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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

La nueva legislatura

El riesgo de otras elecciones blinda provisionalmente a Sánchez y a Feijóo frente a las críticas internas

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, aplaudidos por sus equipos de dirección al día siguiente de las elecciones del 23J.

El resultado de las elecciones generales del 23 de julio ha puesto a los líderes de las dos fuerzas mayoritarias, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, al límite. El candidato del PP no ha conseguido su objetivo de reunificar el espacio político a la derecha del PSOE y tampoco ha sido capaz de reunir la mayoría suficiente con la que lleva meses especulando para llegar a la Moncloa. Pero a su vez el secretario general de los socialistas y presidente del Gobierno no ha logrado evitar quedar en segundo lugar y enfrentar una investidura aún más complicada que la sacó adelante en enero de 2019.

Debilitados los dos, el primero por su magro resultado electoral y el segundo por el desastre electoral del 28 de mayo, ambos están sacando provecho de la incertidumbre en la que ha entrado la legislatura, que ha servido para congelar, hasta nuevo aviso, el debate sobre el liderazgo de cada uno de ellos. 

El que no logre la investidura, ya sea en los próximos meses o como resultado de la repetición electoral que se producirá si ninguno de ellos consigue ser elegido presidente, tendrá casi con total seguridad que abandonar. Nadie en sus respectivos partidos imagina a ninguno de los dos al frente de la oposición. No conseguir el poder desencadenará con toda probabilidad un debate interno sobre su continuidad que inevitablemente conducirá a elecciones primarias internas y a una renovación del liderazgo.

Si Feijóo no consigue llegar a La Moncloa, frente a la que se fotografió hasta en dos ocasiones durante la campaña electoral, dando por hecha su victoria, su fracaso habrá sido completo. De nada habrá servido que Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno alcanzaran sendas mayorías absolutas o que cuatro barones hayan alcanzado la presidencia de sus respectivas comunidades, aunque haya sido pactando con Vox. 

Feijóo no se mudó a Génova para eso en abril de 2022, sino para “derogar el sanchismo”, según sus propias palabras. Cuatro años en la oposición, en un escenario de polarización aun mayor que en la legislatura anterior, no son precisamente el escenario que el expresidente de la Xunta había soñado cuando se decidió a liderar la revuelta interna que puso fin al mandato de Pablo Casado. Especialmente para alguien acostumbrado durante 13 años a gobernar con mayoría absoluta. El debate sucesorio estaría servido.

Tejer alianzas

Del mismo modo, si finalmente se repiten las elecciones y Pedro Sánchez no es capaz de tejer las alianzas que necesita para renovar su cargo como presidente del Gobierno durante cuatro años más, el escenario de un debate interno sobre quién debería relevarle al frente del PSOE será inevitable. 

Si a la debacle institucional sufrida el 28 de mayo en las elecciones autonómicas y municipales se une la herida que se abriría en el PSOE con la pérdida de La Moncloa, la revisión del modelo protagonizado por Sánchez enfrentará dos visiones bien diferenciadas. La primera, ahora en silencio, está integrada por quienes echarían la culpa a los acuerdos con los independentistas. La segunda, aparentemente mucho más numerosa, es la de quienes reivindicarían el legado del secretario general, especialmente sus cifras de gestión económica y los avances en materia social durante los últimos cinco años.

En el PP el debate inaplazable gira en torno a Vox. El alma radical del partido, la liderada por Ayuso e inspirada por José María Aznar o Esperanza Aguirre, propone perder cualquier escrúpulo a la hora de gobernar con la ultraderecha. Los más moderados, en cambio, sostienen que ha llegado el momento de plantarles cara y marcar diferencias. El camino que elija Feijóo puede ser crucial en caso de repetición electoral.

El objetivo de ambas sensibilidades sigue siendo el mismo: reunificar bajo las siglas del PP todo el espacio del centroderecha. Esa es la única manera, reconocen en Génova, de llegar a la Moncloa. La figura de Feijóo ya ha demostrado que no tiene suficiente tirón como atraer al voto útil a los electores de Vox. Y si los ultras no desaparecen, la soledad del PP en el Congreso —nadie está dispuesto a pactar con ellos más allá de CC y UPN— les aleja de la mayoría que hace falta para lograr una investidura.

Esas dos almas, la más próxima a los ultras y la más alejada, tienen liderazgos claros: Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno. Es, en el fondo, el mismo debate que sacude al PP desde la caída de Rajoy en la moción de censura de 2018. El mismo, en realidad, que partió el partido en el Congreso de València de 2008. 

Debate larvado

En el PSOE el debate pendiente está mucho más larvado que en el PP, como corresponde a un partido que conserva el gobierno y cuyo líder tiene opciones aritméticas de llegar a acuerdos y evitar una repetición electoral. 

Más allá de la incomodidad que una parte de los socialistas siente a la hora de considerar a EH Bildu un socio legítimo con el que llegar a acuerdos en el Congreso, o de decisiones controvertidas como la reforma de los delitos de sedición y malversación o los indultos a los condenados por el procés, nadie puede echar en cara a Sánchez alguna de sus medidas haya puesto en peligro el orden constitucional. 

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Y Sánchez, en cambio, sí puede hacer gala de haber conseguido normalizar la situación social en Cataluña y de debilitar el independentismo. Los socialistas han sido premiados además por los electores catalanes, que en las elecciones del 23J han vuelto a confirmar su preferencia por el PSC de Salvador Illa. Y ahí ha estado gran parte del resultado del 23J.

El debate sucesorio, con todo, está mucho menos claro en el PSOE que en el PP, a falta de figuras emergentes que puedan apoyarse en buenos resultados electorales. Ahí el mejor situado es Emiliano García Page, que preside Castilla-La Mancha con mayoría absoluta y es el líder natural del ala más conservadora del PSOE.

A Sánchez, en todo caso, le quedan dos balas en la recámara antes de que su liderazgo sea puesto en cuestión: convencer a Junts para que facilite su investidura y, si no lo logra, ganar la repetición electoral. A Feijóo, en cambio, solamente le queda una opción: conseguir en una eventual nueva convocatoria lo que no logró el pasado 23 de julio. 

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