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LA CRISIS DEL CORONAVIRUS

Los tres golpes del covid a las mujeres trabajadoras: mayor pérdida de empleo, más teletrabajo y menos conciliación

Una doctora y una enfermera de la UCI del Hospital Morales Meseguer de Murcia cambian el respirador a un paciente ingresado por covid-19.
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Las crisis económicas se ceban siempre en los más vulnerables. Los trabajadores precarios, los de baja cualificación, las personas con peores salarios, los jóvenes y las mujeres suelen llevarse la peor parte cuando la economía descarrila. Con el covid-19 no ha sido diferente. Los sectores más feminizados han resultado también los más más expuestos al coronavirus y los que más han sufrido las restricciones, a la vez que son los que proporcionan empleos peor pagados, temporales y a tiempo parcial. El confinamiento y el teletrabajo han supuesto, además, una sobrecarga laboral para las mujeres. Cómo va a recuperarse el empleo femenino –¿más empleo? ¿de qué calidad?– será una buena manera de medir si las políticas adoptadas para reactivar la economía han tenido en cuenta el sesgo de género.

Según los últimos datos publicados, referidos a julio, en España hay 10,51 millones de hombres dados de alta en la Seguridad Social y 9,073 millones de mujeres. En marzo y abril del año pasado la hibernación económica destruyó casi 800.000 empleos, el 4,1% de los cotizantes. A partir de ese último mes, la afiliación a la Seguridad Social volvió a crecer y sigue haciéndolo hasta hoy. Una evolución que reproduce la que ha tenido el empleo masculino. El femenino, en cambio, no empezó a recuperarse hasta junio de 2020, tardó dos meses más. La pérdida fue menor, de un 3,8% en cuatro meses, por un 4,6% de caída de los hombres en sólo 60 días. Ambos han recuperado, en mayo de 2021, e incluso remontado en la actualidad las cifras de cotizantes previas a la pandemia. Pero la participación de las mujeres en el empleo se ha reducido: antes del virus representaban el 46,64% de los cotizantes y ahora se mantienen en el 46,31%.

De hecho, Olga Salido Cortés, profesora de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, asegura en un artículo publicado en la revista Panorama Social de Funcas –el centro de estudios de las cajas de ahorro– que el impacto de la crisis del covid sobre el empleo femenino ha sido “mucho más intenso” en términos relativos. Así, para las mujeres, la destrucción de empleo se centró en dos categorías laborales: las trabajadoras de restaurantes, bares y comercios, con una pérdida de empleo del 20%, y las trabajadoras no cualificadas de los servicios, con otro 12%. Esos dos grupos representaban el 29,8% de la ocupación femenina en 2019, y la pérdida de empleo sufrida por ambos equivale al 14,1% del que había antes de la pandemia.

Sin embargo, la destrucción de puestos de trabajo para los hombres se repartió entre cinco categorías laborales: construcción –5,4%–, industria –3,5%–, operadores de maquinaria –5,1%–, peones agrícolas –7,2%– y trabajadores de restaurantes y comercios –18,6%–. Esos cinco grupos suponen casi la mitad del empleo masculino en España, pero su pérdida de ocupados fue mucho menor que la femenina: un 8,2%.

Más en ERTE, paro más resistente

El impacto, además, ha sido en esta crisis muy distinto al sufrido en la anterior. Entonces, la descompensación por sexo fue mucho más fuerte, cuando el 83% de la pérdida de empleo corrió a cargo de los hombres, destaca la autora. A su juicio, la herida infligida por el covid a la ocupación femenina será “difícilmente recuperable en el medio plazo”. Incluso teme que, una vez desaparecido el “colchón” de los ERTE, se produzcan “reajustes estructurales de calado” en algunos de los sectores que concentran la mano de obra femenina. Un aumento del paro. De ahí que reclame “un enfoque de género” en el diseño de las políticas y medidas de apoyo que adopten los gobiernos para recuperar la economía y el empleo.

