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DERROTA DE OCCIDENTE EN AFGANISTÁN

La "guerra contra el terrorismo" se hunde en el fracaso 20 años después del 11S

Un infante de la Marina de EEUU calma a un bebé durante la evacuación en el aeropuerto de Kabul.

1 de mayo de 2003. Detrás de George W. Bush, que ha llegado vestido de piloto, una enorme pancarta adorna el portaaviones USS Lincoln: "Mission Accomplished" (Misión Cumplida). No han pasado ni dos años desde el 11S y el presidente de Estados Unidos ya tiene su primer gran discurso triunfal por el buen curso de las operaciones militares en Irak, continuación de las de Afganistán, donde los talibanes han sido apeados del poder. La "guerra contra el terrorismo" declarada por Bush hijo parece ir viento en popa. 

Hoy aquella guerra está a punto de cumplir veinte años. No hay en conjunto grandes motivos para la celebración. Aquel discurso ha envejecido aceleradamente. Y la caída en manos de los talibanes de Afganistán, el país donde Al Qaeda planificó el derribo de las Torres Gemelas, ha agravado la impresión de fracaso.

"Una metralleta para matar mosquitos"

"El objetivo anunciado por Bush tras el 11S, que era no sólo castigar a los autores de los atentados sino erradicar el terrorismo transnacional yihadista, no se ha cumplido en absoluto. Ha sido un fracaso de Washington", señala Moussa Bourekba, analista del Barcelona Centre for International Affairs (Cidob). Usa una expresión gráfica para describir la causa del "fracaso" de la "guerra global contra el terrorismo": EEUU ha usado "una metralleta para matar mosquitos", dice. Su crítico balance de la ofensiva desatada tras el ataque a las Torres Gemelas, expuesto en varios artículos en Cidob, concluye que no sólo "muchos grupos se han mantenido fuertes" sino que algunos como Al Qaeda "se han extendido", convirtiendo el terrorismo en un fenómeno más ramificado y polifacético.

Estados Unidos y por extensión sus aliados han conseguido innegables logros contra Al Qaeda y Estado Islámico, sobre todo contra sus cúpulas, pero al no haber atacado sino incluso haber alimentado las causas del terror –autoritarismo, miseria, corrupción– y al reducir la solidez de las estructuras estatales en los países azotados por la cruzada, el terrorismo ha acabado encontrando nuevo abono. El Center for Strategies & International Studies, en un informe de 2018 que Bourekba ve vigente, señala que hay casi cuatro veces más militantes islámicos suníes que el 11S. Los países con mayor número de combatientes son Siria (con un máximo de 70.550), Afganistán (64.060), Pakistán (39.540), Irak (15.000) y Somalia (7.240). "Sigue habiendo una gran reserva de combatientes salafistas yihadistas y aliados dispuestos a utilizar la violencia. La amenaza sigue siendo significativa", señala el informe.

Franquicias del terror

"En 2001, al decir Al Qaeda, hablamos de centenares de combatientes en Afganistán, ahora son decenas de miles de yihadistas con importante capacidad de desestabilización en África, Asia, Oriente Medio e incluso el sureste asiático. Se ha expandido, convirtiéndose en una red global descentralizada, a pesar de la muerte de Bin Laden y otros líderes" como Al Masri, señala Bourekba, que incluso se hace una "incómoda" pregunta: "¿Es Osama Bin Laden el vencedor póstumo de la mal llamada Guerra contra el Terror?". La apariencia dice que no. El 11-S no causó la retirada estadounidense de los países musulmanes, como exigía Al Qaeda, sino una catarata de intervenciones militares occidentales en países musulmanes como Irak, Afganistán o Mali. Sin embargo, Al Qaeda ha completado con "éxito" –expone Bourekba a infoLibre– un "cambio estratégico" hacia la ramificación. La estrategia básica de Al Qaeda, que según varios analistas se prepara para el relevo en el liderazgo del egipcio Al Zawahiri por su compatriota Saif al Adel, ya no consiste tanto en matanzas en Occidente como las de Nueva York (2001), Madrid (2004) y Londres (2005), sino en la expansión en "zonas de conflicto" en alianza con grupos locales como, por ejemplo, los talibanes, a los que han ayudado a progresar en Afganistán hasta la toma del país desde el que Bin Laden planeó el 11S. Los detalles añaden sal a la herida de Estados Unidos.

El cambio estratégico se concreta en la constitución, sobre las bases de grupos locales, de Al Qaeda en Irak (2004), en el Magreb Islámico (2007) y en la Península Arábiga (2009). En 2012 Al Qaeda en el Magreb Islámico tomó el control del norte de Mali, justo antes de que el movimiento yihadista somalí Al Shabaab jurase lealtad a Al Qaeda. En 2013 el Frente Al Nusra sirio oficializó su afiliación a Al Qaeda. En 2014 se creó Al Qaeda en el subcontinente indio. La organización se ha extendido a África, Oriente Medio y Asia mientras los grupos locales ganan prestigio y finanzas gracias al sello “Al Qaeda". La red cuenta ya con más de diez franquicias, según Bourekba. La estrategia se ha beneficiado de la retirada progresiva de EEUU de Irak, la desestabilización por las primaveras árabes y los conflictos en el propio Irak, Siria, Libia, Mali y Yemen. El terrorismo pesca en ríos revueltos, y la reacción bélica al 11S ha revuelto el río y hasta el mar.

