Juan Carlos I, según Els Joglars: "Shakespeare o Molière hubieran hecho grandes obras del emérito"
Un día cualquiera, no necesariamente por nada en especial, tiene Juan Carlos I el deseo de comerse una paella en alta mar en aguas del golfo Pérsico a bordo de un velero. Es una manera como otra cualquiera de sentirse cerca de su lejana patria acompañado por jeques, periodistas, amigos, amigas y algunos díscolos familiares. El vaivén de las olas le lleva a disfrutar de cierto bamboleo de la cocinera agachada hacia la paellera, a la que se acerca cariñosamente para animarla a acariciar el sofrito para que quede rico.
Un instante cotidiano que pudo ocurrir o no tal cual, pero que perfectamente podría ser real y que, de hecho, acontece sobre el escenario durante El rey que fue, el nuevo montaje tragicómico de Els Joglars que desde este miércoles y durante un mes puede disfrutarse en el Teatro Infanta Isabel de Madrid, después de su estreno el pasado otoño y el reciente paso por otras ciudades como Toledo o Murcia. El espectáculo que vuelve a unir una década después a Albert Boadella (dirección y dramaturgia) con Ramón Fontserè, más que convincente en su interpretación de un monarca en el exilio que, según vemos también, detesta a Schubert pero lo goza con Los Del Río.
"Es un retrato, no una parodia, del momento actual del emérito, en una situación determinada en un barco en el golfo Pérsico. Repasamos aspectos de su forma de hacer y de pensar poniéndole con sus amigos y con sus oponentes, de manera que también se defiende de ciertas cosas que la gente dice, de ciertas cosas que son públicas y notorias", resume a infoLibre Boadella, mientras Fontserè ve en la obra una "oportunidad" de ver a Juan Carlos en otro medio, el teatral, "que puede generar sensaciones distintas de lo que vemos en televisión o un documental". "Puedes hacer la reflexión in situ en el teatro y por eso la gente queda bastante impresionada de poder palpar a este hombre, a esta figura muy importante en la historia de este país", apostilla.
"Esta obra tiene un elemento básico, que es la interpretación de Ramón", prosigue el dramaturgo, para quien la capacidad interpretativa de Fontserè para hacerse con la figura del monarca es el "núcleo esencial" de la propuesta. "Si yo no le hubiera tenido a él no hubiera hecho esto, porque esta obra se basa en el elemento esencial de que durante una hora y media los espectadores ven a Juan Carlos I sobre la escena. No simplemente un intento de imitación, no, no, van a ver muy profundamente al rey en escena y lo verán en situaciones que no ven normalmente. Porque la gente le ve en situaciones públicas, pero no le ve en la intimidad, defendiéndose, ante una señora... y aquí tendrá la oportunidad de verlas por la precisión y la intensidad de esta interpretación", remarca.
Y lo cierto es que el actor consigue una gran verosimilitud tanto por su propio aspecto físico y como por su forma de hablar, sus gestos o la manera pesada y torpe de caminar que acompaña a los evidentes achaques de la edad. Las cualidades y los defectos del rey se van combinando con momentos sacrificados, esperpénticos, enloquecidos, magnánimos, divertidos, funestos y osados. Pasajes divertidos y trágicos. "Penetramos en el interior del pensamiento, los recuerdos y el modo de hablar de este hombre a través de la interpretación de Ramón, al tiempo que vemos aspectos personales que en principio la gente no ve a través de los medios, que dan una visión superficial", detalla Boadella sobre una obra en la que se suceden momentos "humorísticos e irónicos" y otros "mucho más serios en aspectos más sombríos" de una vida repleta de contrastes.
Es por ello, y porque representa de alguna manera el último medio siglo de nuestro país, que Juan Carlos I provoca los más antagónicos juicios entre los ciudadanos. "Es que la vida del rey, desde su niñez hasta ahora, es una vida de contrastes y tragicómica", plantea a infoLibre Fontserè, para quien "hubiera podido ser el mejor monarca de todos los tiempos, pero está en esta situación" de exilio por su "manera de maniobrar". "Quizás es una pena que pudiendo ser un magnífico rey haya acabado así en la soledad y en el exilio", apostilla, para acto seguido asegurar que "Shakespeare o Molière hubieran hecho grandes obras con el material de la vida del emérito".
