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ORGULLO LGTBI 2023

Muchas, grandes y diversas: el Orgullo reivindica familias felices frente al odio de la ultraderecha

Una niña sostiene la bandera del arcoiris en una manifestación por el Orgullo LGTBI de 2022, en Madrid.

Los frutos de la convocatoria electoral celebrada el pasado 28M tienen ya el primer gran damnificado: las políticas de igualdad. Y de la mano, la introducción de un elemento central para la derecha: la familia. Aunque aparentemente inocente, la recuperación de la familia como institución inmutable e incuestionable, siempre acompañada de apellidos como natural o tradicional, tiene como efecto directo el cuestionamiento de modelos alternativos basados en la diversidad y la exclusión de quienes no encajen en la norma. A las puertas del Orgullo, los colectivos LGTBI reivindican precisamente eso: la diversidad familiar.

El empeño de la extrema derecha a la hora de dar la batalla por la familia tradicional y reivindicarla como seña de identidad no es nuevo. "La familia es un padre, una madre y sus hijos. Lo demás son inventos de la izquierda", exclamaba hace tres años un edil del partido de Santiago Abascal en Torrelodones (Madrid). También en 2020, una diputada del mismo partido no titubeaba a la hora de aseverar que "los niños se crían mejor en familias naturales" y un año antes el afamado juez Francisco Serrano reivindicaba públicamente el "modelo tradicional de familia" compuesto por "padre, madre e hijos". 

Aquellos pasos han culminado en una acción decidida por "poner a la familia en el centro de todas las políticas públicas", en palabras de la coordinadora de la formación en Salou (Tarragona) el pasado mes de febrero. No es casualidad que en aquellos territorios donde tiene poder, el partido ultra haya decidido mover ficha para fulminar las concejalías de Igualdad y sustituirlas por las de Familia. El objetivo: "Fomentar la natalidad y proteger el derecho a la vida".

El colectivo LGTBI lo entiende como una ofensiva de la ultraderecha no sólo contra sus conquistas, sino contra su forma de vida. No es simplemente una batalla simbólica ni un debate semántico, lo que está en juego tiene que ver con el acceso a derechos. Por ejemplo, la posibilidad de que las mujeres bisexuales y lesbianas puedan filiar a sus hijos sin necesidad de haber contraído matrimonio previamente. O el derecho para estas mismas mujeres de acceder a técnicas de reproducción asistida. Ambos avances fueron consagrados gracias a la reforma de la ley del aborto, consolidada a principios de año.

La derecha "pretende hacer una equiparación entre el concepto de familia tradicional y un modelo de estructura familiar que es la familia nuclear heterosexual: madre y padre casados con hijos e hijas de esa pareja". Lo explica Ignacio Pichardo, profesor en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) e investigador en el área de Antropología, diversidad y convivencia. Y lo hace a pesar de que "el concepto de familia ha estado tradicionalmente siempre en crisis y cambio", fruto de transformaciones ligadas "a la extensión de la familia, el número de descendientes, el modo en que se organiza la residencia y la regulación de la sexualidad".

"Ese modelo hegemónico de familia que se pretende vincular con lo tradicional también tiene que ver con una división sexual del trabajo específica: la mujer se dedica al cuidado y a las tareas domésticas, mientras que el varón tiene la función de trabajar fuera del hogar", completa el antropólogo. Se trata, por tanto, de un modelo de familia que "refuerza el patriarcado y las desigualdades".

Que la derecha pretenda poner en el centro un único "modelo de familia válido y reconocido por las políticas públicas no sólo tiene consecuencias para las personas LGBTI, sino para todas las estructuras familiares que se salgan de ese modelo", advierte Pichardo. El antropólogo dirige una mirada al pasado para recordar que no sólo las mujeres eran las que cargaban con el peso de dicha estructura, sino también los hijos nacidos fuera del matrimonio o las madres solteras. "Conviene recordar que el divorcio no se introdujo en España hasta hace apenas 40 años, ¿esa defensa de la llamada familia tradicional implica que se pretende ilegalizar el divorcio como ha ocurrido históricamente en nuestro país?", se pregunta.

La respuesta a qué consecuencias tiene la recuperación de la familia tradicional y su encaje en la legislación, la perfila la propia historia. "Ya hemos vivido hace pocas décadas cómo en parejas del mismo sexo que no se podían casar, si un miembro fallecía, el otro no tenía ningún derecho sobre las posesiones y muchas personas se quedaron literalmente en la calle", recuerda Pichardo. Son innumerables, añade, "los casos y ejemplos pero, sobre todo, afectaría al reconocimiento de la filiación de los hijos e hijas de personas LGBTI, lo que dejaría a todos estos menores en una clara situación de indefensión".

Jesús Santos, portavoz del grupo Familias de la Federación Estatal LGTBI (FELGTBI), defiende que "el concepto de familia tradicional está obsoleto" y que la paulatina normalización de otros modelos "más allá de la familia nuclear compuesta por padre y madre" obliga a su inclusión en las políticas públicas, en el currículo escolar y en los ciclos formativos. "La extrema derecha ha olido poder y ha pedido consejerías de familia" con el objetivo de "borrar a nuestra familia y presentar la tradicional como la única válida", advierte Santos. La consecuencia será una "tendencia a invisibilizar" otros modelos en todas las esferas, empezando por la educativa, pero también a tildar esos modelos alternativos como antinaturales o indeseables. "Se crea así un lenguaje del odio hacia nuestras familias que tienen como consecuencia la violencia" contra el colectivo y las personas de su entorno. Coincide Pichardo: "Pretender que el Estado sólo reconozca en sus políticas públicas a un único tipo de familia no sólo va contra la libertad individual, sino que genera discriminación, sufrimiento y exclusión".

