Las políticas actuales elevarán la temperatura global 2,4 grados, muy por encima del Acuerdo de París

El director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Fatih Birol, el pasado enero en Madrid.

La Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) ha publicado este martes su anuario para el año 2023, donde insiste en su mensaje de que esta década se alcanzará el pico de consumo mundial de combustibles fósiles. La incógnita está en qué ocurrirá después: una caída abrupta de la demanda o un estancamiento durante décadas que impida frenar el calentamiento global. Según este órgano, dependiente de la OCDE, si no se adoptan nuevas políticas verdes, en 2050 se consumirá el mismo petróleo y gas natural que en la actualidad, lo que provocará que la Tierra aumente su temperatura 2,4 grados a finales de siglo respecto a la etapa preindustrial, pese a que en el Acuerdo de París de 2015 se fijó un objetivo máximo de 2 grados de calentamiento.

Este escenario continuista es uno de los tres que ofrece el World Energy Outlook 2023, el informe más completo que se publica sobre energía, y en sus cálculos solo tiene en cuenta aquellas medidas que los países han tomado ya para reducir el consumo de combustibles fósiles, por lo que sus previsiones deberían mejorar a medida que se aprueben nuevas políticas en el futuro. Prueba de ello es que en el informe de 2022 este escenario estimaba un calentamiento de 2,5 grados para finales de siglo y el de 2015 apuntaba a los 3,5 grados. Por ahora, el mundo ya se ha calentado 1,1 grados. 

El anuario de la IEA también calcula un escenario intermedio que simula qué pasaría si las medidas prometidas por gobiernos y empresas se cumplen en tiempo y forma, y en ese caso la temperatura aumentaría en 2100 en 1,7 grados frente a la media de los años 1850-1900, la conocida como etapa preindustrial. Los analistas de la agencia incluso dejan todavía la puerta abierta a que la Tierra no se caliente más de 1,5 grados, una barrera psicológica de la lucha contra la contaminación. Esto se lograría si se cumple el escenario llamado Net Zero, o cero emisiones netas para 2050. 

"Sigue siendo posible, pero muy difícil, modificar la curva de emisiones para que sea coherente con el objetivo de 1,5 grados. No solo se corre el riesgo de empeorar el impacto climático tras un año de calor récord, sino también de socavar la seguridad del sistema energético, que se construyó para un mundo más frío y con menos fenómenos meteorológicos extremos", se lee en el informe, elaborado por 70 miembros de la agencia y revisado por más de 80 expertos de universidades, empresas y ONG. 

Aunque el escenario continuista indica que el mundo avanza muy lento en la descarbonización, el director de la IEA, Fatih Birol, lanza en su informe un mensaje de optimismo. "La transición a la energía limpia se está produciendo en todo el mundo y es imparable. No es una cuestión de si ocurrirá, sino de cuándo, y cuanto antes mejor para todos", expresa Birol en un comunicado, y añade que en este momento el petróleo y el gas están "más débiles que nunca" por su encarecimiento debido a la guerra en Ucrania y ahora en Israel. La agencia también advierte que "un conflicto prolongado" en Oriente Medio podría aumentar el precio de la energía todavía más. 

Entre los mensajes positivos que envía la IEA, el órgano estima que el mundo en 2030 será muy diferente al de 2023. Habrá casi 10 veces más coches eléctricos circulando en el mundo, la mitad de la electricidad generada será renovable (frente al 30% actual), y la calefacción eléctrica superará a las calderas de carbón, gasolina y gas en todo el mundo. Por primera vez en sus informes, la agencia calcula que en esta década también se alcanzará un pico en el consumo de gas natural, mientras que el estudio del año pasado solo preveía un máximo de demanda antes de 2030 para el carbón y el petróleo. 

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Sin embargo, el escenario continuista de la IEA también estima que en 2030 el 73% de la energía mundial vendrá del petróleo, el gas y el carbón. Será un mejor dato que el actual (80%), pero reafirma que los combustibles fósiles seguirán siendo el gran motor del mundo, salvo sorpresa. Ese escenario estima que la demanda de petróleo en 2050 será de 97,4 millones de barriles diarios (en 2022 fueron 96,5 millones) y la de gas de 4.173 millardos de metros cúbicos (4.159 en 2022), por lo que estos combustibles permanecerán prácticamente intactos en las siguientes tres décadas si no hay un cambio de modelo. 

Los analistas de la agencia insisten en que hay tecnología suficiente para corregir esos pronósticos pesimistas y que son rentables económicamente. La IEA ya ha anunciado que llevará a la cumbre climática de la ONU en diciembre, la COP 28, cinco medidas para acordar entre todos los países: triplicar la capacidad renovable mundial; duplicar el ritmo de mejora de la eficiencia energética; reducir en un 75% las emisiones de metano procedentes de las plantas de combustibles fósiles; triplicar las inversiones en energías limpias en las economías emergentes y en desarrollo; y medidas para garantizar un descenso ordenado del uso de combustibles fósiles, incluido prohibir nuevos acuerdos para construir centrales eléctricas de carbón. Solo las tres primeras "representan, en conjunto, más del 80% de la reducción de emisiones necesaria de aquí a 2030 para situar al sector energético en una senda que limite el calentamiento a 1,5 grados", afirma la IEA. 

Otra parte positiva que recoge el propio informe es que los World Energy Outlook se quedan desfasados en cuestión de dos o tres años porque las políticas que toman los gobiernos mejoran sus estadísticas. Por ejemplo, la Ley de Reducción de la Inflación en Estados Unidos del año pasado ha mejorado drásticamente las previsiones de matriculaciones de vehículos eléctricos en EE.UU. en 2030. Hace dos años pensaban que estos coches supondrían el 12% del total de ventas, y ahora es el 50%. En la Unión Europea, en 2030, la instalación de bombas de calor en el escenario continuista será de dos tercios de lo que dicta el escenario Net Zero, mientras que en 2021 era de solo un tercio. En China, la instalación prevista de energía solar fotovoltaica y eólica marina de aquí a 2030 es ahora tres veces superior a las del World Energy Outlook de 2021. 

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