Aunque el Ministerio de Seguridad Social acaba de rebajar a 286.000 los trabajadores que aún permanecen en ERTE a fecha de 13 de agosto, las últimas cifras detalladas sobre estos esquemas de protección social se refieren al mes de julio. Entonces los trabajadores en ERTE sumaban 331.486: 157.887 hombres y 173.599 mujeres. Hay un 10% más de trabajadoras protegidas. En el comercio, el número de mujeres en ERTE –19.920 – más que dobla al de hombres –8.741–; en los hoteles son 31.366, un 30% más; en restaurantes y bares, 40.773, un 9,5% más; en agencias de viajes, 11.592, el triple que hombres; en servicios sociales y personales, la cifra de mujeres multiplica por cuatro la de hombres; en educación son 2,5 veces más y en actividades sanitarias, 4,4 veces más. También es mayor el número de mujeres en ERTE en actividades auxiliares, administrativas, de consultoría, inmobiliarias…

El desempleo femenino, tanto medido por la Encuesta de Población Activa (EPA) como el registrado por el SEPE, siempre ha sido superior al masculino. El 59% de los parados son mujeres. Desde el pasado mes de febrero las cifras de ambos sexos no dejan de caer. Aunque lo están haciendo a distinto ritmo. Con la llegada del verano y la desescalada, el paro de los hombres se redujo en junio respecto al mes anterior un 9,43%, el doble que el de las mujeres, un 4,21%. En julio, el masculino ha caído un 6,23% más, por un 4,94% el femenino. En comparación anual, hay un 12,33% menos desempleados que en julio de 2020, y un 7,34% menos desempleadas, según los registros del SEPE.

Si se mide el paro como lo hace la EPA, la tasa femenina es del 17,36%, mientras que la masculina se queda en el 13,39%. Es decir, existe una brecha de casi cuatro puntos entre ambas. Respecto a la que existía antes de la pandemia, ha crecido casi un 20%.

Extranjeras más expuestas al virus

El artículo de Panorama Social también destaca que las mujeres estuvieron más expuestas al contagio debido a su sobrerrepresentación en los sectores considerados esenciales durante la pandemia: mientras un 5% de los hombres están ocupados en estas actividades, la participación de las mujeres alcanza nada menos que el 37%. Son el 80% de los trabajadores de la limpieza, sanitarios y sociosanitarios, o casi el 100% de los cuidadores a domicilio. Es más, según los informes del Instituto de Salud Carlos III, entre los extranjeros las mujeres contagiadas en noviembre de 2020, durante la cuarta ola, sumaban un 11,2%, mientras que los hombres no superaban el 8,9%, una diferencia que la autora del estudio atribuye a la mayor concentración de mujeres migrantes en puestos esenciales, menos cualificadas y más expuestas al virus.

Otro dato llama igualmente la atención. Pese a que los hombres tuvieron más ingresos en UCI, más fallecimientos y más exceso de mortalidad, el exceso de mortalidad sin diagnóstico de covid-19 fue mayor entre las mujeres, lo que apunta, resalta la autora, a “una inadecuada clasificación de las muertes no hospitalarias, que habría afectado en mayor medida a las mujeres”.

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El teletrabajo sobrecarga a las mujeres

Finalmente, uno de los principales cambios sociolaborales inducidos por la pandemia, el teletrabajo, ha sido utilizado más por las mujeres. El 50% de los hombres trabajaron desde casa por primera vez por culpa del covid y el 61% de las mujeres, según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) del pasado marzo. Sin embargo, la mayor dedicación femenina dobló la carga de trabajo de las mujeres por su mayor responsabilidad e implicación en las tareas del hogar, los cuidados de los enfermos, la educación también a distancia de los hijos… De forma que el 10,9% de las francesas declaran que sus responsabilidades familiares les han impedido siempre o casi siempre dedicar el tiempo que debían a su trabajo, mientras que sólo el 5,6% de los franceses tienen ese problema. En Austria son el 8,7% de las mujeres, por un 2,8% de los hombres. En Portugal, el 8,2% de las mujeres y el 6,1% de los hombres. En España, el 5,7% de las trabajadoras sienten ese malestar, pero sólo un 2,6% de los trabajadores.

No es de extrañar, por tanto, que la productividad de los investigadores universitarios creciera durante la pandemia y el confinamiento, pero no así el de las mujeres investigadoras. De hecho, ya hay estudios que cuantifican el impacto del teletrabajo en el mundo académico, por ejemplo. Uno de ellos, realizado por mujeres economistas estadounidenses el año pasado, cifraba en un 12% la caída de las prepublicaciones y estudios firmados por mujeres académicas en marzo de 2020, un porcentaje que se elevó al 20% en abril.

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