La socióloga y activista Fefa Vila explica la recuperación del término "familia tradicional" señalando al "contexto altamente reaccionario", en el que la familia representa la estructura central y "uno de los lugares donde se dirimen los valores tradicionales que asume la derecha". El PP, recuerda la socióloga, se había sumado a los derechos vinculados al matrimonio igualitario, había asumido cierta "homologación de los derechos" del colectivo, en parte porque "en sus propias bases y élites se estaban formando esas nuevas agrupaciones familiares". Aunque "no fuese su lucha principal", era algo que no podía esquivar. Pero ahora el escenario es otro: "Una disputa cultural, un contexto que excede a España" y que tiene que ver con el avance de la extrema derecha en Europa.

Para ejemplo, nuestros vecinos italianos. En la provincia italiana de Padua, más de una treintena de familias compuestas por dos madres ya han recibido una notificación del juzgado en la que se les comunica que se podrían modificar las partidas de nacimiento de sus hijos para eliminar la referencia de la madre no biológica como segundo progenitor. La decisión, en manos de la Fiscalía de Italia, se tomará en noviembre.

Ejemplos como el anterior dan cuenta de que esa batalla cultural "empieza a tener efectos materiales". La familia tradicional, agrega la socióloga, se basa en "una jerarquía social y económica" donde la autoridad pivota sobre el "cabeza de familia, un hombre". Esa autoridad "se refleja no sólo en una discriminación brutal hacia los que están abajo, mujer e hijos, sino en violencias no cuestionadas". Es en el seno de la familia donde se instalan formas de violencia como la que recae contra las mujeres o el abuso hacia los niños. 

Con el retroceso que pretende imponer la ultraderecha asistimos de nuevo a "un gran debate en relación a la familia como la institución perfecta para reproducir esa jerarquía" violenta, reflexiona Vila. Un debate que recuerda al que ya estaba sobre la mesa hacia finales de los sesenta, con las "revoluciones por la liberación sexual, las homosexuales, las feministas y las antirracistas" que buscaban impugnar y deshacerse de la familia como institución violenta.

La familia como refugio

En su libro La mala costumbre (Seix Barral, 2023), la escritora Alana Portero reserva un capítulo a la familia. En ese espacio, describe las vivencias de un personaje que concede un rincón de la cafetería que regenta en el barrio madrileño de Chueca a todas las personas que pasaron por su vida y ya no están. "¿Sabéis las señoras mayores que cuando se levantan le dan besos a las fotos de sus maridos muertos y a las estampitas de san Antonio de Padua? Pues yo igual pero con este hatajo de maricones. Mi familia", verbaliza el personaje. En las páginas de la obra, la protagonista acostumbra a referirse a las mujeres trans que le allanaron el camino como sus madres; y sin renegar de la suya, abraza a la familia que se construye, más allá de la biológica, como un refugio para las personas LGTBI.

"Más que el concepto de familia elegida", la autora reivindica el concepto de "familia ampliada, porque circunscribir la familia a la biológica es estrechar mucho los marcos", comenta Portero a preguntas de infoLibre. "Una familia debería ser un puerto de afectos, cuidados y responsabilidades" y la familia biológica puede serlo, pero también puede representar lo contrario o sencillamente puede "no cubrir todas las necesidades que uno tiene". Algunas personas del colectivo, especialmente aquellas que pertenecen a "generaciones anteriores", cuentan con un "largo historial de ser personas expulsadas de sus familias, a veces de manera directa" y otras como consecuencia de "esa falta de cuidados o esas violencias que se pueden llegar a dar".

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La familia ampliada es "el normal desarrollo de los acontecimientos de una vida así", el resultado de una búsqueda de "afectos, cuidados y acabar obteniéndolos", completa Portero. "Somos animales sociales y sin un soporte, un grupo, una red, es muy difícil sobrevivir". 

El colectivo LGTBI, a través de este camino, "ha abierto un mundo de sociabilidad nuevo, humano, alegre", asiente Fefa Vila. La familia que se escoge "surge como un refugio para poder sobrevivir y existir", coincide, a través de la huida del "lugar donde se nos debería querer y se nos expulsa, nuestra familia de origen". Cuando las personas del colectivo dan el paso de abandonar "esas estructuras de falta de amor y reconocimiento" están buscando "vincularse de una manera más libre, más amplia e instauran una nueva sociabilidad que está redefiniendo la libertad, nuevos lazos sociales no basados en lo consanguíneo ni en la propiedad privada, sino en establecer vínculos de libertad", subraya.

Que la extrema derecha insista en recuperar el concepto de familia tradicional no es inocente: es una forma de señalar y expulsar a "toda la gente que se queda fuera", remata Portero. "La corrección, el castigo a quien no cumple, es violento y puede arruinar vidas".

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