Y coincide Boadella: "Así es. Siempre digo que Shakespeare hubiera abandonado cualquier otro proyecto y el primero que hubiera hecho hubiera sido este. Porque parece casi imposible reunir tantas cosas en la vida de un personaje. Tantas cosas, me refiero, de dimensión importante, de dimensión de Estado, como las que le han sucedido a este hombre. Primero, que nace en el exilio y termina en el exilio. Bueno, no sabemos si termina, pero ahora está en el exilio y, en medio, le han pasado cantidad de cosas de todo tipo".
"Él es un rey, hay que tenerlo en cuenta -continúa- que no pertenece seguramente a lo que llamaríamos el clima de las actuales monarquías europeas. Es un rey que tiene que ver con Carlos IV o Felipe V, o cualquiera de los reyes antiguos, más que con su propio hijo, que ya pertenece a la era moderna. Quizás los problemas que ha tenido en los últimos tiempo han sido porque le ha costado mucho asimilarse a lo que son las monarquías contemporáneas. Él es un rey de la antigüedad y, como tal, ha tenido un poco la idea de la impunidad que tenían los reyes antes. Y ha hecho lo que hacían los reyes antes: cazador de animales, navegante, cazador de señoras... ha tenido todos los elementos que configuran a cualquiera de los monarcas anteriores, cosa que no sucede con los monarcas actuales. Creo que este ha sido en cierta medida su drama y su problema".
Como bien apuntan director y protagonista, la vida del emérito contiene no pocos elementos de la tragedia clásica. Desde su infancia en el exilio y juventud separado de sus padres y entregado a la tutela de un dictador, pasando la muerte del hermano por un disparo fortuito de su pistola, la corona arrebatada al padre, el golpe militar frustrado en el último momento, los tejemanejes económicos y las comisiones o su incesante inclinación por las amantes, hasta llegar finalmente a la abdicación y, como guinda final, la cuadratura del círculo volviendo al exilio. Desde ese punto, entre realidad y delirio, en este montaje el monarca rememora pasajes vitales y plantea confesiones y pretextos para justificar o deplorar su controvertida actuación.
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"No nos hemos autocensurado nada en absoluto. Hemos hecho este espectáculo con entera libertad. Es meterse en su cabeza con todo lo bueno y todo lo malo. Que nos diga sus motivos con sinceridad", remarca Fontserè, quien insiste en que la obra hace un "acercamiento humano" y genera reacciones de todo tipo: "Ahora venimos de Murcia y Toledo y una chica que es, digamos, de la transición, me decía que es un retrato muy justo, muy equilibrado. Otra señora de Zaragoza dijo 'es un sinvergüenza pero tiene que morir en España'. Son comentarios variados, imagino que habrá gente que diga que blanqueamos y otra gente que diga que nos hemos pasado tres pueblos. Pero creo que la gente sale subyugada, sobre todo en la parte final, la de la tempestad, que es más shakesperiana".
A lo largo de su extensa historia, Joglars se ha caracterizado por construir diversas obras relacionadas directamente con personajes vinculados al poder en sus variadas potestades. La óptica satírica alcanzó a presidentes como Jordi Pujol, Felipe González, José María Aznar o dictadores como Franco. Esta vez, en palabras de Boadella, no han "ido a satirizar o machacar directamente a un personaje", algo que ellos mismos pueden decir "con cierta fuerza" porque en el pasado sí que lo hicieron con otros. "Nosotros machacamos a Jordi Pujol, en el sentido de que la gente veía la destrucción de un personaje. Aquí no lo hemos hecho por muchas razones, porque estamos ante un personaje esencial en la historia moderna de España", argumenta.
Y es que, a su juicio, el emérito "posiblemente pasará a la historia por haber llevado las libertades a España". "Esto será seguramente lo esencial en los libros de texto de dentro de veinte o treinta años", vaticina, admitiendo en cualquier caso que "después habrá un apartado sobre que cobraba o no cobraba comisiones". "Pero estoy seguro de que eso quedará en segundo lugar", añade, para acto seguido agregar que por ello ellos no podían "ir aquí a hacer simplemente una sátira para machacarle y que la gente se riera". "Hemos ido a una idea de más profundidad. Eso no quiere decir que cuando hicimos la sátira para nosotros no fuera importante desde el punto de vista social, pues para nosotros era muy importante desmontar el personaje que representaba Pujol y el nacionalismo, pero son actitudes distintas", termina.