Un balance de la "guerra contra el terror" realizado en 2019 por Charles W. Dune, diplomático de Estados Unidos durante más de 20 años, señala que toda esta proliferación de "pequeños grupos" en zonas desestructuradas o en conflicto hace del terrorismo un fenómeno "más difícil de rastrear y eliminar". Y advierte que las organizaciones "han acumulado una influencia significativa" y se han "arraigado" en las poblaciones locales, mejorando su capacidad para ganar los "corazones y mentes" e inspirar ataques contra los intereses de Estados Unidos y sus aliados.

La descentralización no implica, recalca Bourekba (Cidob), que Al Qaeda haya dejado de perpetrar ataques contra países e intereses occidentales, como demuestra entre otros el ataque en Francia a la revista Charlie Hebdo (2015) o la reciente promesa de continuar la guerra contra Estados Unidos en "todos los frentes". El desafío se apoya, entre otras herramientas, en la baza de la radicalización a distancia que permite Internet. El auge de los "lobos solitarios" es –junto al boom del extremismo radical de ultraderecha en Estados Unidos– una de las novedades del panorama criminal en las últimas dos décadas.

El think tank United States Institute of Peace, en un un informe de enero, llama contra la confianza que pueda suscitar en Occidente no sólo el asesinato de líderes de Al Qaeda, sino también los golpes recibidos por el Estado Islámico, que ha visto abortado su proto-estado califal en Siria e Irak pero ha ganado peso en África. "El Estado Islámico es más que capaz de resurgir y aumentar su fuerza una vez más", alerta.

El profesor en Georgetown y especialista en conflictos internacionales Daniel Byman lo ha sintetizado así: los grupos yihadistas han sido golpeados, sí, pero "pueden consolarse sabiendo que su esfera general de actividad se ha ampliado, la debilidad duradera de los regímenes en el mundo musulmán les dará un espacio operativo considerable y los problemas de integración musulmana en Europa pueden presentar nuevas oportunidades". Como ha señalado el teniente general retirado de EEUU Michael Nagata, exdirectivo Centro Nacional de Contraterrorismo, "Estados Unidos se enfrenta ahora a más terroristas que el 11S".

Afganistán y el desprestigio de EEUU

Ahora cae Kabul en manos de Afganistán, donde tienen anclaje tanto Al Qaeda como el ISIS. La salida en helicóptero del personal de la embajada de EEUU ha refrescado para muchos el recuerdo de la derrota en Vietnam, pero afinando los oídos pueden escucharse otros ecos: hace más de una generación, la retirada de las fuerzas soviéticas de Afganistán sirvió para agitar todo el movimiento yihadista, tras un conflicto en el que Estados Unidos apoyó a los talibanes. ¿Celebra ahora el yihadismo la retirada del Ejército USA? Fernando Arancón, director de El Orden Mundial, duda que los talibanes vayan a convertir Afganistán en un avispero de terroristas que permita a Occidente seguir el hilo hasta su país tras un atentado. El acuerdo entre los talibanes y Estados Unidos de 2020, señala, implicaba ese compromiso. A su juicio, la carta más inteligente que pueden jugar los triunfantes integristas es la de consolidar una plataforma que atraiga la inversión de China, que "necesita un Afganistán seguro y estable" para su ruta de la seda.

El gigante asiático y Rusia han mantenido sus embajadas y ganan peso en la nueva Afganistán, lo que acrecienta la sensación de derrota de Estados Unidos y sus aliados. El Alto Representante de Política Exterior y Seguridad Común de la UE, Josep Borrell, ya prevé un "cambio en el equilibrio de poder". Además de perder el conflicto más largo de su historia –veinte años, con más de 2.500 soldados muertos, más de 20.000 heridos, sin contar los muertos afganos–, EEUU ha retrocedido geoestratégicamente.

Arancón se detiene en las declaraciones de Joe Biden, en las que rompía con el clásico mensaje de exportación de la democracia y reconocía: "El objetivo nunca fue construir una nación democrática, sino luchar contra el terrorismo". "Estados Unidos siempre defiende intereses geoestratégicos, pero utiliza un discurso buenista que Biden rompe", señala Arancón, que no desdeña los efectos que esto puede tener sobre la credibilidad que inspire a sus posibles aliados. El director de El Orden Mundial considera que los 20 años de "guerra contra el terror", con la identificación de "Estados canallas" como el Irán de Mahmud Ahmadineyad o Corea del Norte en paralelo al mimo a otros como Arabia Saudí o Emiratos Árabes ha evidenciado dobles raseros clamorosos y advierte de que es difícil para los países en toda la zona caliente encontrar referencias alentadoras. Ahí está Irak, que "era un Estado represor al máximo, pero sólido, mientras que ahora es un Estado nominal que, sin llegar al nivel de desintegración de Afganistán, sólo se sostiene gracias a Turquía, los kurdos y las milicias proiraníes", indica Arancón.

