así. Porque la epidemia plantea serios desafíos, tanto para el presente como para el futuro. Debido a la pandemia debemos expresar aún más la necesidad de tener en nuestras manos las herramientas de un Estado. Vemos, de forma dramática, lo que significa ser dependiente de la monarquía española. No hemos tenido los recursos para ayudar a nuestros trabajadores autónomos, nuestras pymes, a salir adelante como se ha hecho en otros países.

P: Pero la sanidad es una competencia que ya se ha trasferido a las comunidades en España.

R: Sobre el papel. Porque no recaudamos ningún impuesto; casi el 95% de los impuestos los recauda el Estado en Cataluña. Así que gracias por el traspaso de las competencias, pero sin dinero, ¿cómo lo hacemos? Ni siquiera podemos gestionar fondos europeos, cuando Cataluña representa el 19% del PIB español... Con un tejido del 98% de las pymes que necesitan estas ayudas.

P: Algunos le critican por una forma de "caudillismo", de personalizar a ultranza el debate sobre la independencia desde Bruselas... ¿Qué responde?

R: Habrá críticas, haga lo que haga; si decido retirarme de la vida política, la gente dirá que me estoy rindiendo. Si continúo y lucho por los mismos motivos por los que luché cuando fui elegido presidente de Cataluña hace cinco años, también recibiré críticas. En el seno de Junts, hemos organizado el proceso de selección de candidatos para las próximas elecciones lo más abierto posible, lo más anticaudillista posible en la política catalana. El propósito de esta crítica es impedirme entrar en la política, porque el Estado Español se siente incómodo conmigo. Siento la obligación de luchar. No me exilié para irme de vacaciones o para escapar a la presión mediática. Todo lo contrario, me he expuesto mucho, a menudo solo, frente a un Estado que lo ha intentado todo para detenerme y enviarme a España.

P: ¿Su intención sigue siendo regresar a Cataluña?

R: Por supuesto que sí. Me despierto todos los días pensando que va a ser el último día en el exilio. Pero también sé que es posible que pueda pasar el resto de mi vida aquí. Estoy dispuesto a quedarme aquí el resto de mi vida. No estoy luchando por mi regreso personal, estoy luchando por las ideas que defendí cuando me presenté a las elecciones.

P: El clima político está muy tenso en España, con el empuje de la ultraderecha de Vox como telón de fondo. ¿Reconoce que Barcelona y Madrid comparten la responsabilidad del aumento de la tensión?

R: Al contrario. La demanda de independencia de la sociedad catalana fue precisamente una reacción a esta amenaza fascista. Queríamos protegernos contra la amenaza de esta España intolerante, mantenida por la ultraderecha católica y el Ejército. Nos protegimos contra el fascismo.

P: ¿Cómo ha visto desde Bruselas la entrada en la política española de Manuel Valls, que se comprometió alto y claro contra la independencia al presentarse a las elecciones de Barcelona en 2019?

R: Su trayectoria es grotesca. Dilapidó su reputación cuando llegó a España. Llegó con una sólida reputación –sin duda mejor que la que tenía en Francia en ese momento– como ex primer ministro francés, que habla bien catalán y español. Pero creo que hoy en día es el único militante de su partido.

Traducción: Mariola Moreno

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