Víctor Freixanes: “Galicia es un país más vivo de lo que parece, pero emitimos en otra frecuencia”
Víctor Fernández Freixanes (Pontevedra, 1951) es escritor, editor, profesor de universidad y flamante presidente de la Real Academia Galega. Su voz, aunque voz del establishment, habla con un gran cariño de su pueblo, sujetando la tierra caliente con ojos nuevos que quieren distinguir futuro. Un futuro que supera viejos debates, tiende puentes a un hermanamiento con Portugal y pasa por el apoyo decidido a las industrias culturales. Escuchando a Freixanes, uno recobra cierta fe.
Decía Castelao que mientras haya gallego habrá país. ¿Cuánto país nos queda?
El gallego ha dado pasos gigantescos en todos los sentidos. Pero el desafío del gallego y de otras muchas culturas sigue estando ahí. Es el desafío de la globalización. De las nuevas tecnologías. El desafío de la transmisión generacional de padres a hijos y de abuelos a nietos. Debemos recordar que las lenguas son una riqueza y no están en contra de nadie. Una lengua es la representación simbólica que una sociedad hace del universo. Mantenerla viva significa mantener viva esa visión colectiva.
¿Cómo ha tratado la actualidad a esa visión colectiva llamada gallego?
La lengua gallega ha dado pasos enormes en los últimos años, comenzando por su propia situación de lengua cooficial reconocida como tal. Pero no todo ha sido positivo y no todo lo hicimos bien.
¿Qué fue lo que “no hicimos bien”?
Perdimos mucha energía en las discusiones de los procesos de escolarización, en el sistema ortográfico… Deberíamos haber tenido más inteligencia para buscar puntos de confluencia y no puntos de divergencia. Tampoco hicimos bien un posicionamiento estratégico que llevase el idioma a un ámbito fuera de lo académico. Esto me obsesiona mucho. Debemos centrarnos en la cultura del ocio, del consumo cultural, de la comunicación digital.
¿Cuál sería el clic necesario?
El gran lastre es que los sectores dirigentes no acaban de superar esa idea de gueto. También falta una pedagogía social para que el debate de la lengua gallega, igual que el catalán y el euskera sea un debate que incorpore a todo el conjunto de la sociedad española. Si estamos hablando de un proyecto de estado común. Lo mismo en Europa. Hay mucho camino.
El gallego era la lengua que tenía más hablantes en la Transición. Pero mientras el vasco y el catalán han ido recuperando hablantes, el gallego ha estado en caída libre todos estos años…
El gallego sigue teniendo más hablantes en términos absolutos pero es verdad que ha perdido hablantes en los últimos tiempos. Perdió hablantes porque fundamentalmente se está perdiendo el mundo rural y la gente mayor que era la que lo conservaba y porque los catalanes y los vascos tienen una clase dirigente, una burguesía, unos poderes policiacos institucionales comprometidos con su idioma. Y aquí eso todavía es un debate. La lengua gallega sigue siendo históricamente la lengua de las clases humildes y los sectores dominantes no la identifican como propia. Eso también es la grandeza del gallego. Y representa a ese pueblo que la ha mantenido viva en circunstancias muy difíciles.
Pero esa cultura rural está desapareciendo delante nuestro y no parece haber una cultura de relevo… ¿Cuál sería el plan?
El desafío de la lengua es el desafío de la cultura urbana. No se trata de hacer arqueología mirando hacia atrás, ni de ir tampoco a una solución ruralista que además tampoco existe ni nadie quiere. El debate de la lengua gallega es el debate urbano.
En lo cultural parece que se gestan nuevos referentes con el que se puedan identificar los chavales de la generación Instagram, como el fenómeno de las Tanxugueiras o Baiuca, que parece que han encontrado un canal para universalizar la música gallega más allá del folk de autoconsumo. ¿Cree que se están derribando estereotipos desde ángulos nuevos?
Este es un fenómeno muy importante. Los gallegos somos 2.700.000 personas además de los muchos gallegos que andan por fuera, como los gallegos de Buenos Aires o los esparcidos por Europa, que dan un aspecto bueno de las nuevas tecnologías y permiten integrarnos en un reconocimiento común. Pero en términos demográficos somos poca gente comparada con otras sociedades, pero producimos una variedad de cultura enorme, en el mundo del cine, en la música, en la literatura, en las artes plásticas.
¿Qué otras barreras habría que romper?
A mí me gustaría que Zara emitiese por ejemplo un discurso en gallego. O las compañías que están en el mundo del vino, que han dado pasos en el etiquetado y sus estrategias, sin renunciar al gallego… Tenemos muchas cartas que jugar, pero nos falta un proyecto político integrador que convierta todo esto en algo positivo y sin confrontación.
El gallego parece un tipo empeñado en destruir sus bosques primigenios, su arquitectura popular, sus tradiciones y hasta su propio idioma. Todo ello con la connivencia y hasta el aliento institucional.
El gallego es un tipo contradictorio. Es cierto que destruye pero también construye. No me gusta la visión derrotista. Este es un país más vivo de lo que parece y se ama a sí mismo más de lo que parece. Lo que pasa es que emitimos en otra frecuencia. El pueblo gallego pudo haber estado desaparecido del mapa como otros pueblos y sin embargo ha ganado la batalla del libro, no de los medios, pero tiene un reconocimiento político parcial importante y cuando le preguntas a los gallegos y gallegas por su idioma y su cultura, quizá no lo verbalicen pero creo que sí hay una consciencia y un orgullo de lo que somos. A nuestra manera. Y ese proyecto político futuro tiene que saber conectar con esa manera nuestra.
Yendo a un símbolo de la cultura actual como la televisión, usted, que ha pasado por la TVG con un programa icónico en los años dorados, ‘A trabe de Ouro’, cree que actualmente es para la cultura gallega un aliado?
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La creación de la RTVG en el año 94 fue uno de los acontecimientos políticos más importantes después del estatuto de autonomía de esta sociedad. Cuando yo hacía ese programa sólo había la TVG y dos canales públicos. Ahora la realidad es radicalmente distinta. Creo que una de las estrategias fundamentales que debería priorizar la política lingüística en Galicia sería favorecer esas nuevas lenguajes en el mundo audiovisual. El mundo del libro no lo hemos perdido y tenemos que trabajar y fortalecer los recursos con el mundo audiovisual. En la academia estamos ensayando espacios de miniseries con los jóvenes porque somos conscientes de que además de la labor lingüística debemos crear escaparate para los nuevos creadores tengan una referencia para poder expresarse.
Apple no tiene iOS en gallego y para Amazon y Google, Galicia casi no existe. Las webs en gallego son anecdóticas. ¿Qué planes tiene la Academia con la presencia digital de la lengua?
Este es otro capítulo que presionamos mucho. Hay un proyecto en el que está la Academia y la Universidad de Santiago, el Proxecto NOS para que Siri y Alexa puedan hablar gallego. Se está avanzando en esto. Es un proyecto de 15 millones de euros conectado con Europa, pero Amazon o Apple, que son compañías privadas, están al beneficio y no hacen política cultural. Sólo lo harán si es negocio y ellos ponen su precio. Aquí habrá que hacer iniciativas de defensa del audiovisual como están haciendo en Cataluña, una ley para que se reconozcan las lenguas en los doblajes o por lo menos subtitularla en nuestras lenguas. Hay mucho camino por andar y debemos caminarlo juntos, porque además está en la carta de las lenguas de Europa. Pero, insisto, falta voluntad política para llevar a cabo estos proyectos.