Autoritarismo

Acaba por no extrañar este dato: el Arab Opinion Index muestra que el 81% de los árabes cree que Estados Unidos constituye "una amenaza para la seguridad y la estabilidad de la región", frente a un 55% que lo opina de Rusia y un 32% de China. Charles W. Dune, en su análisis para el Arab Center Washington DC, recalcaba que los costes en vidas humanas de la llamada "guerra contra el terror" en todas sus formas quedan "en gran medida ocultos", pero no por ello dejan de impactar en familias, sociedades y generaciones. Los recursos dedicados a la lucha contra el terrorismo por Estados Unidos han aumentado desde principios de la década de 2000, destaca Dune. Fueron 11 veces mayores en 2017 que en 2001. No obstante, la inmensa mayoría es gasto militar, lo que equivale a "tratar los síntomas y no la enfermedad", a su juicio. Al mismo tiempo, Dune lamenta el "robusto apoyo" de su país a "aliados autoritarios" como Arabia Saudí o Egipto. Coincide Bourekba, para quien la idea de “amenaza terrorista”, elevada a categoría tras el 11S, "ha servido de excusa" a los autoritarios para "reprimir cualquier forma de oposición".

Álvaro De Argüelles, especialista en estudios internacionales y derecho, señala que Estados Unidos ha priorizado el combate contra las organizaciones terroristas, dejando de lado la lucha contra el autoritarismo, la pobreza y la corrupción, que son a su vez causa de desestabilizan la región y con ello del terrorismo". "A largo plazo, para combatir el terrorismo, hay que promocionar la democracia", señala De Argüelles.

Exilio

Estrella Galán, directora de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), es clara: "Las intervenciones militares no son la solución. No hay experiencias de éxito. La resolución de conflictos pasa por que los protagonistas sean los interlocutores, no por tratarlos como menores de edad".

Galán sigue con atención la evolución de la crisis afgana y las reacciones en la UE, donde ya cunde el temor a una llegada de refugiados que pueda ser instrumentalizada por la extrema derecha, como ocurrió en 2015-2016. Galán habla de "déjà vu". A su juicio, Occidente y especialmente la UE deben romper el círculo y vicioso apostar por la acogida en su territorio y por la cooperación puertas afuera. Y añade: "No puede ser una cooperación condicionada que obligue a los terceros países a convertirse en gendarmes de Europa", señala.

La directora de CEAR conoce hasta qué punto la "guerra contra el terror" destroza vidas, no sólo con una cantidad de muertos y heridos de la que no es posible dar con una cifra oficial, sino también forzando movimientos de población, otro foco de desestabilización. Un informe de hace menos de un año del Watson Institute International & Public Affairs, de la Universidad de Brown, en Estados Unidos, cifra 37 millones como mínimo el número de desplazados como resultado de la "guerra global contra el terror". Por países, los más castigados han sido Irak (9,2 millones, 37% de la población pre-guerra), Siria (7,1 millones) y Afganistán (5,3 millones), seguidos de Pakistán, Yemen, Somalia, Libia y Filipinas.

El informe estima que el número global de desplazados, tanto internos como en búsqueda de acogida en otro país, podría rozar los 60 millones, la gran mayoría civiles, en un fenómeno que se amplía a Mali, Níger, Túnez, Chad, República Centroafricana, Camerún, Burkina Faso o República Democrática del Congo. En Somalia, la guerra contra los responsables de la muerte de más de 3.000 personas el 11S desplazó a al alrededor del 46% de la población, mientras que en Siria, Yemen o Libia fue una de las causas –no la única– de la inestabilidad actual.

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20º aniversario del 11S

La caída de Kabul encuadra ya a Afganistán en el listado de "guerras imposibles de ganar, que alimentan aquello mismo que pretenden combatir", concluye Alain Gresh, especialista en Oriente Próximo, en un artículo publicado por infoLibre alineado con el amplio abanico de expertos que consideran que luchar contra una técnica –el terrorismo– identificando Estados enemigos fue un error de concepto. Es cierto que, a lo largo de dos décadas, EEUU ha ido corrigiendo el rumbo, coinciden diversos analistas, que destacan la eficacia de los ataques selectivos y el corte de vías de financiación a las organizaciones, útiles contra Estado Islámico. Pero el balance general pinta sombras. Y más con la caída de Kabul reciente en la retina. The New York Times ha convertido esta impresión en un editorial: "La reconquista de Kabul por los talibanes es trágica porque el sueño americano de ser la nación indispensable para la construcción de un mundo en el que reinen los valores y derechos cívicos, la emancipación de las mujeres y la tolerancia religiosa ha resultado ser sólo eso: un sueño”.

El 20º aniversario del 11S está a la vuelta de la esquina y EEUU necesita un relato para su balance. Puede presumir de la muerte de Bin Laden y de no haber sufrido otro 11S. Pero no de la derrota de sus enemigos, ni de la expansión de un ideario minado en su crédito.

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